Autor: Sebastián Novajas
Pintura: La Virgen María de Cimabue.
Cinco árboles petrificados en el horizonte. Bajo la sombra de las ramas color ceniza. Yacía un ataúd con una mujer. Era una especie de Eva Perón y santa incorruptible. Muerta muy joven y que por ende mantuvo toda su belleza desarrollada en los treinta. El sepulcro siempre se mantenía lleno de visitantes a la hora que fuera, en la parte más profunda del cementerio. Era considerada una santa tan milagrosa para la gente más pobre o para quienes tenían deudas. También se le llamaba la ‹‹Santa de las Deudas››. Ya que si alguien suplicaba su ayuda por no ser capaz de pagar algo y era apremiado por los acreedores. La deuda desaparecía —un bello milagro—. Es decir, de cualquier formato digital y sobre todo el original y sus respectivas copias eran consumidas por el fuego o arruinadas por el agua, llevadas por el viento o roídas por algún animal que las tuviera a su alcance. La creencia y las coincidencias —¿lo son?— fueron tantas que los grandes grupos económicos del país buscaron hacerla desaparecer, pero ningún tribunal encontró sentido a las quejas de empresarios sin escrúpulos. Incluso el lobby contra el gobierno fue en vano ya que la Iglesia intervino presionando para que la dejaran en paz, que era un lugar más dentro de los que se podrían considerar santos para la gente que busca la Fe en un mundo cada vez más violento y desamparado. A cambio, de esto la Santa, pedía que se le llevasen flores y encendieran una vela como tributo único ante su cuerpo incorruptible y también levantar un altar en la casa de quien pidiera el auxilio de su milagrosa obra de desaparecer sus deudas de todas partes. Fueron tanto los feligreses que continuaron visitándola que con el paso de los años los sistemas económicos del país se vieron impotentes ante el poder de la Fe y esos miles y miles de creyentes se vieron por fin libres de la injusticia y deudas que se vieron obligados cargar por tener que sobrevivir mes a mes. Los milagros continuaron sin cesar y todo el mundo que buscaba su cobijo conoció lo que podía considerarse la nueva libertad de estos tiempos.