Oí de mí
A penas nací
Modelo a seguir
A Venus subí
Padre
Madre
Tía
Te oí
Tío te hiciste oír
Y en mi
Tu extraño sobrino
Me hice poeta
Porque una vez oí
A incierta edad
Cuando entendía el español
Que era mejor que cantar
Que hacer sin ganas el amor
Deambulaba en un templo
Ahí en la escuela sin conocimiento
Mi voz
Mi alarido
Atento
Mi esternón desinflaba
Oía cada jadeo
Cada exhalar
Mi oído estereofónico
Percibió
Que escribir a la fuerza
Haría de mi
Un poeta sónico
Oí
Un sinfín de flautas andinas
Inspirando mi misiva
Un viejo micrófono
Que me obedecía
Era de extensión masiva
Me enriquecía
Pero padecía
Poesía
Me decidía
A tratar el día a día
Siendo político en rebeldía
Cada instante en que lo pienso
Advierto un agresor intento
Algo denso
Pareciera que no comienzo
A graficar mis disensos
Que un ardor inmenso
Se me cruzó ahora que lo pienso
Doce números de personas
Se arrodillaran ante los comercios
Quieren consumir un misterio
Están con narices civiles
Que llenan de balas al sensible
Turbia casta de guatones
Gobiernan el fin del mundo
No me jodan con que son simplones
Si negocian hasta el matrimonio
Los hijos
El patrimonio
Frío mal
Nieve palpita tu corazón
Espera los volcanes
Clamar su justo montón
En el témpano de mi esternón
Descansa la negra hiel
La bebí de un solo tragón
Era espuria
di aletazos
me congelé
Siempre quise algo así de radical
Como vigilando una bomba
¿Irá a estallar?
Estalla
Que nunca estallas
Huía la conciencia de manera parcial
Era un raconto que en mis sueños encalla
La mar
Calla
El sol
Sin playas
Se apagó una estrella
Incendio
Nación de mercado
Se cerró el vacío
En el espacio, en el profundo vacío
No hay velocidades, hay atrocidades
Vive un cúbico
Infinito frío
Libre albedrío
Tío
Hostias
Que te llamas PÍO
Español weón
Como le pones así a un crío
Me río
A este joven universo le ha llegado su fin
Su único color clausuró toda fuerza
El calor del sol
Ya no sostiene los planetas
Deje vestigios de sal y luces
Cometas
En el vértigo cae un astro
Diáfana estela de recuerdos
Moraleja
Su cálido destello sospecha
En la ética dejas rastro
Y
Se inaugura una tragedia mientras se aleja
Entonces
El rocío congregó un puñado de estrellas
En un manchón violento de luz
Abrió un claro en el vacío haciendo mella
Si, dio paso a la nada
Abrió el portal de la plenitud
No existen fechas para este hito
Se resquebraja esa cáscara blanca
Deja ver un ojo indistinto
No sabremos jamás de esa estampa
Todos somos un mito
El mismo poema versión carta
27 de marzo 2020
Hoy un rocío de estrellas, junto a un manchón violento de luz traza el ojo de la noche que me observa. En esta estación primaveral pareciera que la cúpula se acerca, simulando ser una cáscara negra que se res quebraja y vuelve a unirse. En mi pecho hay un vértigo que pareciera perderse en el infinito. Me pregunto cuando estallará esta bomba para comenzar a caer, pero nada pasa.
Chispeo un encendedor con displicencia, más por nerviosismo que por necesidad. El sonido de esa piedra rebota en mi oído agasajado por la noche que trae consigo el mayor silencio posible, todo el más mínimo respiro que repito inconscientemente me parece a un volumen que podría tocar el fondo del mar y crear un embudo en medio de Pacífico. Siento hambre, al punto de doblar mi espalda. Me queda una lata de atún.
Suena mi celular. Se apagó una estrella. Se cerró el vacío
Guardar un par de secretos nunca fue tarea complicada para mí. Pero en esa noche dije todo lo que sabía. O dibujé un cuadro en donde no oculté nada, a momentos mis palabras parecían platos de loza golpeados por un cuchillo de plata.
Se lo tenía que contar a esos desconocidos para quitarme cierta angustia que me llegaba en las madrugadas donde me veía en un mareo de respiración cortada. Puebla el dolor en el campo del tórax, finge un disfraz. Abordando mi pecho sentía como un esternón de témpano se descongelaba a medida que develaba toda la verdad. De pronto todo el cuerpo es un hielo inabarcable. Como el inverno precordillerano de Chile, con el irrumpir de ese seco y calador frío, en ese horario de solitarios noctámbulos. Como ese frío que no me dejó pensar en mi por todo un domingo.
El tema era que nunca fui bueno guardando secretos. Es un vértigo encapsulado en mensajes coludidos con la miseria
Qué difícil es acostumbrarse a la cotidiana rectitud chilena. A ese silencioso recorrido de encuentros en miradas esquivas. De interrumpir lo mínimo posible, de no ocasionar ningún problema. Pero ese es el tema. Somos gritones por naturaleza, tenemos el hocico del porte de la mesa. Hablamos de otros hasta por la fuerza, se nos da alumbrar la miseria que arrasa la brutalidad del aislado. El vernos simples, calcados a quienes aquí llegaron hablando de sus tierras.
Quizás volverán, quizás volverán.
Miguel Echeverría Madrid
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