Chañaral

Vivir sin contexto

(Vivir) Sin contexto / Es filtrarse entre los vaivenes del tiempo/ Es amar sin contexto, distraerse entre las conquistas del deseo/ Es dormir en los márgenes de ciudades inventadas/ Es sufrir a escala, es recrear la angustia que se comparte

Vivimos sin contexto en un curioso vacío de sentido, sin escapes claros que nos guíen en este caminar a ciegas, en un contexto efusivo de sombras a través de un pasillo estrecho y lleno de obstáculos. El contexto es la pandemia, la cuarentena, la morgue llena, el grito espantoso en las recepciones de urgencia, es el cariz enrojecido de la enfermera angustiada, es el bolsillo vacío de un padre viudo, es el certificado de defunción del modelo de mercado, es la mujer emancipada que no puede quitarse a su agresor con quien está encerrada, este contexto es la cárcel del contagiado y el desatino del millonario.

Por ello estoy vaciado de contenido, despojado de lo que me rodea o pretende hacerlo. Vivo hace meses en un no contexto, evitando el saludo y con ello el contacto con todo lo que considero esencial. Estoy desarmado, desnudo y mustio. El poder me envuelve hacia sus tontos útiles armados, en las mentiras de sus ministros vestidos de traje y sus aliados, los millonarios que sostienen ese contexto del que reniego queriendo revolverme en sus empleos precarios y ahora, fatales.

No me quedó más que huir y esparcir mi febril rebeldía en un no contexto. Lleno de belleza natural, donde la única condicionante sea mi voluntad.

Es que estamos tan fuera de contexto que las bombas de racimo versión fake news están llevando a las falsas teorías conspirativas a un nivel de credibilidad cercano a los fanatismos religiosos. Muchos divagan obnubilados por los títulos académicos de alarmistas histriónicos que convencen a los sin contexto de que lo único que nos podría salvar es la llegada de un nuevo salvador.

Yo creo que el ser humano debe superar a los creadores de contexto, a los gobernantes inescrupulosos que son el contexto en modelos como el nuestro donde la prioridad es el dinero. Para luego derrotar a la pandemia con rigor científico y solidaridad de nuestra especie. Debemos pensar una nueva sociedad, ajena a la competencia de la bolsa de valores, familiar con el método científico y la perspectiva de largo plazo, en lo social, ambiental y económico. El discurso belicoso, empequeñece el debate, y es más, pone en ridículo un contexto ya lo bastante serio. Más de seis meses de Pandemia ¿serio porque es real, no?

Y para mi la vida si es algo bastante serio, sobre todo para mis seres queridos. Pero algunos personeros del gobierno chileno está tomando una postura de Súper héroes que definitivamente no viene al caso y ni siquiera que esté inspirándose mucho en  Stan Lee o Alejandro Jodoroswky. Son risibles, pareciera que su vida y la de sus compatriotas fuera para ellos es una ficción, fuera de contexto ni guion, me arriesgaría a decir que ni siquiera instintivas. Sólo divulga  ególatras biografías de finanzas en formato código-cifras-dólar-acción. Son los que no leen. Son el sin-texto, ¿qué comunica el mercado?. Yo me abstraigo leyendo, o huyendo a mi sin contexto, por muy simbólico que sea, es mi norte y estoy figurando una escultura de humanidad, con perfil comunitario. Hay tanto palpitar en mis venas, que oigo el pulso de muchos lo suficientemente hartos de que las autoridades institucionales nos estén dirigiendo al despeñadero. Su mal contexto es leer el listado de muertos y responsabilizar al pueblo negando toda esperanza en su recapacitación. Son hieráticos, e insensibles, por eso es tan fácil sacar a los mismos militares en sus blindados con que nos reprimen hace meses, siendo incongruentes a la hora de transmitir confianza en los que quedan vivos.

Pero no quiero caer en ese contexto. Es por eso que las nubes se han vuelto mi más anhelado refugio en estos días donde despertar ya no tiene ninguna significancia ni personal ni social. No sé si es o lunes, o sábado ni viernes o martes, no lo sé. Mis tareas de aseo, cocina, venta o hasta cuantas veces tuve sexo; es mi firma para definir los días para llamar algo que solíamos nombrar semana. Que vago es ahora referirnos a próxima semana, ya no me preocupo por la prueba que vendrá sino según qué tan rápido avanzan los altos cúmulos grises, también adivino la hora según lo rutilante que está el sol o como se entremezclan dos nubes sin velocidad como reptantes en un celeste cielo de un mes que no sabría diferenciar -recuerdo el Pacífico casi turquesa de esta zona- que no sabría recordar. Será que desde esa altura del poder detestan la ‹‹normalidad››. Sin trabajo, sin salir de los metros cuadrados esta reclusión eliminó todo contexto que daba sentido a mis hábitos. Pero me obsequió eternas tardes de recogimiento, y reflexión cerebral-muscular. El teléfono celular no es tan inteligente, tampoco lo es el contexto que invade como un imperio, del cual solo escribir me sostiene en resistencia.

El contexto que deseo es apreciar el límite del cielo con la solemnidad de las noches donde nos observan sus millones de ojos, añoro ver la curvatura de una tierra fuera de contexto, en una órbita extraviada del sol de la razón reflejada en la vasta costa nacional. Sería ideal esperar bajo el firmamento de Atacama, ver en alta definición la fabulosa lluvia de estrellas que nos rozaron o el escalofrío del mundo cuando vimos asteroides caer con sus colas magníficas que me hacen sospechar intrigantes mensajes premonitorios. O me ahogo sin contexto en un delirio místico imposible. Irreal. Reviviendo en Diego de Almagro la llegada de ese ibérico, reconociendo sus playas como nuevos pétalos de un desierto sorprendente. Las curvas extensas, peligrosas y de una pista bien terminada se aprecian en la oscuridad que me da la bienvenida. El icónico territorio lleno de minas interminables y agua escasa personifican el mayor contexto al que nos deberíamos aproximar, el de la supervivencia en comunidad.

Quizás me invento un mundo sin gregarios ni mercenarios. Pero me mantengo cuerdo, levantando mi frente y me imagino descifrando las constelaciones. Escucho al sistema de salud y sigo en mi original butaca de noche atacameña. Así, cual escenario teatral, teastral quizá, con Centauros disparando flechas hacia el sur u Osos mayores desgarrando el mar septentrional. Mirando extinguirse estrellas de colas altaneras, en medio de la noche. Ese descontexualizado presente que se admira en la cúpula donde se besa el sol con las mañanas radiantes de tiempo libre, los techos parecen soportar toneladas de oxigeno contaminado y el calor al abrir las cortinas llega tímido, igual que el aire que respiro en estos días sin contexto. No hay nada más, escucho más pájaros de lo habitual quizás hay más bandadas rebeldes cruzando los parques deshabitados o con boinas negras de resguardo. También hay silencio, o eso no existe y es simplemente menos ruido. Y escucho lo que me gusta hacer con más claridad. Y gracias a encuentros fortuitos, gracias a la ausencia de contexto, aprovechar para estudiar Educación ciudadana y ser por fin profesor, pero quizás no hay futuro, así que me da por leer con angustia a Saramago o unos poemas de Idea Vilariño. Porque la muerte tiene aceitada la maquinaria, se mueren escritores como Luis Sepúlveda y eso me apena, como la muerte de un tío abuelo, don Ramón Farias, con una vida abnegada y poco literaria, pero lo quise porque me enseñó a montar caballos de largo pelaje y piernas cortas. Quizás se fue pensando en su hermana Lila, mi abuela Florita y ahora que veo colibríes creo que no se fue. Cuando muere un familiar siento esa desregulación del pulso, que me devuelve a la conciencia solo para recordarme que debo estar ahí para llamar a mi madre ser fuerte y quizás llorar. Cuando muere un escritor, en este no contexto, debo evitar ir a librerías o donde mi amigo Sebastián a rebuscarle en su biblioteca lo mejor de Rubem Fonseca, también en estos días me contó que perdió a su padre arrancado, detesta al que le dio la vida y de quién no escribía con mucho cariño. Nunca me planifico, soy sirviente al inmediato arrebato instintivo del ahora, pero tanta muerte me dejó muchos libros por leer y otros tantos por escribir. Guarecidos tras estas pantallas se esconden nuestros secretos párrafos de confidencia, de aventuras o de poemas caóticos o, como escribe mi amigo, Haikus tan bien narrados en que se pueden respirar o sentir las oscilaciones del césped humeante. La escritura se torna fértil de imágenes con estas pérdidas, los recuerdos nos visitan intermitentes, el placer de conversar avanza sobre las cortezas de la memoria, narrar, dibujar con palabras o describir silencios, ese es mi no contexto. Uno donde la muerte tiene depresión, pero ahí debe estar.

No hay ninguna minuta en nuestra memoria genética que haya dejado un mísero rastro de qué hacer cuando nos posee el amor. Nada, desvariamos entre el espesor de la piel que nos embellece con ese rubor ajeno, tan propio y va  mutando nuestro tinte gracias al palpito muscular que recibe sangre de improviso. Y del amor apenas sabemos que existe. Es real, me obligó a cavar hasta el centro de la tierra para recuperar mi añeja vida sin amor, solo por afán de mirarla al rostro y decirle que la desgracia me cedió una tregua. La marea cambia según la fuerza externa, y la encontré entre tres consuelos de luna. Es aquella vasta continuidad de buenos tratos que me hace resolver que el misterio te ejecuta sin previo aviso de un viento norte, porque el amor viene desde todas direcciones. Así me encontró sin contexto alguno para naufragar una vez más, ahora me tiene en tierra firme dinamitando los viejos nombres que entibiaron mis noches. Ahora emplazo un techo para morir siendo llorado por alguien que tampoco pudo resolver el misterio, encajonado y querido sin reproches. Dejaría grabado entre mis siembras en blanco, que enseñar a cocinar encanta a los amargos. En la dulzura tenemos parte de la respuesta, en el enternecernos radica el mayor contexto.

Mi pareja hace deporte, trabaja y se reúne con sus bellas pantallas conectadas a su mapa humano. Estornuda y bromea, mientras canturrea una canción. La escucho amar. Creo, que simulan con sus amigas ser la normalidad, pero no es más que magia tecnológica dispuesta a sostener la necesaria salud mental, el ingreso esquivo y la amistad. Esta simulación me toma sin nada más que amigos discutiendo de la fragmentación congénita de la izquierda chilena, los altos y bajos de la pandemia que no parece dar pie atrás y quizás guitarrear de vez en cuando para sentirme hermoso al cantar entremedio de las cuerdas desgarradas, sintiéndome exiliado del planeta en la voz que aclaro con miel, vino tinto o frutas, no al mismo tiempo, aunque no importa pues ya no hay orden ni para comer. No hay medidas de vasos que hagan contable las preguntas existenciales que forzosamente imagino para sentirme un poquito más sensible. Los llamados telefónicos se hacen largos, con virtuoso encanto me las ingenio para sostener argumentos, bromas o ser insidioso en materias que me interesan, como la literatura, la política, la familia o la salud de mis amigo/as. Sigo flotando entonces en estos meses que navego sin puerto donde recalar, no me urge pisar tierra firme, aún faltan muchos océanos grises por visitar.

En estas cuarentenas me gustaría seguir así, como un cuadro sin marco al que los límites rebalsan y se puede seguir pintando la pared, o el piso en lo que quisiera ser un gran mural del pandemonio en el que presenciamos la miseria. El desastre frente al espejo. Ser esos trazos que aguantan el vértigo con pulcritud y que reniegan de la gravedad para demostrar que flotas entre colores, vibrante, sin pretexto para comenzar un descenso a las accidentadas costas de la tierra en pausa de contexto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *