Crítica: Allá lejos por los Alpes

 

El último de la estirpe

Fleaur Jaeggy

Tusquets, 2016, 192 páginas

Traducción: Beatriz de Moura

Por Sebastián Novajas C.

 

 

Breves y densos —la extrañeza es algo que predomina en varios de los textos—. Los relatos de Jaeggy crean una atmosfera pesadumbre. Los personajes a veces parecen estar en espacios claustrofóbicos, en otros abiertos, pero sin salida o incluso rozan el mundo onírico. Iniciando con algún recuerdo de la infancia. Crea el espacio para personaje con el mal adentro y van sacando a cuenta gotas o con el final trágico y nostálgico. Como en el caso del cuento que le da título al libro. O la resistencia al pasado a recordar el dolor más puro como en Nombres. Donde Basia y Anja visitan Auschwitz, la primera forzada a acompañar a la segunda, pero al final solo entra Anja y que termina guiándose por una mujer ciega o F.K. relato que narra la búsqueda de una amiga por la otra y que termina recordando parte la historia de la desaparecida que está bajo la tutoría de la Señora que se resiste a darle información. El ‹‹encierro›› es la palabra que vuelve una y otra vez que leo a Jeaggy. Otros textos me hacen pensar en esos secretos que se ocultan, que ocultan los personajes, secretos que están en la lectura a flor de piel, y sin embargo, no se pueden entender a cabalidad como en El velo del encaje negro, una visita al Papa por parte de una madre que lleva una fotografía como si fuera un acto de vida o muerte y que la hija recuerda sin entender la razón o Retrato de una desconocida, que provoca la sensación de un estar ahí, ante un cuadro que parece tener vida propia a medida que la protagonista va analizándolo. Algunos cuentos que a pesar de ese tono sutil y a ratos cargados de penumbra como La heredera una mujer que adopta a una niña, que en el fondo no siente nada por la mujer que la recogió, salvo su pronto final. Jeaggy crea personajes que buscan un desahogo vital. Acabar con la vida sin hacerlo como el niño del Soy el hermano de XX que le cuenta a su hermana que lo único que quiere es morir, que esa es la idea que lo ronda y la hermana cuenta eso a su madre y él lo recuerda como si fuera ayer, lo recuerda ante la muerte de la progenitora, puede parecer que cuento el final, pero en el fondo solo es el comienzo. Los personajes Jaeggy, siente el vació interior, sin saber y poder explicarlo, andan como espectros a pesar que muchos lo tienen todo. Porque los cuentos de la autora, en su mayoría, están ambientados en lugares sin nombre, pero que hace suponer que se trata de la Suiza posterior a la segunda guerra mundial donde los carencias materiales están resueltas en su mayoría, pero dejando bajo la alfombra el mundo interior de los individuos asfixiados por las necesidades que no puede resolver un Estado de Bienestar, como dar con la forma de encajar en ese reloj suizo que nunca se detiene.

Dentro del libro existe un detalle importante. Se intercalan los cuentos que homenajean a algunos artistas comenzando por la gran amiga de la autora: Ingeborg Bachmann, o de sus amigos Oliver Sacks y Joseph Brodsky.

Compuesto por: Soy el hermano de XX, Negde, El último de la estirpe, El gentilhombre y el largato, Agenes, La sala aséptica, La heredera, Retrato de una desconocida, El velo de encaje negro, Un encuentro en el Bronx, La pajarera, La visitante, Adelaide, Trópicos, Gato, Ósmosis, Nombres, El ángel suspendido, La elección perfecta, y F.K.

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