Acá el tiempo es otra cosa
Tomás Downey
Interzona, 2015, 128 páginas
Por Sebastián Novajas
Siempre es complicado abordar un libro de relatos, en especial cuando se trata de cuentos que no tienen una unidad interna, salvo que se excave mucho y se dé con algo a lo que sujetar todos. Esto me pasa con los relatos de Tomás Downey, escritor argentino, el cual Mariana Enriquez se refiere a sus cuentos en la contratapa como ‹‹cuentos raros››. No como un género o un subgénero del fantástico o el terror, al contrario, la autora lo entienden, a mi parecer, como una forma de ver el mundo desde la óptica de escritura que rompe con los patrones del género, pero sin alejarse completamente. Es la de estar posicionado en una periferia muy poco transitada sin perder de vista lo que pasa alrededor. Que lo extraño se cuele por todas partes sin más explicaciones que imágenes que se suceden una tras otra sin cuestionar los hechos.
Downey crea entornos que salen de lo común con una narrativa que se ambienta en lugares, principalmente, rurales; con personajes miserables y la vez con un elemento fantástico o de terror, claro sin caer en el facilismo de decirlo, plantea lo inquietante.
Para ser su primer libro publicado es bastante parejo. Relatos que en su mayoría tienen finales abiertos. A título personal es algo que me agrada, pero para quienes prefieran historias completamente cerradas probablemente tendrán una decepción. Otra de las características de cada relato: es la visualidad y se debe a que el autor es guionista, eso hace que esas rarezas contadas adquieran una gran verosimilitud. Y como toda buena literatura, produce algo hipnótico.
Intentar hablar de estos cuentos es difícil sin correr el riesgo de revelar algo relevante ya que todos son bastante breves. Para dar un par de ejemplos, comienzo por mencionar: La nube, el primer relato, una ciudad saliendo de una sequía, es invadida por una nube que nunca descarga su contenido y que va provocando una humedad permanente que altera la vida de todos los habitantes. También puedo mencionar Cavayo, tan extraño y a la vez tan disfrutable. Unas semillas, el nacimiento de un caballo en una maceta y una relación amorosa acabada, decir más, sería contarlo en su totalidad o La isla sin orillas con un padre y un hijo que huyen, y que a medida que avanza la narración la realidad y la ensoñación se entremezclan creando la atmosfera que impide distinguir lo que es cierto de lo que no. Por último, el Trampolín, un padre y una hija, una desaparición en pleno piquero, nadie ve nada, en la piscina nunca hubo nadie.
El autor escribe con sobriedad; nunca dejándose llevar por el desenfreno de la imaginación desbocada de lo raro. Relatos cargados de imágenes que muestran como la fragilidad y la turbiedad van de la mano. Son cuentos raros en el terminó más amplió de la acepción ―entiéndase fondo más que forma―. Sin embargo, conllevan un sentido tan profundo sobre la existencia que parece dejar claro que nada está sujeto a la lógica o raciocinio. Domina el impulso.
Compuesto por: La nube, Lobos, Cavayo, You Make Me Dizzy Miss Lizzie, Una historia de amor, Ver a un niño, Mirko, Gutiérrez, Mamá, Astronauta, La quinta, Alejo, Araña, Los ojos de Miguel, El ejemplo, El viento que pasa entre las grietas, La isla sin orillas, y Trampolín.
Que buena reseña señor Sebastián Novajas, dan ganas de tener el libro en manos lo más pronto posible. Literariamente me encantan también los finales abiertos, pero cuando estoy encariñado con los personajes y éstos estaban en una situación en la que opino que debiese haber reivindicaciones y me dan un final abierto, los detesto. Cerebro y corazón siendo poco empáticos entre sí, otra vez.