Créditos: Montserrat Martorell.
Revista Montaje junto con librería Aldebarán tienen el agrado de presentar la entrevista a la escritora Montserrat Martorell.
Miguel Echeverría: ¿Cuál es tu relación con la literatura?
Montserrat Martorell: Es una relación muy intensa, muy profunda. Empecé escribiendo desde que era muy chica: a los cinco años. Empecé con poesía, como creo que parte la mayoría de la gente. Con fragmentos, con relatos y de alguna manera fue profesionalizándose este amor por los libros. Esta pasión por la escritura. Siempre digo que primero es el amor por la lectura y después vienen las intenciones de poder generar tus propias historias también. Y en ese sentido me parecía que el periodismo era el oficio que más se acercaba a esta idea de yo querer ser narradora, pero en el fondo fueron sueños, fueron deseos que comenzaron muy tempranos y que empecé a darles cierta reflexión con el paso del tiempo. Es una relación muy intensa como te decía al principio. Probablemente es de las cosas más estables y que me han acompañado por más tiempo. Yo siempre digo que los libros son un refugio, son un lugar muy sagrado, también. Donde a veces uno se puede encontrar, donde uno puede escuchar a los demás, donde uno se siente menos solo, donde uno puede construir ciertas nociones de uno mismo y del resto. Escribir y leer te permite no solo evadirte, sino que te permite ponerle nombre a cosas que de repente son muy abstractas.
ME: ¿Cómo construyes universos en pequeñas frases?
MM: Yo creo que es un proceso, un proceso largo, es un proceso también donde uno se va descubriendo siendo, como dice Fernando Pessoa, uno mismo y otro permanentemente. Yo ahora estoy escribiendo mi cuarta novela y siento que en cada ejercicio me voy acercando quizás a la narradora que quiero ser. Cada novela, finalmente, supone eso. Supone una experimentación con en el lenguaje, con una puesta estética de las palabras, con ir trabajando algunos ritmos, con algunas obsesiones… Lo que te moviliza a escribir tiene que ver con eso: con las obsesiones. Tiene que ver con aquellas como ‹‹cosas›› que no te abandonan y que siguen estando ahí, y bueno, pueden pasar dos, tres libros, pero insisten. Hay una insistencia. Esta persistencia por alcanzar por ciertos estados. Además, a mí me parece muy interesante esta idea que la escritura te permite vivir emociones, que yo por lo menos no encuentro en otras zonas de mi vida, o sea, esa intimidad con la palabra, por ejemplo. Es muy raro que yo la encuentre en otra situación que no sea cuando estoy ahí tecleando, escribiendo en un papel, con el celular en la mano intentando dar forma a un diálogo que me llamó la atención, a una frase que escuche, a una imagen también; de alguna manera yo creo que las cosas siempre parten así como con ciertos huevecillos, y esos huevecillos pueden ser un ruido incluso, puede ser un recuerdo o puede ser algo que no entiendes muy bien por qué, pero está ahí como dialogando contigo.
ME: ¿Y en ese momento cómo identificas algo que te sensibiliza, algo que crees que es importante de dejar crecer como en este huevo, que en alguna medida tiene vida propia?
MM: Son procesos muy personales de cada quién con su propia escritura, pero lo que a mí me pasa por lo menos: es que tengo que creer mucho en que eso que me está pasando. Que valga la pena trabajarlo por los próximos seis meses, un año. La novela es un mundo. Un viaje en sí mismo. Por ejemplo, cuando uno escribe un cuento o un poema no está dos semanas escribiendo, no, un cuento uno lo resuelve en unos días, tiene esta cosa de la unidad efectiva. Como los poemas y los cuentos nacen para ser leídos de principio a fin. La novela no, se va construyendo de a poquito. Entonces, yo creo que tú tienes que estar lo suficientemente convencida de lo que está ahí te está conmoviendo y agitando de alguna manera porque bueno, son personajes que te van acompañar y que dudo que te dejen de acompañar, porque a veces uno cierra una novela, termina de escribir y los personajes siguen ahí. Como uno nunca les puede decir adiós completamente. A mí me pasa. Mi primera novela la escribí el dos mil dieciséis y me siguen preguntando cuando me hacen entrevistas o me sigo encontrando con lectores que me lo sacan a cada rato y muchas veces me acuerdo de ellos como viejos amigos que uno conoce bien y que van a estar ahí. Yo creo que lo más importante finalmente tiene que ver con esa sensación de autenticidad. De hacer algo en lo que tú estás creyendo de alguna manera. O sea, si tú no crees en esa historia bueno, difícil que personas logren sentir algo o logren estar conmovidas o remecidas por eso que tú estás contando.
ME: ¿A tu familia o amigos le mostrabas tus obras? ¿Cómo fue ese momento en que dijiste: mira escribo?
MM: Nací en una familia que se leía mucho. Que se escribía. Mi papá es periodista, es escritor también; se dedicó principalmente a hacer periodismo de investigación. Yo tenía cinco años y me sentaba arriba de él mientras escribía su primer libro que fue Impunidad diplomática; conmigo en los brazos. Lo acompañaba a las reuniones de pauta: él era editor en la Revista Análisis. Entonces, siempre hubo una cosa muy cercana con la lectura. Mis abuelos leían mucho, también. Mis padres leían. Teníamos una biblioteca en la casa donde yo podía sacar lo que quisiera y se me incentivaban. Me empezaron a leer de muy chica como a los seis meses. Ellos vivieron diez años en Buenos Aires, entonces había como toda una escuela que decía que había que leerles a los niños desde que eran muy chiquitos y partió así. Yo siento que siempre hubo mucho incentivo, o sea, me regalaban libros, me regalaban diarios de vida. Yo participaba en concursos del colegio. Mis abuelos como que siempre estaban ahí como estimulándome. Los profesores, yo creo, que fueron súper importante para hacer sentir que lo que yo estaba haciendo valía la pena. Entonces, era una marca de identidad. Todo el mundo que me conoció cuando era chica y los que me conocen desde hace muchos años, desde el colegio, sabían que yo hacía esto, sabían que yo escribía poesía, sabían que iba a talleres literarios, participaba en un taller de cuenta cuentos, que en los recreos me quedaba escribiendo, iba a la biblioteca. Había toda una cosa que tenía que ver con algo muy genuino y se va configurando en tu marca de nacimiento de alguna manera. Y donde también es un lugar donde siempre me sentí muy cómoda, me sentí siempre como en muchas situaciones de mi vida más o menos complejas: muy tranquila porque estaba acompañada de los libros, de hecho, yo vivo sola en un departamento, pero tengo toda una pared de libros y son un refugio para mí permanentemente, incluso te diría que la lectura es tan importante como la escritura, o sea, ambas me conectan con cosas que son muy personales.
ME: ¿Cómo fuiste madurando esa decisión de dedicarte profesionalmente a la escritura?
MM: Yo salí del colegió, y estaba en la duda si estudiaba periodismo o literatura y finalmente me incliné por la primera porque consideraba que me daba las herramientas necesarias que yo quería tener para dedicarme al oficio de escribir. Nunca hubo duda de que yo quería ser escritora y me quería dedicar a eso. Y un poco lo que hice y abrazó la idea de haber estudiado periodismo. Creo que quizás lo hubiera pasado mucho mejor estudiando literatura, lo digo ahora con treinta y tres mirando para atrás, porque hubiera estado posiblemente en un grupo y en un ambiente en donde teníamos la pasión por leer, por escribir, por escucharnos. Pero el periodismo me enseño muchas cosas: me dio técnicas de conversación, me dio esta idea de observar, me potenció la curiosidad, me ayudó a editar; tuve grandes maestros del periodismo. El periodismo y la literatura, siempre digo, son primas hermanas. Es decir, una le roba a la otra y una hace que la otra crezca y una puede embellecer; lograr que un texto sea mucho más robusto en ese sentido. Y cuando decidí, definitivamente dedicarme a esto, fue cuando en el dos mil trece me gané la Beca Chile y me fui a hacer un master de escritura creativa a la Universidad Complutense de Madrid y luego, porque la docencia siempre me ha gustado, de hecho, ahora voy a explicar todo el tema de lo que vivo, e hice un doctorado en literatura hispanoamericana. Entonces, para mí siempre la literatura tenía que ver con esta parte de sí ya; yo voy a escribir y hacerlo hasta que me muera y eso es una parte de mi vida que le saco, le robo horas a la noche y escribo y a veces estoy hasta las tres de la mañana, pero mi trabajo tiene que ver con que soy profesora en la universidad en pre y posgrado de lunes a sábado y de lunes a viernes hago talleres literarios hace cinco años. Para mí eso es la literatura, no tiene que ver con el ejercicio mero, solitario de escribir, sino que también está como acompañado por todas estas otras que se acercan a la gente. Yo siempre cuento una cita que leí una vez: que decía que si uno se llenaba de sí mismo se volvía loco, pero si se llenaba de literatura se volvía escritor. Entonces, lo que hice fue rodearme de eso y poder vivir de la literatura. Es decir, quizás uno no vive de vender libros, pero si vive del acercamiento y enseñanza de esta profesión, de este oficio que a mí me llena el corazón. A mí me llena el corazón enseñar, enseñar respecto a autoras. Siempre estoy buscando que leer. Intento permanentemente ir mezclando lo antiguo, lo clásico con lo nuevo, con lo actual y siempre hay escritoras que me están acompañando como la Simone de Beauvoir, como la Virginia Woolf, como la Clarice Lispector, la Sylvia Plath, la Emily Dickinson; autoras que están ahí como madres, como referentes literarias que me han permitido a mí saber más sobre la vida. Lo que tiene la literatura es que te permite tener un conocimiento acerca de las otras personas, de la gente que te rodea incluso, de ti mismo, una manera que te llena de significado.
ME: ¿Hay alguno de tus personajes que se basen en otro que existió en alguna novela que leíste? ¿Cómo elaboras tus personajes?
MM: Yo creo que hay algo muy inconsciente en ese camino. Borges decía que la imaginación está hecha de convenciones de la memoria y que si no tenemos memoria no podemos imaginar. Entonces, para mí la literatura tiene que ver un poco con eso. Tiene que ver con un pacto de realidad, de no ficción, de memoria, de imaginación y de lo que te rodea. O sea, como que es imposible deshacerse del mundo que vives, de la época que uno está habitando, de quién es uno; claramente siempre va a salir, y va a estar y muchos de mis personajes son personas que yo he conocido, pero a partir de ese conocimiento hay una distorsión que es lo interesante de la literatura. Yo no hago escritura del yo, no hago escritura autobiográfica, es algo que no me interesa; quizás cuando sea mayor, pero hoy día no me interesa para nada. Porque me gusta esa cosa de la escritura como algo que arma y desarma. Algo que está ahí. Es como mentir, pero que no se note; jugar con eso. Y si me interesa mucho como la misma literatura dentro de la novela, es decir, como que mis personajes en general están como vinculados a eso, por ejemplo: Alfonsina que es mi primera protagonista, bueno se llamaba Alfonsina y tenía que ver claramente con un guiño a Alfonsina Storni que es una de mis poetas más queridas. Y después, Olimpia que era mi segunda protagonista, era una mujer que estudiaba literatura y en mi tercera novela este hombre que no tiene nombre De empezar a olvidar, es un ingeniero, pero que le fascina el mundo literario y que quiere escribir su novela y ahora estoy escribiendo una novela nueva de dos mujeres con mucha diferencia de edad y un es profesora de lenguaje en un colegio. Son obsesiones que se van repitiendo. Es como lo que decía Flaubert cuando le preguntaban por Madame Bobary. Madame Bobary soy yo, y a pesar de que hay mucha ambigüedad en esa frase y se ha prestado para muchas interpretaciones. Yo creo que eso nos pasa cuando estamos escribiendo, está muy bien que sea así y es bonito contemplar la obra de un escritor cuando a uno le gusta y seguirle la pista permanentemente y ver cómo va evolucionando, como va trabajando distintas maneras. Me pasa, por ejemplo, que ahora estoy leyendo mucho a la Cristina Peri Rossi y me sorprenden sus cuentos, hay cuentos que son muy etéreos, que son muy sublimes; donde lo único que importa a ratos es la imagen, el tono, la manera que tiene hilvanar y hay otros cuentos que son fríos, cerrados, súper concisos; escuetos. Creo que eso es como un buen actor: alguien que pueda abrirse a un campo distinto y cuando uno escribe, debería escribir un ensayo, un cuento y una novela. Como que me cuesta esos escritores que dicen: yo no escribo poesía, por ejemplo, cuando en la poesía hay tantas cosas y la poesía para mí es el género mayor.
ME: Participas en un colectivo de las autoras chilenas que trabajaban bastante para reunificar este rol que tienen las narradoras en general. ¿Cómo ha sido esa experiencia de cómo se ha vivido este contexto en el que la narrativa está teniendo un segundo aire y sobre todo impulsado por las mujeres?
MM: Hemos hecho un trabajo muy bonito con Auch! para que nos busquen en el Instagram, creo que ya tenemos más de veinte mil seguidores. Lo empezamos un grupo muy chiquitito de autoras de todas las edades. Comenzamos a reunirnos ya, te diría que fue, hace creo tres años y fue muy bonito. Hoy hay más de cien autoras permanentemente. Una de las cosas que nos interesa es visibilizar la escritura de mujeres. Nosotros vivimos en un país y en un mundo que piensa que las mujeres hemos logrado muchas cosas y es cierto, nos toca una generación que, además hemos conquistado espacios públicos, políticos, sociales, pero seguimos viviendo en un mundo donde una de cada tres mujeres ha dicho que ha sufrido violencia de género y seguimos viviendo en un mundo donde el reconocimiento tarda en llegar. En Chile el Premio Nacional de Literatura se entrega desde los años cuarenta y solo se lo han ganado cinco mujeres: Diamela Eltit, Marta Brunet, Gabriela Mistral, Isabel Allende, y Marcela Paz. Cinco contados con los dedos de la mano. Se lo han ganado hombres que dicen aborrecer la literatura, como impensable; una vez estaba revisando quienes eran estos hombres que no los tengo en mi imaginario escritural y era impresionante. Entonces, la idea es un poco eso, es un poco ver que se está escribiendo, ver que estamos haciendo, publicando. Yo encuentro fundamental leer a las personas de tu generación, así como yo cito a las clásicas, y hablo de lo importante que es la escritura de ayer para entender muchas cosas y también entender la literatura como un registro histórico, un registro de la memoria. También, es importante ir a la librería y revisar; estar atento a que se está publicando, cuales son las voces de tu generación, qué es lo que se está haciendo ahí y no solamente de Chile. Yo creo claramente que la escritura ha sido tomada por mujeres en nuestros países en Latinoamérica, es cuestión de ver cómo se escribe hoy: una Mariana Enríquez, una Guadalupe Nettel, una Mónica Ojeda, una Samanta Schweblin. Las poetas en las regiones, también. Acá en Chile escritoras como la Carolina Brown. Las poetas que están vivas y que hoy escriben como Rosabetty Muñoz, como Soledad Fariña, Verónica Zondek, la Elvira Hernández, la Carmen Berenguer que son mujeres potentes. Que han venido trabajando en los últimos, que sé yo, cuarenta, cincuenta años con la literatura, que se la han jugado en momentos súper duros de nuestra historia: contra la dictadura, en la transición de nuestro país y yo creo que son reconocimientos que uno tiene que hacer y enseñar. Bueno una de las razones por las que yo decidí hacer mi doctorado tenía que ver, con que si iba a ser sobre literatura hispanoamericana, pero me iba a especializar en narrativa de mujeres, en Chile, sobre todo y descubrí montones de cosas, por ejemplo, que en el año ochenta y siete había existido el primer congreso de Literatura Feminista Latinoamericano que se llevó acabo en nuestro país donde las mujeres precisamente se dieron cuenta de esto: no nos leemos, no nos conocemos, somos escritoras y sin embargo, como que hay un vacío, una ausencia. De repente, claro, uno está muy en su mundo y se le olvida. A mí, por ejemplo, leer a la María Luisa Bombal es algo evidente, es como el desde si uno está en Chile, pero cuando uno habla con otras personas, cualquier persona: en un cumpleaños, en una fiesta, de repente en una clase, les preguntó: ¿han leído a la María Luisa Bombal? ¿Han leído la Amortajada, La última niebla, El árbol? Y la gente no la conoce, entonces yo creo, que es súper importante rendirle homenaje a esas escritoras que la crítica fue dura con ellas, que las biografías se las comieron realmente. Porque además eran mujeres muy estimuladas intelectualmente, que se encontraron en una sociedad como la de mil novecientos diez, como la de mil novecientos veinte, mil novecientos treinta; muy conservadora, muy pacata, muy dogmática. Donde estas escritoras como que no podían ser quienes eran porque no podían sentir, porque no podían confesar que eran lesbianas, que tenían dudas de su sexualidad. Pero hay todo un trabajo muy interesante respecto a cómo esas escritoras trabajaron los cuerpos y de repente, hay escrituras que son muy eróticas. Bueno, uno dice que había mucha valentía para escribir de una determinada manera, yo creo que eso hay que mirarlo: lo de ayer y de hoy para entender que uno cuando escribe no está solo y que te está acompañando una larga tradición encima. Y esa manera, como uno dice que hay que honrar a sus ancestros, yo creo que las escritoras tenemos que honrar a estas mujeres que nos precedieron y que nos permitieron quizás abrirnos un poco más el camino.
ME: ¿En estos momentos tú crees que el liderazgo femenino y el de las escritoras hace falta en el trabajo del resto de la población, como que está demasiado concentrado en la academia o en algunos sectores rompe un poco esa lógica?
MM: Me parece que en ese sentido y retomando y después contesto la pregunta. Respecto a la María Luisa Bombal. Si uno analiza la obra en general de ella, tú te das cuenta como es una obra relativamente breve, sin embargo, se construye de un lugar muy profundo, es decir, estamos hablando de una obra que alcanza en su totalidad, o sea, las obras que recopiló Lucía Guerra que en su momento fue una de las mujeres principales que se encargó de visibilizar su narrativa; son doscientas páginas y la gente habla de La última niebla y habla de El árbol, pero se olvida que también existen Los secretos, Las islas nuevas, Las historias de María Griselda y hay todo un imaginario de cómo ella desarrolla esta prosa poética y que finalmente intenta construir cosas que antes no estaban haciendo. Yo creo que sí, que el trabajo hoy de las escritoras: muchas trabajan en universidades, es cierto, también es como la manera de sustentar un poco esta vida la escritura, o sea, como que ojalá uno pudiera dedicarse cien por ciento a escribir. Conozco a mucha gente que le gustaría hacer eso. En mi caso, a mí me encanta hacer clases, no me imaginaria haciendo otra cosa, sino fuera estar en una universidad. Porque la literatura lo que tiene: es que es un espacio que te empuja muy hacia adentro en la escritura en sí misma y es un lugar de mucha soledad, entonces tú tienes que pasarte ocho horas, nueve horas escribiendo algo, intentando hacer algo, quitarles mucho tiempo a otras cosas para darle a otra cosa. Es importante toda esta lucha colectiva que hoy se está dando. Más allá de esta cosa solitaria que es el ejercicio de la escritura y que necesita ser conectado con otras cosas, es decir, la literatura también tiene que ser un puente de unión hacia las demás personas; como esa figura del escritor solo encerrado en la casa: tomando, escribiendo, sí, está bien para hablar de la vida de Bukowski de alguna manera; interesante y terrible como vivió. Pero yo creo que hoy cada vez a uno le interesa estar más conectado con la gente y de alguna manera lidias mejor con tus fantasmas si es en compañía. Estando en un ejercicio así tan introspectivo como la escritura: solo pueden venir más desvelos, entonces muchas veces es necesario romper con eso para que surja una escritura, creo yo, más luminosa a pesar de toda esta oscuridad que muchas veces tienen los relatos, la poesía y la novela en general.
ME: ¿Cómo ves este nuevo desarrollo, la perspectiva, no solo de lo que es narrativa, sino de lo que tiene este sentido social y público que tiene la Universidad Alberto Hurtado?
MM: Hago cursos de periodismo narrativo, hago cursos de escritura creativa. A mí me impresionó eso, bueno este año se abrió este optativo de formación general donde podían participar los estudiantes/as de todas las carreras de la facultad de ciencias sociales. Y llegaron como cincuenta personas que querían, de sociología, antropología, de psicología, tener un espacio para leer. Además, dicto bibliografía solo de literatura de mujeres. Como que voy ahí cambiando entre la literatura de ayer y hoy. Finalmente tuvieron que cerrar el curso en treinta y cinco personas y además hago este magister de escritura creativa donde, claro, hay muchos periodistas, pero también hay de otras profesiones. Yo creo que es muy interesante esta profesionalización de la escritura en los distintos espacios. Cuando yo me fui afuera a hacer este master, estaba revisando cuales eran los programas de escritura creativa que existían en el mundo y me encontré con este de España, había otro en EE.UU. que me llamaba la atención, finalmente me incliné por el primero, porque me interesaba además está literatura hispanoamericana y poder profundizarla y estudiarla, etc. Pero cada vez se han ido abriendo más programas, o sea, los magister que conocemos hoy y a los programas que actualmente se dan se suma ahora, por ejemplo, el programa de magister de escritura creativa de la Universidad Adolfo Ibáñez, que va a ser el primer magister de escritura creativa en Chile; voy a ser profesora en el taller de novela. Y lo que veo es que hay mucho interés por esta institucionalización de los talleres de creación literaria y por darle este formato donde las personas puedan ir a aprender, donde se vaya mezclando la teoría y la práctica, donde tú tengas ciertos referentes que te permitan ir desarrollando tu propia escritura. Porque si bien es cierto que, la literatura es un camino bien solitario, es bien importante las lecturas que vas teniendo, yo siempre digo que también depende de uno como vas buscando nuevos autores, como vas leyendo ciertos poemas, como vas trabajando esos espacios; es bueno también aprender de lo que te dicen los otros y de lo que saben los demás. No sé, el año pasado, por ejemplo, tome talleres con Alan Paul, con Leonardo Padura, con la Leila Guerriero; porque considero que esas han sido algunas ventajas que nos ha traído la pandemia que tiene que ver con estos espacios de colectivos donde uno finalmente puede ir aprendiendo mucho de estos adultos, de estos, quizás padrinos o madrinas mayores que te van a empujar también a encontrar como esta voz. Porque lo más difícil yo creo cuando alguien empieza a escribir tiene que ver con este miedo de sobre qué voy a escribir o por qué valdría la pena que yo escribiera algo o la inseguridad respecto a la hoja en blanco. José Donoso decía la seca y uno revisa y esa esa es la historia de muchos escritores que de repente decían, bueno es que me quedo vacío. Incluso, muchos escritores no volvieron a escribir más. La María Luisa Bombal reconoce en sus diarios, en un momento, y dice: ‹‹no sé si alguien puede ver placer en la soledad y la escritura me producía eso. De que me sirve ser la autora de La Amortajada si no soy feliz o me siento poco querida››. Y uno entiende porque de repente escritores como Juan Rulfo dejaron de escribir. Juan Rulfo tuvo Pedro Páramo, El llano en llamas, pero en un momento se cortó. Se cortó como eso y también tenía que ver con la ansiedad que te producía la escritura y yo creo que ahí faltaba en esas vidas que he estudiado de alguna manera, esa compañía con el otro y estos cursos, talleres, posgrados que se han multiplicado con la pandemia, porque hoy en día por zoom nos encontramos todos. Yo en los talleres literarios tengo personas de todo Chile, personas que viven en el extranjero; te permite enfrentar tus propias dudas: esta idea un poco del otro como un espejo y empezar a mirar que se puede aprender de las críticas que se le hacen en un taller a otra persona. Y permanentemente mezclar esta práctica con la teoría. Yo creo que el camino del escritor está lleno de libros y también tiene que estar lleno de minutos y momentos donde tú destines tiempo para tu propia escritura. Por eso es tan bueno leer autores que te vuelan la cabeza porque a mí me pasa siempre y les digo a los alumnos/as lean un poema y les van a dar ganas de escribir, lean algo que sea muy bueno muy potente. Me pasa, que yo leo a la Virginia Woolf y la forma exquisita que tiene de abrir, de contar, por ejemplo, la luz que impacta en una hoja, en un tallo, y no tiene miedo a perderse cuatro o cinco páginas con una descripción. Bueno en esas descripciones que muchas veces pueden ser cansadoras, porque hay todo un ejercicio de descubrimiento, uno va encontrando también, aquellas cosas que te van a servir para ir consolidando tu propia voz narrativa. Yo creo que de tanto que uno lo intenta, finalmente terminas encontrando el lugar de donde le quieres hablar al mundo, a los demás.
ME: ¿En tu caso cuál crees que es la clave para que te concentres, desarrolles la pluma, escribas el gran ladrillazo y después empieces a pulir para que quede al menos conforme contigo mismo? ¿Cómo desarrollas ese proceso del viaje?
MM: Yo he sido muy desordenada y estructurada cuando escribo. Cada novela ha sido un proceso en sí mismo. No podría decirte que hubo una manera o un método en que yo me enfrente al papel en blanco y luego salió la siguiente y la siguiente. Siempre digo, la literatura es como la vida, los libros son un poco como los amores y a veces ni siquiera te sirve mucho como la experiencia previa de la primera, para no equivocarte en la segunda o no tener ciertas fallas. Entonces, mi primera novela yo la sentí como un lugar de mucha pulsión, mucha intensidad, de mucha pasión. Me pasa que de repente cuando me invitan a conversatorios o a lecturas o me piden que lea un fragmento; que elija algo, y me paso ahora, que se reeditó en Colombia, entonces me tuve que acercar a algo que había escrito en el dos mil trece, y decía que increíble, como que chorreaba intensidad; era una cosa muy apasionada y me gusta encontrarme con alguien que quizá ya no soy, pero que está un poco el alma, esa idea de cómo la voz te va cambiando: cuando uno escucha grabaciones de uno hace diez años, uno dice uy, la voz distinta que tenía. Pero igual se reconoce como el alma. Ahí yo no hice ninguna estructura, no seguí ninguna regla, empecé a escribir a construir una historia. Me acuerdo que estábamos en una clase en el magister de escritura creativa y de repente el profesor dijo: tienen quince minutos para escribir un relato y todos los martes era un poco así, y yo pensé como en los tacos del piso de arriba en el departamento que vivía en Madrid y a partir de esos tacos se fue formando todo lo demás hasta que la crítica dijo este es un libro feminista, de violencia de género, y claro, tú después con el tiempo vas entendiendo como sí, pero nunca pensé que quería escribir esto: surgió, pasó. Creo que uno después va perdiendo la inocencia, con Antes del después pasó que conocí a una joven en Madrid que me dijo que ella había decidido irse a España, era chilena, el día en que su papá no se iba acordar más de ella, porque tenía un alzhéimer precoz y me estuvo contando el vínculo con su padre y me dio vuelta todo este tema de la memoria, del alzhéimer como la enfermedad del olvido, la memoria histórica, después decidí que el padre podía ser un violador de derechos humanos y bueno, ahí se fue inventado y armando. Ahí sí trate de ser un poco más estructurada respecto a lo que quería contar. Y en la tercera novela intenté hacer un ejercicio experimental, a mí me voló la cabeza leer La belleza del marido de Anne Carson. Intenté eso, como romper el lenguaje, romper los tiempos, y ahora con esta novela que estoy escribiendo, que llevo cómo ciento veinte páginas y me gane un Fondo en el Ministerio de las Artes y las Culturas, como que ahora siento que estoy más en ese plan que dices tú, como quizás pensando a dónde voy, qué quiero contar; de repente los resúmenes: hacer un resumen de cada capítulo. Pero creo que la única estrategia que yo puedo recomendar tiene que ver con la disciplina y como le leí una vez a Murakami en sobre De que hablo cuando hablo de escribir. Él dice que es muy fácil escribir una primera novela, incluso una segunda novela, lo difícil es como ir manteniéndote en esta carrera en el tiempo. Y eso me parece fundamental. Una carrera de aciertos y desaciertos, una carrera donde incluso puedes fallar, pero donde cada ejercicio, finalmente, creo yo te va acercando al escritor que quieres ser. A mí me pasa, cuando hay un escritor que me fascina y empiezo a leer todo respecto a ese escritor y todos los libros que ha escrito vas entendiendo la evolución o los retrocesos que va teniendo como ser humano. Finalmente, creo que la escritura tiene un lugar de humanidad y como decía la Alejandra Pizarnik: ‹‹que uno escribe para reparar está herida fundamental››. Que de alguna manera en algún momento igual llegues hacia esa luz que de alguna manera habita en los libros que a uno le gusta.
ME: En El Antes del después tú hablas un poco de la relación que tiene la protagonista con un chico por internet. ¿Cómo se pueden transmitir imágenes o este elemento tecnológico en papel que sale tan logrado?
MM: Yo creo que es imposible que uno no escriba de su tiempo. Así como lo que decía Borges: ‹‹el único mandato que tiene un escritor tiene que ver con representar el tiempo que vive››. Entonces yo, digo a veces, pero bueno cómo uno va escribir hoy si no es con mis personajes mandando un whatsapp, si los personajes están metidos en aplicaciones para encontrar personas, tienen relaciones medias líquidas o intermitentes. El tiempo que vivimos me interesa representarlo. Esos vínculos medios rotos, las familias quebradas, las identidades muy fracturadas, las masculinidades: las viejas y las nuevas, el rol de la mujer. Yo creo que es conociendo mucho respecto a lo que me cuentan, a lo que he vivido, a lo que sé; intentando como reflejar esa situación, esos diálogos. Creo que el escritor tiene que ser un gran observador siempre. Y observador significa detenerse en las personas, en los otros y analizar cómo mueven las cejas, como se ríen, como hablan, como se expresan, como caminan y cuáles son sus defectos. A mí, por ejemplo, me gusta mucho analizar a las personas y con los personajes descubrir cuál es el árbol que no te deja ver el bosque. Creo es fundamental que los personajes estén medio fracturados, pero entender de donde viene esa fractura inicial y como entonces esa fractura inicial los va determinando en otras esferas de la vida. Y todos tenemos ese árbol que no te deja ver el bosque: puede ser una adicción, puede ser una violencia, puede haber sido una relación antigua en que te quedaste entrampado, pueden ser inseguridades a puntos específicos. Entonces, creo lo interesante de la literatura y en especial la de hoy es cómo termina siendo un espejo, es decir, por qué tantas novelas en primera persona, por qué tanta escritura del yo; porque las personas se quieren encontrar en los libros también. Las personas quieren respuestas de cosas que están viviendo, que les está pasando y los libros suponen una puerta que muchas veces no encuentran en relaciones cotidianas para conversar este tipo de cosas. Y por eso, la escritura, finalmente, puede ser algo muy revelador y que se necesita como decía Bolaño: ‹‹ser valiente››. Creo que uno necesita perder el pudor y perder la vergüenza para tratar sin tapujos una escena de sexo, un diálogo erótico o un mero encuentro que puede llevarte a algo más.
ME: ¿Qué pregunta le dejarías al próximo invitado/a?
MM: ¿Si cree que la literatura necesita comprometerse de alguna manera con las personas?
Montserrat Martorell Colón. Escritora y periodista de la Universidad Diego Portales, es Máster en Escritura Creativa y Candidata a Doctora en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado en Revista El Periodista y Radio Universidad de Santiago, entre otros medios de comunicación. Actualmente está dedicada a la docencia en distintas universidades chilenas y a la realización de talleres literarios donde prepara a futuros escritores. Es autora de las novelas “La última ceniza” (Oxímoron 2016/Editorial Palabra Libre 2021/Premio Lector 2017), “Antes del después”(LOM Ediciones 2018) y “Empezar a olvidarte” (Editorial Turbina 2021). Ha viajado por casi cuarenta países y vivido en ciudades como Buenos Aires, Madrid, Santiago de Chile y París. Actualmente escribe su cuarto libro.
Link entrevista completa: