CUENTOS DE RODIO: LA BUENA TIERRA

 

 

LA BUENA TIERRA

Por Horacio Martín Rodio 

 

Su familia está obsoleta, la filosofía que la guía ha caducado hace setenta años, eso los ha hecho a todos ustedes genéticamente recesivos, por eso engendran hombres inútiles, que devienen diplomáticos afeminados o artistas esquizoides; y mujeres como usted o su madre, que no registran los cambios de los tiempos y pretenden seguir viviendo en una nube; su familia, señorita, todavía no acaba de entender el caudillismo mágico que ustedes generaron, uso la palabra entender como una metáfora de aceptar, y el país ya está en el nacional populismo, éste que ama el capital.

Exacto, darwinismo puro, usted lo ha dicho. De eso se trata. Es Darwin, no Freud, el gurú de estos tiempos. La sobrevivencia del más apto.

No se equivoque, no es la tierra, tener la tierra en estos tiempos es baladí, casi ingenuo; es más, se expone uno demasiado a la voracidad fiscal teniendo tierra a su nombre. Por ejemplo, la sociedad con mis hijos la presido yo, pero las decisiones las toman ellos, y ellos, cuando me ven comprar tierra, piensan en el geriátrico, tengo que hacerlo por mi cuenta y casi a escondidas. Mis hijos observan el contento que me embarga con la escritura de otro campo de su familia y me miran como si fuera un poeta del siglo diecinueve. Ellos no saben, y tal vez a mí me alegra que no sepan, por qué me hace tan feliz tener la tierra de los Paz Acevedo.

Es que lo que cuentan hoy son las máquinas, un buen tándem de siembra directa, sembradoras, fumigadoras, cosechadoras y tolvas; en realidad, unos cuantos, porque también es importante la velocidad, ya que con un lote de veinte o treinta sembradoras se termina con un campo en el día; ni siquiera silos hacen falta, ahora, con las bolsas, uno vende cuando le conviene, muy pronto, ser propietario, será estar a merced de otros que entendieron mejor el juego, casi tan triste como antes arrendar.

Claro que nada impide ser propietario y comprar máquinas, pero hay que estar atento y comprometido para eso, si no, es antieconómico; a las máquinas hay que amortizarlas para poder renovarlas y estar actualizado, eso implica un nervio depredador que las generaciones de su familia, a la que usted y su madre pertenecen, ya han perdido; porque, ahora, con la soja, tierra es lo que sobra. Ahora, señorita, hay tierra disponible en provincias que antes eran inviables, y, si el gobierno se pone denso con los impuestos, hay tierra en Uruguay, el Uruguay que siempre está, en Paraguay o en la medialuna de Bolivia, hasta en Brasil hay tierra, claro, si uno tiene la capacidad de fuego suficiente, porque Brasil es Brasil.

Le explico, ahora hay satélites que obtienen información del clima, el resultado de ese sondeo se carga en una base de datos, y, en base a esos datos, los pooles de siembra van con un ingeniero agrónomo, mis hijos son ingenieros, le toman una muestra de tierra, calculan el costo y el rinde, y ofrecen un valor promedio de arrendamiento; el dueño de la tierra ya tiene poco margen para decidir: información y tecnología, ésa es la llave del éxito.

Los terratenientes como su familia son una especie en extinción ya obsoleta. Sí, claro, yo también; pero para mí, tiene valor sólo la tierra de los suyos. En todo caso, yo, soy anacrónico, es que mis abuelos y mis padres agonizaron sobre esos campos, siempre al borde de la supervivencia. No recuerdo bien ¿cómo nos llamaba su abuelo?, sí, el que fue ministro del presidente de facto Agustín P. Justo, el último con agallas en su familia, si, ya recuerdo: Chusma ultramarina. Eso éramos: la chusma ultramarina.

Su madre tiene mi edad ¿lo sabía?, cuando íbamos a pagar el arriendo y quedábamos desnudos ante su padre, con los bolsillos dados vuelta, ella andaba merodeando y se reía. Recuerdo que su madre se reía de mi ropa y se tapaba la nariz porque olíamos como huelen los que trabajan de sol a sol; vea señorita, éramos limpios, no vaya a creer, sobre todo para ir a ver a su familia; pero cuando sudar es un hábito, el sudor es un olor omnipresente, se impregna en la ropa, en el calzado, en la piel; claro que está la comida también, la comida de los gringos favorece la transpiración, mucho ajo, mucha cebolla, mucha verdura y pimienta; y el vino, es verdad, el que está todo el día sobre el surco, si no toma vino, se derrumba.

Yo no la sujeto allí, no se equivoque, a su madre la tienen presa en esa casa las deudas de su tío, el embajador; después de la muerte de ese inconsciente, en el cual la familia había puesto tantas esperanzas, todos los deudores cayeron sobre ella. Yo ya le he comprado la tierra y la casa, pero con eso no le alcanza a su madre para pagar las deudas, corre el riesgo de ir presa, usted sabe. Yo le he ofrecido diez mil dólares por mes, siempre y cuando ella viva en esa casa, eso es lo que le hubiera rendido el pedazo de estancia que le quedaba; y es lo que actualmente le permite pagar las deudas y sobrevivir con ciertas estrecheces, no lo niego; pero usted no sabe cómo desarrollan la imaginación las privaciones.

Usted estudiaba filosofía, ¿verdad? Sí, lo admito, he seguido con interés el devenir de su familia. Cuando usted se fue a Buenos Aires a estudiar, pensé: Agronomía o Veterinaria, tal vez Economía; pero no, usted me sorprendió con Filosofía. Entonces me interesó mucho saber qué era la filosofía. Sí, he leído algunos libros, lo confieso, y no es que desmerezca la filosofía, pero en ese momento supe, sin ninguna duda, que este día llegaría inevitable. No entendía ni entiendo aún cómo podría usted sacar provecho de la filosofía, apreciar verdades tan contundentes; después de todo, no es una ciencia afín a su clase. Leyendo a Hegel entendí la crueldad de sus ancestros, la voluntad, ésa era la explicación; la voluntad dominante arrasa con las aspiraciones y los deseos de otras voluntades más débiles. La voluntad es la que vulnera la ética y altera la noción del bien y del mal, pero su familia se quedó detenida en el segundo estado de la dialéctica. ¿Lo recuerda? Primer estado: la afirmación, sus ancestros se transforman en amos; segundo estado: la negación del esclavo; pero ha ocurrido un tercer estado que ustedes no asimilaron: la negación de los esclavos a los amos. La negación de la negación. Los esclavos, al adueñarse de la materia, se adueñaron de la cultura. Ese tropiezo de su familia hacia el tercer estado les ha impedido llegar al cuarto: la conciliación de los deseos; entonces han perdido el reconocimiento y con él, el poder. Ha leído a Foucault, supongo; bueno, según mis módicos conocimientos, una de las ideas que sostuvo era que el poder construye la verdad. El poder impone la verdad que los demás deben aceptar. Cuando su abuelo tenía el poder, nosotros éramos la chusma ultramarina; ahora, yo tengo el poder y ustedes son obsoletos.

Sí, no lo dude, el del dinero ¿cuál otro? ¿O usted piensa que el poder de sus ancestros era moral? En su familia hay contrabandistas, encomenderos, esclavistas, pulperos usureros, asesinos de indios, políticos prostibularios, y algún soldado de la independencia también, no se lo niego. Sí, si me he informado bien, lo admito, y con todo eso ustedes construyeron un feudalismo tardío; pero cuando, en el siglo diecinueve, Inglaterra sacrificó a sus fisiatras para hacerse imperio, se produjo un corrimiento de la ruralidad hacia la periferia de los centros de poder que benefició a la Argentina y que su familia juzgó eterno. Pero ese tiempo acabó y con él sus conflictos, ya no hacen falta esclavos ni vasallos. El mundo que proponen mis hijos es más radical y menos conflictivo, ya no hay más explotados ni humillados, los han barrido sin ofrecerles ninguna alternativa. Ya no habrá más menesterosos en estos campos de Dios, sólo máquinas y maquinistas. Ha muerto el sujeto. Es la época del dominio de los entes.

Su padre nos recibía en la biblioteca de la casa, me alegró saber que aún la conservan, tal vez ahora que tengo tiempo me dé el gusto y le haga los honores. Sí, la biblioteca también es mía, lo dejé muy claro en el boleto de compra y venta, la casa con todo el contenido; su madre saldrá de ahí, si es que decide salir, solamente con lo puesto. No, no sabía que aún la conservaban, porque no he vuelto a verla nunca, cuando la visité a su madre para firmar la escritura, elegí la cocina.

Verá usted, cuando ella se reía, yo estaba incómodo en esa biblioteca, cuando por fin me tocó reír a mí, firmamos en la cocina, un lugar más afín a la chusma y que a la vez su madre detesta. Sí, claro, es el lugar de la servidumbre; pero también es el lugar del fuego, y la chusma ultramarina, como yo, tiene costumbres tribales.

Entiéndame, lo que yo quiero es que su madre amanezca cada día de su vida en medio de esa pampa que alguna vez fue suya, que abra la ventana, que salga y vea campos de soja hasta donde le dé la vista, soja ajena en tierra ajena, que para salir al pueblo use el convenio de servidumbre que le he concedido para atravesar mis campos, campos que alguna vez fueron de ella y que, para evitar la cárcel, deba vivir ahí toda su vida, por dinero, por mi dinero de chusma.

Si ella decide irse no hay dinero. Es libre de dar el portazo cuando quiera, pero el dinero sólo lo va a recibir si vive allí. No, no es la casa, si decide marcharse la derrumbaré hasta los cimientos, le pasaré el arado por encima. Dentro de un año, debajo del manto verde de soja, ni usted ni ella reconocerán el pedazo de tierra que les dio identidad, quitaré, además, todas las referencias, volveré esa tierra a su inocencia primitiva.

Libre del recuerdo de los suyos. Libre de aquellas risas.

 

 

Horacio Martín Rodio (Buenos Aires Argentina, 1954), escritor. Ha publicado los siguientes libros de cuentos Palabras de piedra. Ediciones Baobab (1999), Media baja. Ediciones Dunken (2012), La insistencia de la desdicha. Editorial las Ruinas Circulares (2018) y El cinturón de Orión. Editorial del Municipio de Las Flores. Entre los varios reconocimientos que ha recibido se pueden mencionar los siguientes: Primer premio Concurso de cuentos J. L. Borges Ciberboock 1996, Primer premio Concurso de cuentos suburbanos 1997 Ediciones Baobab, Primer premio IV concurso de cuentos “Traspasando fronteras” Universidad de Almería (España) 2009, Primer Premio Concurso de cuentos El Zorza. Argentina.l 2012, Primer Premio Cuento Concurso Mario Nestoroff 2013 San Bernardo. Chaco. Argentina, Primer premio Cuento Floreal Gorini, Centro Cultural de la Cooperación, 2015, Mención Cuento Premio Julio Cortázar La Habana. Cuba. 2015, Única mención de Honor IV Premio Internacional de Novela Héctor Rojas Herazo. Colombia 2020, Primer premio de cuentos Ciudad de Pupiales Fundación Gabriel García Márquez, Nariño, Colombia. 2021, y Primer premio libro de poesía. XV Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares. Las Flores. Provincia Bs. As. 2021.

Una respuesta a “CUENTOS DE RODIO: LA BUENA TIERRA”

  1. Feroz como siempre, Horacio Rodio. Merecés que te lean y te den el lugar lógico y alto que otorgan tus cuentos (y novelas) en un mundo donde solo giran los acomodos eternos y lo livianamente comercial.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *