NUEVE POEMAS DE IGNACIA DE LARA

 

SELECCIÓN DE POEMAS 

 

 

RECUERDOS

 

Aquel, lejano ya, tiene fulgores

de una lámpara azul siempre encendida,

¡hora blanca de la luna! enaltecida

con el blasón de las primeras flores.

 

Este pleno de luz, todo esplendores,

¡hora rubia de sol! alba encendida

del solo amanecer que fue mi vida

apoteosis de lumbre hecha colores.

 

Mas… si a la mar me lanzo de mi historia

y tu estela diviso, estremecido

pierde mi pulso su remar sereno;

que ha dejado tu nombre en mi memoria,

¡un recuerdo negruzco corroído

cual la trágica huella de un veneno!

 

 

EN EL LIBRO DE AQUEL TRISTE

 

La noche negra y el sendero estrecho

marcho envuelto en tremendo torbellino,

si quiero descansar, viene el destino

trenzando espinas a formar mi lecho.

 

Ya no puedo seguir, roto y maltrecho

me he tirado en el borde del camino,

¡ha tiempo ha muerto mi alma, y nadie vino

a poner una flor sobre mi pecho!

 

Yacente estoy de cara al infinito,

y a mi Padre y mi Dios clamo en un grito

con ronca voz que el llanto desentona;

 

¡Padre del alma! que al finar mi historia

quieres decirme, ‹‹ven››, esta corona

es tu dolor que se volvió tu gloria.

 

 

LA FECHA Y EL LUGAR

 

¡Todo el pasado…! Yo lo habré de ignorar eternamente;

lo que he sabido es un dolor vehemente,

hecho doble dolor por lo ignorado.

 

Y sé que, en más de un pecho, sepultado

esta el doble secreto arteramente,

y por borrarlo diera ciegamente

las migajas de bien que me han quedado.

 

A veces, en mi horrible desconsuelo,

tras una honda de fuego, otra de hielo

trueca de loco desdés mi loco empeño,

y en otras…, de mi amor en el exceso,

por arrancarle su secreto… ¡sueño!

en partirle la frente con un beso.

 

 

JAMÁS PUDE SOÑAR

 

Jamás pude soñar creciera tanto

este nuevo dolor no presentido.

Acaso arraigó más, por haber sido,

abonado sin tregua por mi llanto.

 

Nacido en un momento entre el espanto

del pobre corazón despavorido,

es ya un árbol gigante que ha crecido

entre el hielo mortal del desencanto.

 

Y al saber tú la hondura de mi duelo

y en qué forma me asalta el desconsuelo

con sugestiones súbitas y extrañas,

¡que eleve mi dolor siempre me dices!

La copa está hacia el cielo; las raíces,

clavadas duramente las entrañas.

 

 

ASÍ FUE

 

En noche helada, cual ninguna oscura,

de aquel balcón tan tibio en el verano,

con el hierro al rozar sentía la mano

un intenso dolor de quemadura.

 

Yo, temblando de frío y amargura,

te hice saber que conocía el arcano

de tu extraño vivir luchando en vano

con tus vicios sin freno y tu locura.

 

Me llamaban ¡furiosa y conmovido

te di el adiós que decidió la vida

con una voz que el llanto entrecortaba!…

 

Se tropezó tu mano con la mía,

y tan fría la encontré, pero tan fría,

que como el hierro del balcón, ¡quemaba!

 

 

MI DOLOR

 

Es un dolor mitad melancolía

mitad iracundia desbordada y fiera,

que unas veces en llanto degenera

y otras veces es fuerte rebeldía.

 

Es que puse en amar la poesía

todo el calor de la interior hoguera

y a impulso de ese fuego brotó fuera

la lava del volcán que dentro hervía.

 

Y al ver que vierto mi interior esencia

y la absorbe la seca indiferencia

¿queréis que os pinte mi dolor ignoto?

 

Es cual, si por mi culpa envilecido,

a un hijo viera de mi amor nacido

solo y hambriento, despreciado y roto.

 

 

RESUCITO

 

En medio de los míseros despojos,

me vinieron a hablar voces amigas;

a lo más alto levanté los ojos…

y en el campo de estériles rastrojos

me puse a desgranar unas espigas.

 

 

PARA MIGUEL

 

Para ti: porque vendrán tus manos presurosas

manos de alentador, manos amigas,

a coger estás míseras ortigas

como si fueran un montón de rosas.

 

 

AYER

 

Ayer, indiferente, he despedido,

la postrera ilusión, que me alentaba,

¿qué puede ya importarme? si he perdido…

¡la que ceñida al corazón llevaba!

¡La dorada! ¡La azul, la solo mía…

La que tanto mimé, y amaba tanto…!

Tras un violento espasmo de agonía,

fue enterrada la tarde aquel día…

¡en la fosa común del desencanto!

 

 

Ignacia de Lara (Las Palmas de Gran Canaria, 1880-1940). Maestra y poeta cercana al modernismo y comprometida en la lucha por la igualdad de los derechos de la mujer y de la clase obrera. Fue presidenta de la  institución Acción Popular de la mujer con el objetivo de conseguir mejoras sociales y culturales. Se postuló al cargo de diputada a las Cortes de España en 1933, pero no fue elegida por el hecho de ser mujer. Su primer libro publicado fue Para el perdón y para el olvido (1924).

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