CUENTOS DE RODIO: ESTA SOY YO

 

 

ESTA SOY YO

Por Horacio Martín Rodio 

 

Esta es mi mano. Esta soy yo. Esta es mi casa.

Esta es la lona engomada de carnear los chanchos. Estos los ojales para las sogas de arrastre. Esta soy yo, con las sogas alrededor de mi cintura, arrastrando el cuerpo muerto de un animal sobre la lona engomada de carnear los chanchos.

Esta soy yo. Esta es mi mano. Este, un cuchillo ensangrentado.

Esta soy yo arrastrando un animal muerto en el patio de la casa, de mi casa, la casa de mis padres. De mi madre y del animal enterrado a su lado.

Esta es la mesa del patio de mi casa que antes fue la casa de mis padres, puedo reconocer la mesa, la mesa es la misma a pesar de los años, puedo sentarme a la mesa, puedo estar segura de que es la misma mesa sin tocarla. Solo la toco para asegurarme.

Al principio fue una novedad. Algo inesperado que soporté con asombro y un poco de curiosidad. No digo que no sabía, acá en la isla todo eso se sabe, la naturaleza nos invade por todos los costados, en forma física y espiritual. Sabía. Esperé que se detuviera. Tal vez debí hacerle entender de otra manera que se detuviera.

Perplejidad eso fue, ‹‹linda nena››, una especie de indefensión nacida de la perplejidad, hasta que entró en mí, ‹‹sin llorar que ya estás grande››, hasta que sentí mi sangre tibia mojando la cama.

‹‹Linda nena. Sin llorar que ya estás grande››.

Esta soy yo. Dije. Estoy sangrando. Dije. Esta soy yo. Dije, y me retorcí, y de nada le valió sujetarme las manos, le clavé una rodilla, mi flaca rodilla en la panza, y rezongó de placer, y se vació encima de mí, y le alcancé a dar el otro rodillazo en los huevos, y rezongó de dolor, y se le aflojó la verga y le colgó muerta como si fuera un caballo.

Le vi la sonrisa y en la sonrisa le vi el cálculo, y supe que la próxima vez no lograría evitar que me llenara de eso que ahora se mezclaba en las sabanas con mi sangre, de a poco se mezclaba. Mi sangre era más espesa; pero esa leche era porfiada y se metía en la sangre.

Esta soy yo. Esta es mi mano. Esta mi almohada. Este el cuchillo de carnear debajo de mi almohada. Este es mi padre, viudo y borracho. Estas son sus manos abriendo mis piernas. Mis piernas que se abren de a poco, para mantener ocupadas sus manos. Esta es mi mano.

Esta es mi mano. Esta soy yo. Este, el cuchillo de carnear debajo de mí almohada. Este, el cuchillo en mi mano. El cuchillo de carnear entrando en su cuello. Su cuello sujeto por sus manos que no logran evitar que sangre como sangran los chanchos.

Mis piernas libres de sus manos, sueltas, etéreas. Casi capaces de volar de tan leves mis piernas. Esta soy yo. Estas mis piernas. No vuelan.

Esta es mi casa. Este el patio de mi casa. Aunque todo cambia, este, es el patio de mi casa. Yo nunca me he ido a ningún lado. Entonces, este es el patio de mi casa. Todo, todo cambia. Hubo un tiempo. Hubo amor. Hubo tiempo en que hubo amor. Todo acaba. El tiempo no. El tiempo está lleno de novedades. Cosas raras.

Esta es la lona engomada de carnear. Este es un cuerpo muerto que arrastro hacia los fondos del patio de atrás. En el límite de la casa. Luego la isla se hace tierra de nadie. Hacia el camposanto dónde está enterrada mi madre lo arrastro.

La tumba de mi madre se hundió en el centro y se hizo un pozo, todo a lo largo, del tamaño de su cuerpo, aunque parecía más chico el hundimiento que el recuerdo que yo conservo del cuerpo de mi madre; pero no estaba consumido el cuerpo de mí madre en mí recuerdo. Y la tumba estaba y está cubierta de un pasto siempre verde, un verde intenso, siempre, siempre. En invierno y en verano.

Hay días en que el aire está cargado de algo extraño, y hay el calor que me lleva a mojar las piernas en el arroyo, a subirme la pollera cuando pasan los botes de los junqueros o los indios mariscadores, y hay peones. Así se consiguen hombres para las cosas pesadas. Todo cambia. El tiempo está lleno de novedades y es difícil entenderlas. Cuando las cosas se repiten, siempre igual, todo es más fácil.

‹‹Sin llorar, nena linda, que ya estás grande››.

Le dije a mi padre que llenara el pozo de la tumba de mi madre con tierra. Él dijo que ella no se daba cuenta, que ya no se enteraba de nada. Yo misma lo llené con la pala. Yo logré que siempre fuera un montículo la tumba de mi madre.

Y al lado del cuerpo de mi madre está el pozo del cuerpo de mi padre, igual, igual. Primero un montículo. Luego, el tiempo y el agua de las lluvias lo dejaron plano, al ras. Solita la tierra baja, sin necesidad de pisarla, y finalmente, cuando la tierra se bebe toda la sustancia y los cuerpos quedan en los huesos: se hace un pozo cubierto de pasto duro y verde y tenaz.

El pozo de mi padre no lo llené nunca. Está el montículo de ella y el pozo de mi padre. El montículo es el de ella y el pozo es el de él.

Esta soy yo. Esta es mi mano. Esta es la pala. Este es el pozo. Este el cuerpo del animal. Este el montículo que después se hará un pozo con la forma de un cuerpo mezquino y cubierto de pasto verde, inmutable y porfiado. Como el de mi madre primero. Cómo el de mi padre. Como esos otros de al lado.

Esta es mi mano. Esta soy yo. Esta es la mesa, la misma de antes. Hubo un tiempo y hubo amor. Ahora nada.

Esta soy yo. Esta es mi mano. Esta es la mesa. Esta es mi casa. Esta casa de siempre, a la que le ha crecido hacia el centro de la isla un cementerio inexplicable.

 

 

Horacio Martín Rodio (Buenos Aires Argentina, 1954), escritor. Ha publicado los siguientes libros de cuentos Palabras de piedra. Ediciones Baobab (1999), Media baja. Ediciones Dunken (2012), La insistencia de la desdicha. Editorial las Ruinas Circulares (2018) y El cinturón de Orión. Editorial del Municipio de Las Flores. Entre los varios reconocimientos que ha recibido se pueden mencionar los siguientes: Primer premio Concurso de cuentos J. L. Borges Ciberboock 1996, Primer premio Concurso de cuentos suburbanos 1997 Ediciones Baobab, Primer premio IV concurso de cuentos “Traspasando fronteras” Universidad de Almería (España) 2009, Primer Premio Concurso de cuentos El Zorza. Argentina.l 2012, Primer Premio Cuento Concurso Mario Nestoroff 2013 San Bernardo. Chaco. Argentina, Primer premio Cuento Floreal Gorini, Centro Cultural de la Cooperación, 2015, Mención Cuento Premio Julio Cortázar La Habana. Cuba. 2015, Única mención de Honor IV Premio Internacional de Novela Héctor Rojas Herazo. Colombia 2020, Primer premio de cuentos Ciudad de Pupiales Fundación Gabriel García Márquez, Nariño, Colombia. 2021, y Primer premio libro de poesía. XV Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares. Las Flores. Provincia Bs. As. 2021.

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