Poesía: La casa es el cerebro y otros fragmentos. Diego Alfaro Palma

Créditos: Juan Ignacio Alfaro

 

Selección de poemas de Diego Alfaro Palma

 

 

Fragmentos de La casa es el cerebro (inédito, 2018 – 2022)

IV

El fantasma de mi abuela vino a ver las rosas

pasó con su chaleco amarillo

su falda a cuadros

crecían varias flores silvestres en su pecho

calabacillo ñilhue quilloi

mitrún no me olvides

sacando agua de donde no había

para que los botones se abrieran blancos

y blancas también las estrellas

luego parpadeando en colores

señales de un mundo de cristal

como sus jarrones

que ahora me acompañan

en ellos veo su reflejo

cuando viene a cuidar mis rosas.

 

 

VIII

En la época de los incendios, preserva margaritas para ti. Cuando los automovilistas lancen un cigarro encendido, preserva esas margaritas para ti. En el momento en que bajen los aviones con su agua sobre los pastos, en el momento en que los bomberos acerquen sus carros. Guarda la canción de los pastos en ti.

 

El día en que arrojen sobre los vertederos clandestinos, preserva manzanilla para ti. La noche en que se encienda el cerro y pasen los días y el viento mueva los fuegos, preserva manzanilla para ti. Estarán las brigadas con su arena, estarán las mujeres con baldes respirando ceniza. Guarda la canción de los pastos en ti.

 

La luz será como ver debajo del mar. La ceniza sobre tu pelo oscuro. La ceniza sobre tu pelo oscuro. Canta la canción de los pastos en ti.

 

Canta la canción de los pastos en ti.

 

 

XIII

Los arroyos que bajaban no están y con ellos se lavaba verdura. Las avispas bebían de ahí, igual que tú de niña, yendo entre las pozas y algas rojas. Me decías que había que sacar los panales de las tejas, quemarlas con sus larvas en un rincón del jardín. Eran del tipo cartoneras, distintas a las azules, que cazan arañas en los veranos.

 

Los arroyos que bajaban no están, tampoco el puente, ni la Crepe que te crío y vivió por más de cincuenta años con los abuelos. Ella conocía los nombres de los árboles, el silencio con que brotan desde el agua. Nos traía merengues, nos abrazaba con su pelo blanco bajo el ciruelo.

Ella cada tarde le decía al limonero: hola, hijo, cómo te va.

 

Los arroyos que bajaban no están. Están las torres de alta tensión brillando, los condominios a la berma, plantaciones encaramadas de paltos. Nosotros intentamos recobrar la memoria de esos renacuajos, negros como el fruto del maqui, a los amigos que alguna vez fueron nuestros, a ti de joven y a mí de niño, y sólo dimos arriba con el presente: la noche florecida de estrellas.

 

 

XXIII

La casa es el cerebro
y tus amigas seguirán volviendo a ella

porque nada cambió desde que mamá se fue

su fantasma riega el huerto donde estira sus flores el zapallo

las partículas de polvo apaciguan su estadía

revisa libros revistas de moda

innecesario hipotecar esa comunicación de sapos y luciérnagas

la higuera sus grillos y arañas refugiados al crujir de las maderas

Volver a casa es volver a imaginar una familia que habita en el cerebro

las glicinias las perciben niñas        bañadas después de jugar

 

 

De Los sueños de los sueños de Kurosawa (Editorial Audisea, Buenos Aires, 2017; Cuadro de Tiza, Santiago, 2017). Próximamente reaparecerá con versiones nuevas en la antología Las vías del agua, por editorial Aparte.

CUANDO LOS PERROS SUEÑAN CON LOS SUEÑOS DE KUROSAWA ven, en un rincón del campo, volver el viejo escuadrón al valle donde se criaron e hicieron sus primeros amigos; los ven desde una cabaña en la calma del acantilado y, como en un espejismo, la niebla se los lleva de vuelta al reino de quienes se asoman y no regresan.

 

 

CUANDO LOS SUEÑOS SUEÑAN A LOS PERROS DE KUROSAWA los ven mansos descansar bajo el alero de la casa, es de noche y las luciérnagas pasean entre sus orejas; también los escarabajos se montan en la cola para mirar desde arriba los caminos que dejaron, las casas a las que no volverán.

 

 

(inédito)

CUANDO ELVIRA HERNÁNDEZ ENTRA AL EDIFICIO KAVANAGH, subimos por un viejo ascensor hasta el último piso. Arriba nos esperan con una reverencia. El último piso es un jardín con sus arces, piedras blancas y corrientes de agua que hacen música. En una esquina mi madre y mi hermana observan un ciruelo abrirse a la luz. Kurosawa nos guía hasta una fuente y luego desaparece vuelto un mirlo. Elvira bajo una maceta saca una caja de madera; es de una pátina oscura y con grabados. Al abrirla surge un paisaje de arena, sobre el que arrastra un minúsculo rastrillo, pausadamente. Nos dice: escuchen, este es el sonido de las migraciones.

 

 

CUANDO SOÑAMOS LO QUE SOÑARON LOS OTROS aparecen bosques de pino y eucaliptus para beber el agua de los valles, chimeneas esparcen dióxido de carbono sobre las hortalizas, olas de distintos colores que nada tienen que ver con el color original del mar. Me asomé a la ventana y vi la nube verde del incendio mezclarse con el sol. Quise soñarte para que esas imágenes no fueran un país, pero siempre que intenté soñarte dormías a mi lado.

 

 

EN LOS SUEÑOS QUE TUVE CON LA CIUDAD el ruido no impidió que el agua saliera a borbotones. Supe que debía bajar hasta esas cavernas. Me di vuelta esperando que alguien me recordara. Mi tío iba calle arriba vestido de pescador. Me hizo un gesto desde otro mundo. Yo me alegraba de verlo, aunque se alejaba oscureciendo la avenida y los cerros. Aparecían también mis abuelos y mi perro como luciérnagas revoloteando en los arbustos. Bajé los escalones, llevaba conmigo palabras de los muertos que no pude traducir.

 

 

Diego Alfaro Palma. (Limache, Chile, 1984) Ha publicado los libros de poesía Paseantes, Tordo y Litoral Central; la plaquett Los sueños de los sueños de Kurosawa y los libros-objeto Bolsas y Bicicentrismo. Las prosas del estallido social chileno Mandarinas. Crónicas de la primavera negra chilena. Como editor ha estado a cargo de Poesía reunida de Cecilia Casanova. Sus ensayos sobre poesía chilena aparecieron recientemente en el volumen Trabajos voluntarios. Tradujo El pensamiento zorro, ensayos de Ted Hughes y los manifiestos del artista callejero Banksy en El copyright es para policías. Realizó la muestra de poesía chilena contemporánea Con mi caracol y mi revolver con prólogo de Elvira Hernández. Su libro Tordo recibió el Premio Municipal de Santiago en 2015 y su traducción al inglés, por Lucian Mattison, la selección de la Academy of American Poets en 2018. Sus ensayos y poemas han aparecido en medios de Chile, Argentina, México, Alemania y Estados Unidos.

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