Reseña: El quiebre identitario entre el campo y la ciudad, una relación de ingratitud

 

 

Zurzulita
Mariano Latorre
Edición crítica
Ediciones UAH, 2021, 532 páginas.
Por Miguel Echeverría

La ingratitud de la literatura chilena con el campo, es la misma que sienten muchos chilenos en estas fechas cuando de golpe se enfrentan a la verdad genuina de la identidad nacional. Tal como en la novela que nos legó Mariano Latorre el viaje al centro del país de un citadino es sorprendente proceso de descubrir personajes con hábitos diferentes, terrenos baldíos o provechosos y la conciencia de cohabitar con animales por montón como los tiuques, águilas o el ave que lleva el nombre de esta novela criollista, la Zurzulita.

Esta obra, que llamaremos artefacto en virtud de la cantidad de analistas que participan de la reciente publicación de la colección Biblioteca Chilena en ediciones UAH. El estudio crítico con interpretaciones globales del texto, la historia misma de la obra y sus criterios editoriales, un dossier con los artículos o criticas a la obra, un cuadro cronológico, una biografía del autor y por su puesto la obra misma compone un luminoso trabajo mancomunado que devuelve al lector una responsabilidad mayor al leer este clásico nacional.

Zurzulita, nos pone en contexto, nos devela interpretaciones y encauza la obra en un tránsito histórico que en cierto sentido no deja de pesarnos como habitantes de esta tierra. Nos pone en contexto de cómo pasados los años Chile sigue enfrentando la otredad del indígena con su cultura y la de los colonos o migrantes que siguen llegando. Y como están dispuestos a lo mismo que tú, nos devela interpretaciones de ambas idiosincrasias queencauza la obra en un tránsito histórico en que tanto pueblo conquistador como el pre colombino se declaran héroes y victoriosos, justo en el cordón de valles que protegen Los Andes antes de mirar casi un tercio del océano pacífico, viven dos pueblos que celebran no haber perdido. Eso en cierto sentido no deja de pesarnos como habitantes de esta tierra.

El título de esta reseña no es más que otra provocación de Revista Montaje respecto a la ingratitud que tendría el pueblo chileno con sus orígenes campesinos, porque no decirlo provinciano que en la primera mitad del siglo XX sufrió una sumatoria de transformaciones que tuvo diversos grados de intensidad, pero que nunca volvieron a ser las mismas relaciones humanas. Esta novela nos recuerda las verdaderas existencias comunes de los sacerdotes que espantaban a varillazos sus propias gallinas a la vez que en su perorata dominical llamaba a la paz y al cuidado de los animales, o al comandante de los bigotes amarillos que no dejo su copa en ningún momento y la variada participación de trabajadores del campo que desayunaban con vino o una mistela. El campo se llena de excesos que se transmiten de generación en sus siguientes genes que interrumpen el caudal del progreso que parece ir liderando la ciudad ordenada y trabajólica que promueve el capitalismo. El machismo también es otra característica que se esboza en la voz de Mariano Latorre al hilvanar con suma audacia los valores de la mujer en esas sociedades algo arcaicas del campo en Millavoro. La figura femenina como transaccional junto con la imposibilidad de emanciparse con autonomía, aun siendo por ejemplo una destacada profesora o la mujer embarazada del dueño de la tierra, sigue siendo en la vida del campo una existencia que se encuentra jerárquicamente en medio de los hombres y los animales.

Refranes, cantos y descripciones encandilantes de Zurzulita abren una herida en la compostura del pueblo chileno, nos exponen como un pueblo frágil a las codicias entre los pobres y a las consiguientes traiciones que conlleva ese comportamiento, esa conducta egoísta que se disfraza de fraternidad, pero solo en la celebración desbocada, en la que el patrimonio no se toca. No se comparte la opulencia solo el gusto por el vino, que se vierten en abundancia y los licores destilados que quiebran las cabezas de generaciones dispuestas a todo con tal de un futuro económicamente venidero. Por eso la sensación de ingratitud con nuestro campo nos golpea en estas fechas, quizás por algún familiar querido que nos prepara un autóctono festín regado o por el necesario quite del velo cultural que nos impone la modernidad, donde se pretende ser un ser intachable, de colores brillantes como las zurzulitas pero en el fondo somos unas aves rapaces que cuidan el valle para que nadie nos quite ni la tierra ni el vino, ¡Por dio’h!

Santiago, Septiembre 2022

 

Mariano Latorre

Nació en Cobquecura en 1886. Fue escritor y profesor de literatura de enseñanza tanto
secundaria como universitaria. Cursó sus estudios en el Instituto Pedagógico de Santiago,
donde ejerció como docente de Literatura española, hispanoamericana y chilena. Al cabo
de diez años de ejercer la enseñanza, le fue otorgado el título de profesor de Estado en
reconocimiento a su prematura trayectoria. Sus obras más representativas son Cuentos
del Maule (1912) y Zurzulita (1920), que lo consagraron como padre del Criollismo y lo
convirtieron en referente para otros escritores adscritos a dicho movimiento literario. En
1936 se le otorgó el Premio Municipal de Santiago y en 1944 el Premio Nacional de
Literatura. Murió en Santiago en 1955.

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