Traducción de Ignacio Contador Borquez
Aún había algo de luz en el exterior, pero con las cortinas abajo y la combustión lenta del fuego enviando un tenue e inestable brillo, la habitación estaba llena de sombras profundas.
Brantain se sentó en uno de estos puntos oscuros. Las sombras lo cubrieron, y eso a él no le importó. La oscuridad le dio el coraje para mantener su mirada apasionada sobre la chica que se sentó junto a la luz del fuego.
Ella era muy guapa, con facciones finas y un típico tono de piel morena saludable. Estaba muy calmada mientras acariciaba la manta de satín del gato que estaba acurrucado en sus piernas; y, de vez en cuando, enviaba miradas cautelosas hacia las sombras en donde estaba sentado su compañero.
Conversaron en voz baja de cosas simples que, en un principio, no eran los temas que planearon que ocupasen sus pensamientos.
Ella sabía que él la quería. Un fanfarrón franco sin la astucia suficiente para disimular sus sentimientos, ni las ganas de hacerlo.
Durante dos semanas, él ha estado observándola, y ella esperaba confiada a que se le declarase, para así corresponderle. Brantain se veía insignificante y poco atractivo, pero era inmensamente rico, y a ella le agradaba, y requería de las ventajas que las riquezas podrían darle.
Durante una de las pausas entre su conversación con el útimo té y el siguiente, se abrió la puerta y entró un hombre joven al que Brantain conocía muy bien.
La chica giró su mirada hacia él, mientras una o dos zancadas lo acercaron a ella y, apoyándose sobre la silla, y antes de que ella pudiera sospechar de sus intensiones, la besó ardientemente en los labios, sin antes notar la presencia de su compañero en la oscuridad.
Brantain se levantó lentamente, y lo mismo hizo la chica, pero con mayor rapidez, quedando el nuevo visitante en medio, algo distraído y con clara confusión en su rostro.
“Yo creo”, tartamudeó Brantain, “Creo que me he quedado demasiado tiempo. Te deseo lo mejor.” Tomó su sombrero con ambas manos y no percibió que ella le extendía su mano. No había cambiado el cómo se sentía, pero no se sentía segura de hablar.
– “Me hubiera detenido de haberlo visto sentado ahí, Nati. Sé que es incómodo para ti, pero espero sepas perdonarme esta vez. Porque, ¿cuál es el problema?”
– “No me toques, ni te me acerques”, expresó molesta. “¿Qué haces entrando a la casa sin tocar?”
– “Entré con tu hermano, como siempre lo hago”, respondió de manera fría a modo de justificación.
“Entramos, él subió las escaleras y yo entré aquí esperando encontrarte. La explicación es lo suficientemente simple y debiera satisfacerte el saber que la situación era inevitable. Dí que me perdonas, Nathalie.” suplicó, bajando el tono de voz.
“¿Perdonarte? No sabes de lo que hablas. Déjame pasar. Todo depende de si me propones algo interesante para que llegue a perdonarte.”
En la siguiente reunión, de la cual ella y Brantain habían hablado, ella se le acercó al joven con confianza al verlo.
“Me permitiría hablar con usted un par de minutos, señor Bratain?”, preguntó ella con una sonrisa comprometida, pero perturbada. Él se veía extremadamente triste, pero cuando ella tomó su brazo y caminó junto a él en busca de una esquina con más intimidad; se mezcló un rayo de esperanza con la casi tragicómica expresión de su rostro. Ella fue muy franca:
“Tal vez, no debería haber solicitado esta reunión, señor Brantain, pero, la verdad es que me he sentido muy mal, casi miserable, luego de la situación de la otra tarde. Cuando pensé en cómo usted lo podría mal interpretar y creer cosas que no son.” La esperanza comenzó a ganar terreno ante la miseria en el rostro redondo de Brantain. “Por supuesto, creo que esto no significa nada para usted, pero, por mi propio bien, quiero que usted comprenda que el señor Harvy es un buen amigo desde hace largo tiempo. Por lo cual, siempre hemos sido como primos, casi como hermano y hermana, diría yo. Es el socio más cercano a mi hermano, entre otros títulos que le dan privilegios dentro de la familia. Sé que es absurdo contarle esto, incluso indigno.” Se encontraba al borde del llanto. “pero es de gran importancia para mi lo que usted crea de mi persona.”
Su voz se volvió grave y agitada, mientras la miseria había desaparecido del rostro de Brantain.
– “Entonces, de verdad le importa lo que yo crea, señorita Nathalie? ¿Puedo llamarla señorita Nathalie?” Dieron la vuelta hacia un largo y tenue pasillo que tenía grandes árboles a cada lado. Caminaron lentamente hacia el final del pasillo y, al momento de volver sobre sus pasos, el rostro de Brantain se veía radiante, y el de Nathalie lucía triunfante.
Harvy se encontraba entre los invitados de la boda, y la divisó en un momento en que ella se encontraba sola.
“Tu esposo”, dijo Harvy sonriendo, “me envió para besarte.”
Rápidamente, su rostro y fino cuello tomaron un tono sonrojado.”Creo que es natural que un hombre sienta y actúe de manera generosa en situaciones de este tipo. Me dijo que no quiere que su matrimonio interrumpa la intimidad que existe entre tú y yo. No sé lo que has estado diciéndole” expresó sonriendo, “pero me envió aquí para besarte.”
Ella se sentía como una jugadora de ajedrez que, al mover correctamente las piezas, ve que el juego está tomando el curso deseado. Sus ojos eran brillantes y tiernos, y esbozaba una sonrisa, mientras observaban los labios del otro, ansiosos por el beso que los reunió desde un inicio.
“¿Sabes algo?”, dijo en voz baja. “No le dije nada a él, porque parecería de mala educación, pero a ti sí puedo decírtelo. He dejado de besar a mujeres, porque es peligroso.”
Ella dejó a Brantain y a su dinero atrás. Una persona no puede tener todo en este mundo, y era poco razonable de su parte creer que así sería.
Kate Chopin (1851 – 1904) Nacida en Saint Louis, Missouri, E. U., el 8 de febrero de 1850. Considerada en su tiempo una escritora polémica y desafiante, Chopin expuso, con humor y sin ambages, el conflicto entre la supuesta inocencia femenina y la sensualidad, entre el ímpetu físico y las convenciones sociales y religiosas de la era victoriana. Las tensiones sociales y raciales en la Nueva Orleans de mitad del siglo xix también fueron escenario de su obra. Entre sus publicaciones se encuentra la novela El despertar y varias historias cortas.