Créditos: Juan Galleguillos
Hay ovejas y ovejas
Las que comen de cualquier pastizal
y duermen con una sonrisa de satisfacción
en los potreros.
Las que caminan ciegamente
por los caminos acostumbrados.
Las que beben despreocupadas
en los arroyos.
Las que no trepan por pendientes peligrosas.
Esas van a dar lana abundante
en las esquilas
y serán sabrosas invitadas
en las fiestas de fin de año.
Hay también
las que tuercen las patas
buscando campos de margaritas
y se quedan horas y horas
contemplando los barrancos.
Esas balan toda la gran noche de su vida
encogidas de miedo.
Y hay, por fin,
las malas ovejas descarriadas.
Para ellas y por ellas
son las escondidas raíces
y los mejores y más deliciosos pastos.
A Rimbaud
“Para volver a vernos mañana,
como siempre”
(Inscripción en Nicho 31, Cementerio de Valdivia)
Si supieras, Rimbaud
cómo está la vida en estos días
volverías a irte
y con los nuevos adelantos,
le darías unas cuantas vueltas
a nuestro pobre mundo.
Porque es verdad que todo es difícil.
Es verdad que solemos pasear nuestra precariedad
en los colectivos, gritando por la salvación del alma.
Es verdad que nuestros cementerios crecen
los llenamos de flores
y mandamos a escribir las esperanzas en cemento.
Y es verdad también
que necesitamos fuerzas como la tuya
para tomar por asalto la poesía.
Sí, seguimos sufriendo por las mismas cosas.
Pero tú elegiste meterte de cabeza en el engranaje
Declarando inalcanzable la maravilla
y nosotros sólo desearíamos
que hayas estado equivocado
o que algún resabio de perversidad
te haya hecho callar otra verdad definitiva.
Porque Rimbaud,
el hombre no puede ser tan poca cosa.
Deseo.
El deseo es un barco poderoso
arriando anclas y cadenas
en medio de la noche.
Estallando con el estrépito
de las posibilidades.
Bajo el silencio crispado
el ansia apenas perceptible.
Es también, el despliegue de luces
en las islas de canales tan angostos
donde un barco, más que navegar,
acaricia.
La flor de la dicha
Aquí, a orillas de la mesa
con la ventana entreabierta
y una tetera silbando monocorde,
el instante despliega su andamiaje.
Descanso el rostro sobre el brazo
y me dejo recorrer por esta paz.
Ya antes de todo, ahí
en ese sitio
estaba concentrada la plenitud.
El fuego, la luz, los objetos amados
reunidos en capullo
se abren sin aspavientos.
Es la flor de la dicha
que estalla unos segundos
y perfuma, al extinguirse,
los demás momentos del día.
Miniatura.
Me veo de espaldas a los postes
que sostienen el muelle.
Como las doncellas de estampas infantiles
que esperaban la embestida del toro
rezando iluminadas.
Así me veo.
No estoy de blanco. Ni arrebolada
por el amor eterno:
firmes las piernas sobre la arena
mi palpitar se acompasa en el rugido
de ese mar
que habrá de descuajarme.
Elaboración de la casa permanente
Uno
Mi hermana a veces regresa
y en esos días
construye maquetas
casa en miniatura ventanas armarios
puertas que se abren y – sobre todo –
se cierran.
Elabora muñecos vestidos de fiesta
copa en la mano, ninguno está solo
Cada vez son más pequeñas las varillas
preciosos los trajes
fina la cristalería.
Mi abuela dice que somos víctimas
del fin de los tiempos
que mi hermana llora porque no puede entrar
a su casa.
Dos
Los nuevos tienen discurso, dicen
“nadie quiere una casa con vecinos”
No se hablan, no se hacen señas
de una casa a otra.
Demasiada distancia.
Copas de árboles frondosos
extensiones de la propiedad.
Sueñan una casa una persona.
Aprendieron varias lenguas
Y han viajado
Pero mudos en su heredad
Sin herederos
Tres
Termitas en los envigados
Termitas en los poyos que lo sostienen
Cáncer de los edificios.
Ingresos brillantes, portones eléctricos
Que nada más inaugurarse
empiezan a morir.
Peluquerías pinches copias de llaves
un ciego en la ciudad
se deteriora el espacio de los privilegiados
llegan los otros.
La palabra cargada que expulsa hacia los márgenes
y va colonizando
subiendo con sus escogidos trepando.
Allá van los solos
que no quieren vecinos.
Cuatro
Sobre la mesa,
la jarra del agua transparente.
Al final de la cena
cuando los comensales han salido
cada cual detrás de su sombra
la densa materia líquida
se ha enturbiado.
Afuera es el espanto del mundo
Allá van los heridos
Los desmembrados rotos
Dejando atrás
un refugio en llamas.
Rosabetty Muñoz. Nace en Ancud, Chiloé en 1960. Ha publicado Canto de una oveja del Rebaño, Ediciones Ariel, Santiago (1981); En Lugar de Morir, Editorial Cambio (1987); Hijos, Editorial El Kultrún, Valdivia (1991); Baile de Señoritas, El Kultrún (1994); La Santa, historia de su elevación. Lom ediciones (1998); Sombras en el Rosselot, LOM ediciones (2002) Ratada , LOM ediciones (2005) En Nombre de Ninguna (ediciones El Kultrún, Valdivia, 2008 ); Polvo de Huesos (Ediciones Tácitas, 2012); Chiloé, ovejas en la memoria (Quito, Ecuador, 2016); Hijos (Ofqui Editores, 2016); Ligia (LOM Ediciones, 2019); Técnicas para cegar a los peces (Ediciones UV, 2019); Misión Circular (LUMEN, 2020); Santo Oficio (UDP Ediciones, 2020). La Voz de la Casa (ediciones Universidad Católica del Maule, libro liberado 2021) UCM, libro en papel 2022. Ha recibido distinciones por su trabajo, algunas de ellas son: Premio Pablo Neruda, por el conjunto de su trabajo (2000); Beca Fundación Andes (2000); Premio Consejo Nacional del Libro por Sombras en El Rosselot, como mejor obra inédita (2002); Premio Regional de Arte y Cultura (2012). Premio Altazor 2013 por la obra Polvo de Huesos. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua (2014); Premio a la trayectoria 2018 otorgado por poetas jóvenes y Fundación Neruda. Premio Manuel Montt otorgado por la Universidad de Chile por la obra Ratada (2018). Candidata al Premio Nacional de Literatura 2020. Premio del Círculo de Críticos 2021 por el libro Misión Circular (Lumen 2020) Premio Municipal de Santiago en poesía por el libro Técnicas para Cegar a los Peces (2020-2021) Premio Atenea 2021 por el libro Santo Oficio. Poeta Residente Universidad de Concepción (2022) Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier (2022)
Buena presentación de la poeta y su poesía. Seguiré entrando. Saludos.