A mis enemigos
¿Qué os hice yo, mujer desventurada,
que en mi rostro, traidores, escupís
de la infame calumnia la ponzoña
y así matáis a mi alma juvenil?
¿Qué sombra os puede hacer una insensata
que arroja de los vientos al confín
los lamentos de su alma atribulada
y el llanto de sus ojos? ¡Ay de mí!
¿Envidiáis, envidiáis que sus aromas
le dé a las brisas mansas el jazmín?
¿Envidiáis que los pájaros entonen
sus himnos cuando el sol viene a lucir?
¡No! No os burláis de mí sino del cielo,
que al hacerme tan triste e infeliz,
me dio para endulzar mi desventura
de ardiente inspiración rayo gentil!
¿Por qué, por qué queréis que yo sofoque
lo que en mi pensamiento osa vivir?
¿Por qué matáis para la dicha mi alma?
¿Por qué ¡cobardes! a traición me herís?
No dan respeto la mujer, la esposa,
La madre amante a vuestra lengua vil…
Me marcáis con el sello de la impura…
¡Ay! ¡Nada! ¡Nada respetáis en mí!
A un reloj
Con tu acompasado son
Marcando vas inclemente
De mi pobre corazón…
¡Dichosa quién no te siente!
Funesto, funesto bien
Haces reloj…La venida
Marcas del ser a la vida,
Y así impasible también
La hora de la partida.
Anhelo
¡Oh! ¿dónde está ese mundo que soñé
Allá en los años de mi edad primera?
¿Dónde ese mundo que en mi mente orlé
De blancas flores…todo fue quimera!
Hoy de mí misma nada me ha quedado
Pasaron ya mis horas de ventura
Y solo tengo un corazón llagado
Y un alma ahogada en llanto y amargura.
¿Por qué tan pronto la ilusión pasé?
¿Por qué en quebranto se trocó mi risa
Y mi sueño fugaz se disipó
Cual leve nube al soplo de la brisa…?
Vuelve a mis ojos óptica ilusión
Vuelve, esperanza, a amenizar mi vida,
Vuelve, amistad, sublime inspiración…
Yo quiero dicha aun cuando sea mentida.
Aspiración
Yo no quiero ventura ni gloria
Solo quiero mi llanto verter;
Que en mi mente la cruda memoria
Solo tengo de cruel padecer.
Cual espectro doliente y lloroso
Sola quiero en el mundo vagar,
Y en mi pecho, cual nunca ardoroso
Solo quiero tu imagen llevar.
Yo no quiero del sol luminoso
Sus espléndidos rayos mirar,
Más yo quiero un lugar tenebroso
Do contigo pudiera habitar.
Si del mundo un imperio se hiciera,
Que encerrara tesoros sin cuento;
Si este imperio en mis pies se pusiera
Lo cambiara por verte un momento.
Desencanto
¿Por qué mi mente con tenaz porfía
Mi voluntad combate, y obstinada,
Tristes recuerdos de la infancia mía
Ofrece a mi memoria infortunada?
¿Por qué se cambia el esplendente día
En mustia sombra del dolor velada
Y a la sonrisa inocente calma
Sucede el llanto y la ansiedad de mi alma?
Las puras flores que en mi sien orlaron
De mi frente fugaz se desprendieron,
Y cual sombra levísima pasaron
En pos llevando el bien que me ofrecieron.
Solo las horas del dolor quedaron;
Las horas del placer nunca volvieron,
Y de mi vida en el perdido encanto
Solo me queda por herencia el llanto.
Yo era en mi infancia alegre y venturosa
Como la flor que el céfiro acaricia,
Fascinada cual blanda mariposa
Que incauta goza en férvida delicia;
Pero la humana turba revoltosa
Mi corazón hirió con su injusticia
Y véome triste, en la mitad del mundo,
Víctima infausta de un dolor profundo.
Dolores Veintimilla (Nació el 12 de julio de 1829, en Quito, Ecuador). Hija de José Veintimilla y Jerónima Carrión. Se crio en el seno de una familia aristocrática. Curso estudios en el Colegio Santa María del Socorro y en el Convento de Santa Catalina de Siena. Tocaba el piano y recibió clases de dibujo y pintura. Desde edad temprana empezó a escribir poesía. A los 18 años, se casó en Quito con Sixto Antonio Galindo y Oroña, médico natural de Nueva Granada, quien se encargó de que continuara con su educación literaria. Fueron padres de un hijo, Santiago. Se instalaron en Guayaquil y en 1854, se trasladaron a Cuenca. Más tarde su esposo marchó a Centroamérica, para prosperar en su profesión. Comenzó a frecuentar los mejores círculos sociales y en su casa organizaba tertulias literarias, con otros poetas y literatos como: Vicente Salazar y Lozano, Benigno Malo, Miguel Ángel Corral o Tomás Rendón Solano. Abandonada por su esposo, sufrió una profunda depresión que la llevo a escribir sus poemas: Desencanto, Aspiración, Anhelo, Sufrimiento, noche y mi dolor, Quejas, A mis enemigos, A mi madre, y, A un Reloj. En abril 1857, tras presenciar el fusilamiento del nativo llamado Tiburcio Lucero, escribió Necrología en protesta contra la pena de muerte y en defensa de los indígenas. El obispo de Cuenca, Fray Vicente Solano, emprendió una campaña de desprestigio contra ella y atendiendo al obispo la sociedad de Cuenca la margina hasta el punto de no poder salir de su domicilio. Señalada como atea e inmoral, el 23 de mayo de 1857 se suicidó ingiriendo cianuro cuando tenía veintiocho años.
muy Dolorosa la vida de Dolores muy parecida a mi vida,,no me gustó que un sacerdote la desprestigiar a su manera,,toda mujer merece respeto,por tener muchos valores,,y como mujer recomiendo se conozca a un hombre para contraer matrimonio, para no tener que sufrir estos desengaños, malvado Colombiano que le arruinó la vida de esta manera me desgarra el corazón aún cuando escribe la carta para luego suicidarse