Poesía: Un susurro crepuscular y otros poemas. Marco Martínez

 

 

Un susurro crepuscular

 

El sol y su inclemencia indómita

golpea el asfalto craquelado

de la avenida Lo Espejo

y sus poblaciones colindantes.

Frente a frente

las ciudades chocan sus órbitas.

Los camiones de basura industrial

Llegan a morir al acopio exhumado,

mientras en la autopista

danza la esquirla hostil

liberando el puñal de la astilla

en la esquina desmembrada

por bocanadas de acero criminal.

Tres perros de petróleo,

antes abrazando el orfanato,

abren el portal, siempre alertas

detectando almas hostiles,

para caminar hacia el

firme látigo de los metales.

Una tímida lámpara de aceite

refugia en secreto

a un taciturno peoneta,

buscando con torpeza

el correcto grabado de falso fieltro.

Los más antiguos extienden

un susurro crepuscular

hacia la cabina

ornamentada por el rosáceo desnudo de afiche tiznado,

alzando un verbo macizo

de febril código

de minerales que se agolpan

para siempre

en los nudillos engrasados

en las uñas de los más viejos

un empuje de instantáneo renacer

cada vez que se abre el portón

aunque más tarde

la crueldad necesaria del juego de azar

no cambie este destino.

 

 

Un pequeño carril

 

Un pequeño carril

que se arrastra oxidado.

Empolvada cuna

abriendo camino

entre el barrial y la basura.

 

Dentro del cubículo,

los pequeños ojos fijos

en el resbalín olvidado

y su pintura azul craquelada.

 

La criatura agita sus brazos.

 

Un viejo columpio cruje

jugueteando con el viento,

levantando polvo de ángel

sobre el pasto seco.

 

Ella dirige el cochecito,

cansada y resignada

de este escenario de maravillas,

segregación

y soledad.

 

 

La siempre repleta panadería

 

La siempre repleta panadería,

con sus clientes de cabellos plateados,

siempre fieles,

juntando monedas,

formando filas en las afueras,

impacientes en un umbral de aromas de masas dulces

y hallullas recién hechas,

atiborradas como rocas volcánicas

en canastillos de mimbre.

 

En la baldosa tibia

siempre un perro-lobo espera,

maravillado por aromas que surgen

del olimpo culinario.

 

En el mostrador generoso

se filetea el fiambre rosáceo

con rápida parsimonia,

mientras la anciana advierte

que es sólo 1/4,

para las visitas.

 

A esta hora el té caliente,

humilde y proletario

sopla su vaho de reencuentro y descanso,

frente a la teleserie de turno.

 

Desde lejos de este mundo,

los calmos sorbeteos

son eco de una tarde de abril.

 

 

Maestro

 

Sacando fotocopias

de sus arrugados cuentos

en un local de la calle Carmen,

recogiendo y alimentando gatos

en 10 de Julio,

bebiendo vino en caja

en Lira con Ricaurte.

Husmeando en la basura de Los Pollitos Dicen.

 

Él siempre fue el protagonista de sus historias incompletas.

Un narrador dentro de su propio mundo,

porque estaba en todos los rincones de la ciudad

y sabía todo.

 

Cuántas veces enseñó lo mismo

-el narrador omnisciente-

en la escuela de Pedro Aguirre Cerda.

Antes de meterse en su personaje.

 

 

La divina matrona

 

La divina matrona

de la educación municipal,

venerada en el santuario

de sus años de servicio inagotable.

 

Muchos la vieron

en una tarde de agosto

reemplazar a dos profesores,

consolar con ternura

a la adolescente preñada,

regalar dipironas,

enseñar las tablas en el pasillo,

mientras abrochaba cordones de zapatos

y regalaba monedas a los niños.

 

En su escritorio

recibió el resultado de su evaluación,

que rezaba amenazante

el dictamen de «Nivel Básico».

 

Pero nadie jamás pudo encasillar su corazón.

 

 

Un gigante umbral

 

Sería raro ver a un niño caminar por estas calles,

incluso ver una jauría de perros hambrientos desfilar en calma.

No veo el platear de los cabellos en risa asfixiar.

 

Un gigante umbral

que avanza lento y nocturno

de vuelta a casa.

 

En un vidrio invernal

el paisaje secular

de un domingo que ya no volverá.

 

Pero en este asfalto del eterno retorno a casa,

Todas las fábricas dormidas y bodegas ocultas

en el tierral de los pueblos,

las longevas maquinarias y templos de metalurgia,

susurran al mundo la verdad de una presencia absoluta.

Saludan al capitán que emprende un último viaje.

 

Y mientras dibujo en el vaho

y ya pasan pocos autos en la carretera a Melipilla,

entiendo que en la ferocidad de los sistemas

y en el palpitar de la vorágine,

el empuje del martillo siempre fue incesante,

desde llegado el alba.

Su fuerza inagotable derrumba hoy la injusticia

que castiga a la sociedad.

 

Y en medio de esta sentencia brutal,

el núcleo alcanza la quietud necesaria,

al evocar siempre, a un maestro que jamás abandonó.

 

Un guerrero de mil contiendas contra la premura,

un héroe proletario.

 

Mientras siga vagando en este mundo feroz,

la energía de su mano cálida

la plenitud de su presencia íntegra

su alegría valiente e indispensable,

serán el instrumento para vivir todos los días.

 

 

Astro

 

A través de un arrebol sublime,

cuando los rayos de primavera

en su esplendor lozano

arrullan con afecto el jardín,

un hombre de fiel roble retorna de su faena,

ya sin cansancio.

Porque en el germen de un nuevo trayecto,

la conciencia es plena y colmada de vida.

En un crepitar de voces y presencias perpetuas,

nos encontramos cara a cara

deambulando errantes, buscando respuestas.

Luego de haber abrazado piel y ojos.

Pero lo extraterrenal

contiene la parsimonia que las mustias almas efímeras exploran.

 

La única materialidad:

es en el olimpo que buscamos,

donde yacen las almas de los héroes.

Cuenta la leyenda milenaria

que en Santiago existió un ángel,

que protegía a los niños del brutal frio matinal,

las largas esperas y filas en paradas grises y de hojalata.

Ellos no conocían la hostilidad

del vaivén de la monstruosa máquina.

Las criaturas, por derecho sacrosanto,

nunca viajaban en transporte público,

bajo el amanecer glacial,

por desconocidos y lejanos parajes.

 

Las alas del ángel en la garita desierta.

 

 

Marco Martínez (Santiago de Chile el 15 de mayo de 1981). Es poeta, músico, profesor de Lenguaje y director de Radio Artefacto Sonoro. En sus textos, recoge una inspiración lírica desde la marginalidad y el asfalto, incorporando historias, situaciones y escenarios que rinden homenaje y culto al mundo proletario, docente y de personajes antiguos. Dentro de sus referentes literarios, está el escritor chileno Jorge Teillier, Enrique Lihn y la crónica de Pedro Lemebel. Ha publicado tres discos de poesía y música bajo el seudónimo de Marcotasonico, siendo una propuesta Spoken Word difundida en medios de México, Argentina, Colombia y ha tenido variadas apariciones en Radio Universidad de Chile (programas Perdidos en el espacio, Altavoz y Mal Andanza). Junto con ello, el video clip “Astro” fue presentado en la 4ta versión del Festival de Poesía y Música en Centro cultural San Joaquín de Santiago. En su discografía ha contado con la participación y colaboración de variados músicos, escritores y artistas del circuito underground nacional, tales como Yanko Tolic (Massakre) y Evelyn Fuentes (Christianes), Descargo y Maleficio, Rosario Ferreiro, entre muchos otros. Su último disco “Astro” se encuentra en plataformas de difusión digital y a la venta en formato físico en disquerías Sonar, La tienda nacional, Triangel, entre otras

 

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