PANERÍAS
(Inspirado por Leopoldo María Panero)
“Su risa se parecía a la muerte. ¿O era él quien se parecía a la muerte?”
Pregunté mirando al río
donde flotaba distinta muerte
y el río era la muerte
y la risa era el reflejo de la muerte
intentando conservar la calma
que jamás fue su calma
sino más bien
decepción
“La luz del día vence sobre la llama de los cirios”
Ni siquiera la oscuridad
vence sobre la llama de los cirios
lo sé
ni siquiera el frío de este mayo
pasado de moda
donde el luto se lleva en la sangre
La luz del día
es solo un subterfugio
otro más
para ocultar la verdad del cirio
la realidad de una llama
capaz de quemar las cartas
que alguna vez conservé
“Es la hora profesor…hace tiempo que fue la hora”
Sin darme cuenta
dejé pasar la hora
entre génesis y parusía
Hace tiempo fue la hora
de reconocer el mal causado
y la crueldad causante
de tantos reflejos
en las caderas de la ría
Los cirios bajo la higuera
no esperan por el viento
cuando llega la medianoche
No es la hora del cedro
todavía
porque todavía no seca el barniz
“escucha como el Viento te busca:
te busca para matarte”
Susurra el viento su amenaza
cuchilla lenta sobre vena fugaz
Me oculto entre los bosques
de un valle inconcluso
entre las líneas
de una montaña desigual
(debiera ser condenada)
apenas comenzado el frío
en mis testículos
Creo en el silencio de la mirada
en la fosa común de los pobres
que no se esconden
que esperan en medio del desierto
al viento que venga a cumplir su promesa
la razón de los dioses agonizantes
“Estas flores son cadenas
y yo habito en las cadenas”
Un jardín parecido a una cárcel
envuelve mi casa
parecida a una cárcel
Camino por pasillos blancos
que reflejan la luz de las flores
que hacen llagas en mis muñecas
en mis tobillos
en la raíz de mis genitales
Grito sin detenerme a pensar
la consecuencia de los pétalos de hierro
del néctar que sabe a semen
“(el orgullo así muere, en las cavernas)”
Envuelto en sombras
muere el orgullo
cercado por soledades
En la misma caverna
que Platón confundió con el infierno
y quizás no la confundió
el orgullo vocifera su desastre
engrillado de cuernos
ahogado en su propio espumarajo
Envuelto en sombras
muere uno en el infierno
cercado por soledades
“el suplicio de la realidad y el suplicio del sueño”
Me amarran los párpados
demonios que olfatean mi sangre
como si fuera su propia sangre
punzan mis tetillas con agujas oxidadas
y ríen en mitad de mi cama
en medio de la luna durmiente
Arrancan mis uñas
buscando al Espíritu Santo
ángeles de luz verde y mirada roja
queman la raíz de mis oídos
buscando tesoros perdidos
en mitad del sol amarillo
No suena el despertador
porque hace tiempo
quité su alarma
Alejandro González Espinoza. Profesor. Magister en Familia, autor de los poemarios “Hijos” y “De amor y de muerte” (Ed. Bukowski); “Copulo ergo sum” (Ed. La Equilibrista. España); “Poesía trastornada” (Ed. MedinaLiber). Editor de la revista Literatura Mundial. Participó como secretario ejecutivo, corrector y editor de Casa Bukowski Internacional. Finalista y mención honrosa en distintos concursos latinoamericanos. Publicado en una cuarentena de revistas y medios especializados de 12 países en Latinoamérica, Europa y EE.UU. Participante en antologías de cuento y poesía latinoamericanas. Ha sido traducido al francés, inglés y eslovaco.