AGAR EN EL DESIERTO
Será nuestro pago por tener
un dios que no sabe de orígenes.
Puedo escuchar al fondo de tu voz
el miedo que te repta, me sabe a pan añejo
a hogaza de barro, a tierra en los labios,
dientes que muerden con pena y resentimiento
el odre estéril. Hombre,
estos brazos te afirmaron, estos pechos
leches hicieron tuyas, estas piernas
caminaron bajo la navaja del desierto
sin frontera, espejismo o llave
para abrir los postigos del agua sobre la sed.
Una que perdió la humedad por besarte en la frente,
que puso piedras en tus pies de barro
para no verte de rodillas ante tus opresores,
le toca cada azote.
Y mientras más te haces fuerte, más me agrieto,
y mientras la noche avanza sin volver la vista
me petrifico, como mueble dejado al polvo
la memoria vertida hierve sobre el quiste
y los huesos que alguna vez fueron tus huesos
tiemblan incapaces de sostenerse.
Pichón de lodo abrigado en mi garganta
dejará de latir, aunque no quiera soltar tu mano.
Espero con el gemido de mi última vertiente
que jamás te falte un hombro
donde llorar.
SANGRE
I
Puso una bala en su cuello, y de su voz
desbordó la ira que lo hizo servil.
Toda una vida de pie,
con los ojos llenos…
con la boca inundada…
con los puños contraídos
por no sé qué rencor.
Todo para qué:
Para morir de rodillas y que al perderlo todo
a todo intentara aferrarse,
para no tener las palabras justas
para expresar arrepentimiento.
Frente a él, el futuro como vidrio limpio
cayéndose a pedazos de ambos lados.
Puso una bala en su cuello, y de sus ojos
de polvareda se ensuciaba inevitable desenlace.
Abraham —padre cordero—
entró por la puerta,
concibió a su hijo convertirse en asesino
someter a su rival.
II
¿Cómo encontrar la imagen
en este polvo de espejos y espejismos?
Cuentan las paredes que nadie
mejor que un padre sabe
el presente y destino de las crías
marcadas por su desgracia,
cuando la experiencia se luce
en la consecuencia de los actos
tiende la historia a repetirse
se comprende la ilusión intermitente
que insiste en mantenerse encendida
en la cruda defensa del desheredado.
III
Puso una bala en su cuello, y padre
historia y hombre
quitó de su mano al muchacho,
le dejó escapar
abatido de calamidades.
Recogió el arma en sus piernas
con el cuerpo arremangado
de la vida y el orgullo
y al sentir la justicia con sus luces
irrumpir en nuestras casas,
por el bien de la sangre
se inculpó.
ÉRASE EL SILENCIO
No recuerdo ningún momento en el cual no estuviéramos de frente.
Te movías en forma de humo por las chimeneas al linde de la costa,
nos apagabas de apoco,
tragabas de nuestros adentros lo que te servía,
volvías ceniza el agua que no encontraba espejo en su firmamento,
nos empolvabas los ojos y nos cubrías las manos.
Queríamos huir y estaba todo el mundo del otro lado olvidándonos.
Se hallaba, tu presencia, tan arraigada en nuestra cultura,
que respirarte lejos era hambre.
Estábamos a tu guerra tan acostumbrados
que nunca aprendimos a pelear otra cosa que no fuera la vida.
Y ya nos ves… ahora somos el silencio.
Corría como niño por un pabellón desolado
sin hombre en casa ni mujer en la ventana,
no hay nadie barriendo,
nadie quien llegue a casa.
Algunas sonrisas apagadas. Todo despoblado.
Y estoy seguro podías vislumbrarme,
dibujarme en tus pensamientos más lóbregos
con un trozo de carbón de madera,
mi cuerpo sobre la superficie,
mi torso desnudo siendo lacerado por trozos de piedra;
cada herida abierta y piel desnuda
limpia por lágrimas de lluvia.
Pero nadie aparte de ti calló el duelo,
sólo el llanto de alguna mujer rasgar el telar del cielo.
Ni los mares dormían, ni el acero dejó de crujir,
ni el horno de arder,
ni la piedra de caer sobre la carne.
Nadie aparte de ti
se detuvo a contemplar mi alma confundida pidiendo socorro,
imaginando tras las olas una caricia
la cual me sustentara en la tierra.
Nadie, aparte de ti,
cubrió mis músculos de silencio como madre
sosteniendo el cuerpo del hijo enfermo.
Se extinguió así el magma ardiente de cien brazas en mi pecho.
Bajo las masas acuáticas,
abrazándome en sus tumbas,
quedé congelado como si fuera un peñasco más
enigmático y fiero
a quien tratara de arrancarme del descanso.
¿Cuántos yacemos atrapados bajo alfombras de roca
aun cuando el sigilo del olvido clava la ausencia en la batalla?
¿Cuántos de pie dormimos cual viga
sosteniendo al cerro vigoroso
tratando de llevarnos de las manos
al centro de las corrientes submarinas?
Y así, dijo el casi dios que nos gobernaba:
«hágase el silencio»,
y el silencio,
durmió entre nosotros como un habitante más
en esta ciudad.
CALICHE
Abandonaré la ciudad,
abandonaré, abandonaré, abandonaré.
Y no acabaré de irme,
no acabarás de soltarme.
Irán mis zapatos y en la frontera
algo quedará también de mí, hundido
en los arenales del norte.
Llevaré el cobre de tus hombros
acuñado en mis labios,
en ellos la pampa se abrirá,
como manos, caliche, tu seña,
como brote de malvilla en el desierto.
Verán quienes vengan a recibirme
que en mis ojos moras, tamarugo,
hasta en la punta de mis cabellos
tu calma.
En el desarraigo serás
mi única resistencia.
Alejandro Concha M. (Lota, Chile, 1995). Poeta y editor literario, autor de los libros Estirpe (2017) y Los errores de nuestros padres (2022) libro seleccionado en el programa Diálogos en Movimiento del Plan Nacional de la lectura. Fundador del Movimiento artístico “La Balandra Poética” y parte del equipo organizador del Encuentro Poético internacional Pájaros Errantes. Es presidente de la Agrupación literaria «Pájaro Libro». Se desempeña como coordinador de talleres en el programa Educación poética para Chile, donde colabora en la organización de los Festivales de poesía del Biobío. Es socio de la Agrupación de escritores de Lota “La Compuerta Número 12”, allí edita la revista literaria El Candil. Fue jurado del XV concurso literario Gonzalo Rojas Pizarro, categoría poesía; del Premio Plaquette de poesía Ergo (Perú) y del Concurso 100 cuentos para Baldomero Lillo 2023. En conjunto a otros autores ha publicado los libros: antología de escritores lotinos Huellas, la antología Pájaros Errantes y la antología de escritores juveniles Hilos Rojos. Traducido parcialmente al inglés y al italiano, poemas de su autoría han sido incluidos en diversas publicaciones de Chile y el Latinoamérica.