Poesía: Érase el silencio y otros poemas. Alejandro Concha M.

 

 

AGAR EN EL DESIERTO

 

Será nuestro pago por tener

un dios que no sabe de orígenes.

Puedo escuchar al fondo de tu voz

el miedo que te repta, me sabe a pan añejo

a hogaza de barro, a tierra en los labios,

dientes que muerden con pena y resentimiento

el odre estéril. Hombre,

estos brazos te afirmaron, estos pechos

leches hicieron tuyas, estas piernas

caminaron bajo la navaja del desierto

sin frontera, espejismo o llave

para abrir los postigos del agua sobre la sed.

 

Una que perdió la humedad por besarte en la frente,

que puso piedras en tus pies de barro

para no verte de rodillas ante tus opresores,

le toca cada azote.

Y mientras más te haces fuerte, más me agrieto,

y mientras la noche avanza sin volver la vista

me petrifico, como mueble dejado al polvo

la memoria vertida hierve sobre el quiste

y los huesos que alguna vez fueron tus huesos

tiemblan incapaces de sostenerse.

Pichón de lodo abrigado en mi garganta

dejará de latir, aunque no quiera soltar tu mano.

Espero con el gemido de mi última vertiente

que jamás te falte un hombro

donde llorar.

 

 

SANGRE

 

I

Puso una bala en su cuello, y de su voz

desbordó la ira que lo hizo servil.

 

Toda una vida de pie,

con los ojos llenos…

con la boca inundada…

con los puños contraídos

por no sé qué rencor.

 

Todo para qué:

Para morir de rodillas y que al perderlo todo

a todo intentara aferrarse,

para no tener las palabras justas

para expresar arrepentimiento.

 

Frente a él, el futuro como vidrio limpio

cayéndose a pedazos de ambos lados.

Puso una bala en su cuello, y de sus ojos

de polvareda se ensuciaba inevitable desenlace.

 

Abraham —padre cordero—

entró por la puerta,

concibió a su hijo convertirse en asesino

someter a su rival.

 

II

¿Cómo encontrar la imagen

en este polvo de espejos y espejismos?

 

Cuentan las paredes que nadie

mejor que un padre sabe

el presente y destino de las crías

marcadas por su desgracia,

cuando la experiencia se luce

en la consecuencia de los actos

tiende la historia a repetirse

se comprende la ilusión intermitente

que insiste en mantenerse encendida

en la cruda defensa del desheredado.

 

III

Puso una bala en su cuello, y padre

historia y hombre

quitó de su mano al muchacho,

le dejó escapar

abatido de calamidades.

 

Recogió el arma en sus piernas

con el cuerpo arremangado

de la vida y el orgullo

 

y al sentir la justicia con sus luces

irrumpir en nuestras casas,

por el bien de la sangre

se inculpó.

 

 

ÉRASE EL SILENCIO

 

No recuerdo ningún momento en el cual no estuviéramos de frente.

Te movías en forma de humo por las chimeneas al linde de la costa,

nos apagabas de apoco,

tragabas de nuestros adentros lo que te servía,

volvías ceniza el agua que no encontraba espejo en su firmamento,

nos empolvabas los ojos y nos cubrías las manos.

 

Queríamos huir y estaba todo el mundo del otro lado olvidándonos.

Se hallaba, tu presencia, tan arraigada en nuestra cultura,

que respirarte lejos era hambre.

Estábamos a tu guerra tan acostumbrados

que nunca aprendimos a pelear otra cosa que no fuera la vida.

 

Y ya nos ves… ahora somos el silencio.

 

Corría como niño por un pabellón desolado

sin hombre en casa ni mujer en la ventana,

no hay nadie barriendo,

nadie quien llegue a casa.

Algunas sonrisas apagadas. Todo despoblado.

 

Y estoy seguro podías vislumbrarme,

dibujarme en tus pensamientos más lóbregos

con un trozo de carbón de madera,

mi cuerpo sobre la superficie,

mi torso desnudo siendo lacerado por trozos de piedra;

cada herida abierta y piel desnuda

limpia por lágrimas de lluvia.

 

Pero nadie aparte de ti calló el duelo,

sólo el llanto de alguna mujer rasgar el telar del cielo.

Ni los mares dormían, ni el acero dejó de crujir,

ni el horno de arder,

ni la piedra de caer sobre la carne.

 

Nadie aparte de ti

se detuvo a contemplar mi alma confundida pidiendo socorro,

imaginando tras las olas una caricia

la cual me sustentara en la tierra.

Nadie, aparte de ti,

cubrió mis músculos de silencio como madre

sosteniendo el cuerpo del hijo enfermo.

 

Se extinguió así el magma ardiente de cien brazas en mi pecho.

Bajo las masas acuáticas,

abrazándome en sus tumbas,

quedé congelado como si fuera un peñasco más

enigmático y fiero

a quien tratara de arrancarme del descanso.

 

¿Cuántos yacemos atrapados bajo alfombras de roca

aun cuando el sigilo del olvido clava la ausencia en la batalla?

 

¿Cuántos de pie dormimos cual viga

sosteniendo al cerro vigoroso

tratando de llevarnos de las manos

al centro de las corrientes submarinas?

 

Y así, dijo el casi dios que nos gobernaba:

«hágase el silencio»,

y el silencio,

durmió entre nosotros como un habitante más

en esta ciudad.

 

 

CALICHE

 

Abandonaré la ciudad,

abandonaré, abandonaré, abandonaré.

Y no acabaré de irme,

no acabarás de soltarme.

Irán mis zapatos y en la frontera

algo quedará también de mí, hundido

en los arenales del norte.

Llevaré el cobre de tus hombros

acuñado en mis labios,

en ellos la pampa se abrirá,

como manos, caliche, tu seña,

como brote de malvilla en el desierto.

Verán quienes vengan a recibirme

que en mis ojos moras, tamarugo,

hasta en la punta de mis cabellos

tu calma.

En el desarraigo serás

mi única resistencia.

 

 

Alejandro Concha M. (Lota, Chile, 1995). Poeta y editor literario, autor de los libros Estirpe (2017) y Los errores de nuestros padres (2022) libro seleccionado en el programa Diálogos en Movimiento del Plan Nacional de la lectura. Fundador del Movimiento artístico “La Balandra Poética” y parte del equipo organizador del Encuentro Poético internacional Pájaros Errantes. Es presidente de la Agrupación literaria «Pájaro Libro». Se desempeña como coordinador de talleres en el programa Educación poética para Chile, donde colabora en la organización de los Festivales de poesía del Biobío. Es socio de la Agrupación de escritores de Lota “La Compuerta Número 12”, allí edita la revista literaria El Candil. Fue jurado del XV concurso literario Gonzalo Rojas Pizarro, categoría poesía; del Premio Plaquette de poesía Ergo (Perú) y del Concurso 100 cuentos para Baldomero Lillo 2023. En conjunto a otros autores ha publicado los libros: antología de escritores lotinos Huellas, la antología Pájaros Errantes y la antología de escritores juveniles Hilos Rojos. Traducido parcialmente al inglés y al italiano, poemas de su autoría han sido incluidos en diversas publicaciones de Chile y el Latinoamérica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *