Capiatá
Capiatá era ruta uno
camiones atiborrados de soja
rendidos ante un coro de ñakyrãs.
No hay manera de que una niña
no se sorprenda del cielo oscuro
perforado
por el sonido de un conjuro de cigarras.
Muchos años ese Paraguay
era campo extenso de verde y rojo
la curvatura de un terreno desparejo
sapos como mascotas
un pequeño impenetrable
en el patio trasero de mi casa.
Siestas de futbol en la calle
por la coca
pikivolley en el baldío.
Hay que aprender a transpirar
como un acto más del cuerpo
como respirar
hay que aprender a no huir del sudor
acostumbrarse a que sea
una capa más de nuestra piel.
Capiatá era mirar distraída por la ventana
rumbo a la escuela
cómo el cemento perdía su batalla
entre fisuras, lo verde siempre invade
una lucha mano a mano
por ser protagonista.
Ao ky’a
Desde niña ya se entiende
lo que construyen las palabras.
paraguaya era una mancha
ropa sucia tatuada
en la cadencia de la voz.
No hay literatura que narre el dolor
de la respuesta
cuando se pregunta por qué-ko
¿por qué-ko nadie quiere
jugar
conmigo?
Hay una vergüenza que hunde
no es natural habitar un bar
con esa necesidad de limpiar. El frío
que provoca crecer con actitud
de sirvienta.
Es costumbre de migrante
que no te inviten
a ser uno más en la mesa.
Los pasillos de la villa no cambian
aunque lo hagan las palabras
el lenguaje intenta ser amable
para adjetivar la miseria.
Mientras los pobres
a la belleza
debemos buscarla.
Un lenguaje extraño
La puerta de un ropero se abre
el sonido a hebilla metálica
produce afasia.
Elige un cinturón
como quien pone puntos a una obra de arte.
Un cortocircuito interno
la visión falla, se nubla de rojo
una tensión eléctrica recorre la espalda.
De niña no se comprende
el error
en el lenguaje
un idioma extraño deviene cotidiano.
Anina, che sy
anina.
Descubrí tarde que mi piel
era un iceberg en mi pecho
no conocía el peso de un bloque de hielo
solo flotaba en un eclipse.
No es fácil tan pronto
percibir
el lenguaje del no amor.
Pohã ñe’ ẽ
Abro tu chat y no ha pasado
ni un minuto del último En Línea
no llego.
Mi instinto guaraní está roto
cada minuto es un mate con agua hirviendo
quema mi boca, aun así, trago
el calor incendia mi pecho
mientras el tiempo nos aleja.
En la lista de mensajes recientes
ya no sos el primer contacto
ocupás un lugar en archivados.
Es que intento huir
pero olvido. Entonces
repito como un mantra
ohasátama che hegũi
ya van tres meses
todavía falta
el colectivo sigue
sonrío
mientras un niño me mira
ese mismo que dejamos ir
cuando todo era recién.
Retomo la lista de tu ausencia y repito mi mantra
ohasátama che hegũi.
Abandono el colectivo, continuo a pie
intento ahuyentar este dolor
el silencio entre las cuadras vacías
me acobija.
Quisiera ser un caballo de galope certero
pero estoy desbocada
y te arrastro conmigo.
Insisto: ya se me va a pasar
y sueño
que ya no seas
ese mismo que dejé ir.
El Km 5 de Asunción
Nacer a escondidas en el Km 5 de Asunción
forma parte de un instinto que no está muerto
aunque la ignorancia demore la novedad
de una vida dentro de ella.
Se aprende sola
a huir de hombres que pretenden sirvientas.
Nacer en secreto es fugarse del apellido paterno
intentar un destino que implique
un cuarto propio.
Mi identidad se resume, desde entonces
en la línea negra que cruza el casillero de padre
en mi partida de nacimiento.
Nací huyendo de nuestra patria.
La vergüenza al origen
fue la primera lección de vida
no es fácil
borrar esa costumbre, mamá nunca pudo
yo sigo.
Lo intento.
Yanina Azucena (nació en Asunción, Paraguay, y se crio en Buenos Aires, Argentina). Diplomada en Artes del Libro y casi licenciada en Artes de la Escritura por la Universidad Nacional de las Artes (Arg.). Ideó y curó “Lengua Roja de Cebú” y “Javorái”, podcast de poesía paraguaya contemporánea, disponible en Spotify. Obtuvo la beca “Estímulo a la vocación científica 2023” por el Consejo Interuniversitario Nacional para investigar la escena actual en la poesía paraguaya. Investiga y estudia lo que ella llama “El conflicto de los tres guaraníes en la literatura paraguaya-guaraní”.