Antes de que decidáis arrojar este libro en la sección de psicología, autoayuda u otros seudónimos. Leed de nuevo el título.
Marte.
Podría decirse que se trata de una novela futurista, de ciencia ficción o quizás nos encontremos ya en la absurda pero real situación en la que la humanidad ha conseguido colonizar Marte. Un desperdicio de recursos según los defensores del medio ambiente, pero si pensamos con coherencia, ¿No es lo más lógico? ¿Abandonar un planeta deforestado y al borde del colapso por otro al que aún podemos sacarle todos los recursos necesarios?
Así que regresemos al título que tenemos entre nuestras manos.
Aquella vez que viajé a Marte con mi maleta de Prozac
PUNTO 1
Aclarar que este tomo que se encuentra entre sus manos, o tus manos, si se me permite la cercanía. A fin de cuentas, está entrando en terreno pantanoso, mi mente ansioso depresiva y podría decirse que eso nos da el derecho de tutearnos, por los menos en nuestro país. Disculpa de antemano.
Aclarar que este tomo no pertenece a la sección de psicología, autoayuda ni similares.
PUNTO 2
Nos encontramos en el año 2050, fecha clave en el siglo XXI. Avisaron durante décadas del colapso sanitario y de recursos a nivel global, pero la hegemonía del capitalismo siendo escuetos y precisos tomaron el pulso al planeta, y el globo perdió. Por ende, todos lo hicimos.
Así que podemos aclarar que este tomo no se trata de una novela de ciencia ficción ni futurista.
PUNTO 3
Aclaramos que sí nos encontramos en la fase final de estancia en el planeta Z-19. Tras pasar a la categoría de planeta en vía de extinción, los dirigentes políticos de las mayores potencias mundiales decidieron nombrar al planeta de tal manera, refiriéndose de manera un tanto poco creativa al momento en el que todo se fue a pique.
Seguro que aún recuerdas la crisis del COVID-19.
Inicialmente fue una crisis sanitaria pero como muchos predijeron, le sucedieron las crisis: económica, migratoria y la guindilla final del pastel.
(Resuenan los tambores para dar paso a nuestro gran protagonista)
La crisis climática.
Sucedió de una manera drástica e inesperada. La mayoría de informes hablaban de una subida del nivel del mar debido a la fusión de los polos etc. Pocos prestaron atención a los informes que un hombrecito mandaba desde un despacho en la planta baja de la NASA.
Informes sobre unas radiaciones solares que no asolarían el planeta, por lo que nunca llegaron a los despachos de las mayores mentes de aquellas instalaciones. Pero unas radiaciones, unas tormentitas solares capaces de arrasar con las cosechas del 70% de la superficie terrestre y la evaporación de los lagos más extensos.
Ahora que el hombrecito de ese pequeño despacho había conseguido promocionar a la siguiente escala en su puesto de trabajo, retransmitía informes menos alentadores, pero ninguno que advirtiera de un colapso total.
Una vez aclarados los tres puntos más importantes, me gustaría seguir con mi narración.
¿Te preguntarás por qué iba a marcharme a Marte, un planeta recién colonizado alejado de todos aquellos a los que amo y he amado?
Fácil.
Una servidora puso en orden sus prioridades por primera vez en su vida.
Tenía dos opciones:
La primera era quedarme en un matrimonio acabado, donde los platos volaban con más frecuencia que los aviones en la terminal de Barajas el primer día de agosto. Un matrimonio acompañado por un trabajo poco alentador, enseñando 40 horas semanales de inglés a unos adolescentes que se mostraban más interesados por la gonorrea que creían haber pillado los unos de los otros sin saber que para ello tenían que al menos bajarse las bragas y los calzoncillos.
La segunda opción era gastarme la totalidad de mis ahorros y mi fondo de pensiones en un pasaje solo de ida y en solitario para Marte, duración estimada: 400 días terrestres. Un viaje para el cual tendría que pasar diversos exámenes médicos para demostrar que no me daría un infarto en la lanzadera espacial. Irónicamente, ninguno de los certificados médicos me excluía por tomar Prozac tres veces al día.
Así que la decisión estaba clara, una ansiosa depresiva, estéril, desencantada profesora y soltera en todo menos en una licencia matrimonial no pensaba quedarse en un planeta que podía ser arrasado por una tormenta solar en los próximos 30 años.
Quizás suene algo precipitado,
¿Pero he mencionado ya que tomo ansiolíticos?
Si aún te interesa mi viaje, continúa con la lectura.
Solo puedo decirte que es un viaje de ida a Marte y es una guía de viaje, en otras palabras, si la tienes en tu poder es que acabas de comprar tu billete de ida y estás sentado en la lanzadera rumbo a la estación lunar, primera parada para repostar.
Ya no hay marcha atrás.
Celia Espadas Robles (Granada, 1993). Filóloga inglesa (2016) Máster en profesorado en Educación Secundaria, Bachillerato, FP y escuela de idiomas (2018) por la Universidad de Granada. Actualmente es traductora freelance para la Editorial Derkálih y correctora para la revista «Autores» de Lermontova Publishing House. Ha ejercido desde el 2012 como profesora de inglés, español para extranjeros, francés y diversas ramas de Humanidades en academias y por particulares. Como escritora, es la autora de la novela «El Ascensor de Turing» (2023) y participa en el poemario «Autores» (2023) editado por Lermontova Publishing House. Con anterioridad, ha publicado con la editorial Artificios en la antología de relatos «Amor con Humor» (2017). Ha participado con poesía y prosa en los N°4 (2022), N°5 y Nº7 ( 2023) en la revista literaria «Autores» de la editorial Lermontova Publishing House, y con prosa y poesía en la revista chilena «Montaje».Taekwondista de corazón y ávida lectora de Cormac McCarthy, Mary Shelley, Wislawa Szymborska entre otros. Instagram: @celiaespadasny