La magia del sur
Autor: Guido Arroyo González
Ediciones La Pollera, 2023
Por: Sebastián Novajas
La memoria tiende a ser engañosa, casi siempre, y los escritores no escapan a eso cuando intentan hurgar, pero si hay ciertas cosas que parecen siempre ciertas. Unos primeros recuerdos primitivos y trascendentales a la vez. Esa primera cosecha de ciruelas o la caída por la escalera que ocasionó la primera cicatriz (10). Son cosas que marcan. Sobre todo, para alguien que es la primera generación que nace en un lugar del cual la familia no tiene vínculos previos. Ser una especie de pionero familiar, claro, uno no elige el terruño donde nacer, pero esa es una gracia de la vida. Utilizando la misma pregunta del autor: ‹‹¿Por qué debemos escribir de nuestro territorio de infancia?›› (12). Uno podría decir que lo hace porque la infancia es la verdadera patria, sin embargo, eso sería reducir muchas cosas y también lo escrito en este libro ―libro que como objeto está hecho con tanto mimo―. La lectura se convierte en un acto de cierta quietud, una pequeña sensación de estar frente a los ríos y bosques.
El autor en su infancia en una visita al teatro Lord Cochrane ve un cuadro. ‹‹En principio estuvo la acuarela›› como escribe (18). Y se pregunta porque las personas de la imagen no usan paraguas en una ciudad tan lluviosa a lo que el profesor que guía la exposición le responde: ‹‹Lo que pasa, Arroyo, es que ellos no son valdivianos. Son de Santiago. Los verdaderos valdivianos nunca usamos paraguas. Nos gusta mojarnos. Nos gusta la lluvia›› (19). Eso puede resumir muchas cosas.
Ya entrado en la adolescencia decide comenzar a devorar libros, pero en su casa solo hay biblias, muchas biblias ―hijo de padres evangélicos y fundadores de iglesias―, pero aquí viene un hecho importante. El padre le pasa plata para comprar libros con la única condición que los lea enteros, así que si elige mal de la debe bancar. Luego vino como un destello el futbol y quedó en eso una no prometedora carrera. Posteriormente vino el pool, el pisco, y el carrete. Los amigos que son solo para un periodo de la vida y luego se van de la ciudad y se convierte en un recuerdo más. El colegio y las matemáticas y la gordura que hacía que otros lo acosaran. El cambio de colegio para mejorar las posibilidades futuras por parte de la madre.
A medida que uno lee siente un dejo de honestidad. Intentar recordar con la mayor claridad posible. Solo contar la experiencia vivida. Regresar al pequeño reino de la infancia y pasar por el purgatorio de la adolescencia. A cada lector, le queda dando vueltas determinadas cosas de un libro, un resabio de una narración o el recuerdo de otro.
El libro avanza en ese ir y venir entre Santiago y Valdivia, entre esos viajes como editor y poeta. Entre el gris y el verde. El río Calle-Calle. Las nubes son las otras protagonistas de esta historia tan oscuras cuando se dejaban aparecer que convertían a Valdivia en un lugar penumbroso. Es interesante que el autor siempre las mencione, que habla de la lluvia, no por cumplir con el rito de identificarse con el lugar de origen, sino que tratarlo con cariño, algo que realmente importa. ‹‹La lluvia es también una seductora forma de abolir la temporalidad, nuestra temporalidad›› (79). Nunca olvidar que esa neblina que cuando se deja caer sobre la ciudad la vuelve otro mundo. Algo que se convierte en una maravilla. Decirlo de otra forma, sería: la narración avanza como la neblina, en un devenir sin resistencia, pero colándose en cada recoveco de la memoria.