Te leo en las noches cuando viene el insomnio, para quedarme dormida. Te leo en la noche y al contrario de disfrutar tus palabras, siento que ellas solo siguen abriendo una brecha inmensa entre lo que eras en un principio para mí y en lo que te convertiste, luego de irte.
El insomnio ha vuelto sin piedad. Sin pastillas es casi imposible dormir, excepto que duerma con alguien y sobre su pecho cálido y fuerte. Ese tipo de cercanías ayuda mucho a diluir el sentimiento de soledad que sentí en los primeros días de tu partida, aunque en el fondo, sabemos desde siempre que estamos todos, solos.
Te leo y tus palabras tienen tu voz. Siempre han dicho que para conocer realmente a alguien debes leerlo y eso es lo que he hecho en el último tiempo. He hecho este raro ejercicio de volver a leerte luego de meses y ahora, mucho más lejos de la ficción y del encanto de los primeros días, reconozco en cada una de tus frases la frialdad que tanto me negaba a ver; la frialdad presente en cada uno de tus actos y propósitos definidos desde antes.
Te leo y hubiera preferido no leer todos esos descargos de adolescencia, toda esa rabia contenida y toda la humanidad de tus mañanas; toda la ambigüedad de tu egoísmo, de tu total falta de escrúpulos. Tan distintos y tan iguales, al fin y al cabo, nosotros; hechos casi de la misma materia, capaz de atraerse y repelerse a la misma vez, tan tú, tan yo: tan terriblemente nosotros.
Karenu Tropa (Santiago de Chile, 1982). Escribidora y dibujadora en constante aprendizaje y transformación. Nacida en el año del perro. Algunas publicaciones en @tropa_draws
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