XL
Domingo de lluvia,
recuerdo incesante de las estaciones,
promesa y cobijo en la aurora,
mayo melancólico
bordado de rosas
beso como hechizo de manantial
beso de amor bondadoso
beso de madre como milagro
en el surco del hijo reincidente.
XLII
Latidos similares en el tiempo.
Aprendizaje del padre en pos del surco
la rueca en la confección del sueño palpitante,
los hijos como raíz y aliento
en la ardua travesía que precede al porvenir,
la perseverante faena
de dar cobijo y calmar la sed.
De Íntimos fragmentos, El Ángel Editor, Quito, 2019.
Las horas
El reloj
tiene corazón
articulaciones propias
años replegados
en la alforja de la inocencia
en la decepción del rito pagano.
El zumbido de las horas
bajo el sol
bajo el mar al borde de la tarde
bajo la arena
bajo las ramas extintas
bajo el amor marchito
bajo la sombra que habita
en los infiernos,
bajo la proclama de muerte.
Al final del pasillo
la hamaca para el descanso total
las dudas
las miradas tristes
mujer en el espejismo
de la tregua,
labio oculto y dolorido
tiempo que se desangra
en la levedad de las hojas secas
en pleno crepúsculo.
Los abuelos
Esos seres alados
que iluminan el camino,
vigilia de nuestros pasos.
Aliento que rompe monotonías.
Bendición de verano.
Recuerdo peregrino
de sus frutos,
soles de libertad
que subyacen en el horizonte.
Nostalgia que pervive en sus besos.
Invocación
como fragmento del alba,
cauce de sus manos envejecidas
en la caricia del tiempo.
Sosiego tras el delirio de amor
que nunca termina.
Sus huesos pernoctan
junto a la cruz
de la capilla franciscana,
en mutuo abrazo
que soporta el vendaval
y desafía a la muerte.
Los hijos
El vacío que provoca
la inclemencia de madrugada
en el quinto día de la semana,
el no ser.
El gesto
convertido en aguacero,
revoltijo de ideas bajo escombros
los salmos no leídos
el amor con rostro ajeno.
El niño
que sueña con la guitarra en sus manos
que soporta la fisura de la roca
que sonríe sentado al pie del árbol.
Imagen evocada
en la carpa de circo,
beso genuino como savia indeleble,
huella en cada paso perdido.
Melodía en el arrullo
que fragmenta la luz,
gravedad de las aguas
en el acertijo del padre.
Los adioses,
ceniza latente de lo imperfecto
como fragor de vida,
herida silenciosa
duda en la sombra extendida
ausencia en la médula del alma.
De Tránsito y fulgor del barro, El Ángel Editor, Quito, 2018.
Aníbal Fernando Bonilla (Otavalo, Ecuador, 1976). Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana, y Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR). Licenciado en Comunicación Social. Ha publicado, entre otros, los poemarios Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del barro (2018), Íntimos fragmentos (2019), y la recopilación de artículos de opinión en Tesitura inacabada (2022). Finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2018, y del III Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros 2023. Columnista de diario El Telégrafo entre 2010 y 2016. Actualmente es articulista de El Mercurio de Cuenca, y colaborador en varias revistas digitales. Participante seleccionado en el Taller de Poesía Ciudad de Bogotá Los Impresentables (2022 y 2023). Ha sido invitado a eventos de carácter literario, cultural y político en España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia, como el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca (2012), el XIII Encuentro Internacional “Poetas y Narradores De las Dos Orillas” en Punta del Este (2014), el VI Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe en La Habana (2016), el III Encuentro Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos en Santa Cruz de la Sierra (2016), o el XI Festival Iberoamericano de Poesía en Fusagasugá (2023).