Solía escribir cada día con 21 años. Escribía cada mañana, tarde y noche. Huecos de una vida absurda que trataba de llenar con historias surrealistas.
A los 30 años, dejó de escribir.
Llega un momento en el que das gracias a que tu “yo” del pasado no pueda ver en qué te has convertido. Tantos sueños frustrados, habernos conformado al ver que el reloj no se detenía y el tiovivo no dejaba de girar, el coraje desaparecido, una generación completa llena de mentiras, incapaces de afrontar la realidad, de vivir, solo sobrevivir.
Pese a todo se forzó a guardar un cuaderno y una pluma allá donde fuera. La mayoría de días, por no decir todos, en los que no soportaba ni el aire que la rodeaba, abría el cuaderno y escribía sus absurdas y disidentes ideas.
Un día, absorta en su mundo, buscando algún lugar aislado dónde escribir, dio con algo insólito:
“El Subsuelo”
Durante años, hubo rumores sobre su existencia. Habladurías sobre túneles que conectaban los módulos del hangar donde habitaba con otros, depósitos donde se guardaban libros valiosos, medicinas, virus mortales, armas etc. Más concretamente, ella llevaba los últimos años escuchando cada día, a Mrs. Williams, hablar sobre un túnel que conectaba su módulo B.22 directamente con el depósito de libros e información confidencial.
Tras el Día Zero, hubo un gran caos en los distintos módulos del hangar. Un porcentaje de la población con acceso se quedó fuera y por otro lado, cientos de individuos entraron ilegalmente al hangar secreto de Indiana, burlando los sistemas de alta seguridad del ejército de los Estados Unidos.
Yo fui una de ellas.
Salvé mi vida junto con la vida de varias familias y mi perrita colándonos por el sistema de refrigeración.
Años después, aún me pregunto si tome la decisión correcta. Quizás hubiera sido mejor morir con el resto en la superficie terrestre aquel día, preferible a vivir a 50 km de profundidad, en la más absoluta oscuridad durante siglos.
No obstante, un pequeño atisbo de esperanza hizo mella en mí el día que encontré “El Subsuelo”. Esta vez usé el sistema de residuos, tras el acceso ilegal a los hangares años atrás, el sistema de refrigeración estaba vigilado las 24 horas.
Sabrá Dios por qué, no existe nada ahí fuera que pueda entrar, solo muerte. Pero la humanidad no ha dado muestras en mucho tiempo de haber sido bendecida con el uso de la lógica y la razón.
Regresando al presente, se encontraba en el nivel 3, o eso calculaba ella, del Subsuelo. Había localizado exitosamente el depósito de Literatura y Documentación. Empecé a abrir los archivadores, algunos tenían una cerradura inteligente, pero otros carecían de código de entrada.
Logré abrir un archivador de poesía norteamericana, un archivo inmenso ordenado alfabéticamente, con los manuscritos originales de cada una de las obras publicadas en Estados Unidos hasta el fin de su existencia. Me entretuve durante horas leyendo a Emily Dickinson y a Sylvia Plath, agradeciendo no haber perdido el conocimiento de inglés tras tantos años en desuso.
Traté de memorizar las siguientes líneas de la Campana de Cristal, novela de Sylvia Plath:
‹‹Tenía que estar tan emocionada como la mayoría de las demás chicas, pero no lograba reaccionar. Me sentía muy tranquila y muy vacía, como debe sentirse el ojo de un tornado que se mueve con ruido sordo en medio del estrépito circundante (…)››
Y me propuse dejar mi propio legado oculto entre los dossiers del archivador. Dudaba mucho que lo encontrasen pronto, pero quizás, en un futuro, cuando ella ya no esté, algún investigador o disidente pudiera leer mis palabras y quizás no sentirse tan solo en la sociedad tan vacía que habíamos instalado en los hangares, los únicos lugares poblados sobre la faz de la tierra.
A 23 de febrero de 2028,
“El subsuelo: Módulo B.22”
Amy Xibalba
Celia Espadas Robles (Granada, 1993). Filóloga inglesa (2016) Máster en profesorado en Educación Secundaria, Bachillerato, FP y escuela de idiomas (2018) por la Universidad de Granada. Actualmente es traductora freelance para la Editorial Derkálih y correctora para la revista «Autores» y autores independientes. Ha ejercido como profesora de inglés, español para extranjeros, francés y Humanidades en academias.Como escritora, es la autora de la novela El Ascensor de Turing (2023) y participa en el poemario «Autores» (2023) y la antología de prosa (2023) editados or Lermontova Publishing House. Con anterioridad, ha publicado con la editorial Artificios en la antología de relatos «Amor con Humor» (2017). Participa asiduamente en la revista literaria «Autores» de la editorial Lermontova Publishing House, en la revista chilena «Montaje”. Taekwondista de corazón y ávida lectora de Cormac McCarthy, Mary Shelley, Wislawa Szymborska, Edgar Allan Poe, Sylvia Plath, Fiódor Dostoyevski y el eterno poeta y dramaturgo, Federico García Lorca. Instagram: @celiaespadasny
Un placer leerte!