Pavor
Regresa como sombra de viento
en las palmas de la tierra
a quebrarse su latido.
La ceguera del hombre
convierte cantos e himnos
en estallidos y truenos.
La inocencia es arreciada
ante la muda y hambrienta ignorancia.
El diminuto círculo
que en el espacio gira
tiñe su lodo de un color
que huele a ultraje y muerte.
Vuelve como sombra de viento
el desgarro de tantos
que gimen, se retuercen, agonizan
y se marchan.
Las voces se apagan
ante la mirada necia
de insatisfechos dioses
hechos de polvo efímero y minúsculo.
Ilógica la ilusión siniestra,
Ilógicas las lágrimas,
el desvelo del miedo que corroe,
lo humano bestializado,
ilógico el odio sin nombre
de ciertos hombres.
Hachazo
Cayó pesado tu cuerpo.
Hachazo que quebró tus ramas y partió tu torso.
Tu verde se desmayó en el césped,
y en tu agonía se suscitó mi ahogo.
Desnudo quedó el rincón
que ahora exhibe vacío.
No quise mirar esa ausencia,
tras el inusitado crimen.
Tus raíces quedaron sepultadas,
doliéndose también
del cuerpo fenecido
que fue mutilación y sacrilegio.
El pájaro se detuvo en el muro.
Aturdido, observó la nada
de lo que apenas hacía instantes
había sido su casa.
Nos hermanamos en el dolor
y los dos nos sentimos rotos.
Súplica de flor
Déjame ser aroma,
hechizo del alma,
soplo de Dios
y agonía en la rama.
No me arranques
ni acortes así
mi breve existencia.
Deja que sean los días
los que me destiñan,
perfumen el suelo
y me destejan.
Candidez
Cantó la torcaza
y él le respondió simulando su gorjeo.
Volvió a entonar su canto el ave
y él afinó su voz como un eco.
La tarde se adentraba en la siesta
de algunos que ya dormían.
El hombre eligió ser niño
y prefirió hablar con el pájaro.
Ninguno profanó la cita mágica,
casual, no acordada.
El hombre quiso ser ave
y el ave quiso ser hombre en su rama.
A veces
A veces, solo a veces
puedo recordar el color de sus ojos
o el tono de esa voz que alguna vez era.
El tiempo va amputando recuerdos
y figuras que los espejos ya no espejan.
A veces, solo a veces
quisiera que las fotos se graben en la memoria
para derribar los laberintos que los años erigen
sobre las tierras del olvido.
A veces, solo a veces
quisiera encontrar alguna respuesta
y un susurro que suene a canción de cuna.
Enigma
¿En qué punto tu estela, la mía, la de ellos, emprenderá el vuelo?
¿Cuál será la hora en que emigren y el espacio que escojan para hacerlo?
¿Cuál será la aurora que cierre sus sueños y los nuestros que no fueron?
¿Quién será nuestro último testigo, los póstumos ojos que veamos?
¿Dónde se grabará nuestra pisada final y el aliento sosegado después de tantas batallas?
¿Qué música sonará adentro y la que lo hará afuera?
¿Cuál ha de ser la suerte última?
¿Será allí, en esa infausta hora,
en que el misterio sea develado?
Desasosiego
Es la hora en que las sombras
dejan de ser sombras
y trocan su esencia
para tener forma y tamaño.
Es la hora en que el sueño ya no sueña
y los ojos son asidos por relojes impiadosos.
No hay cayado ni báculo
donde sostener el cuerpo,
ni espacio donde asilarme.
Desprevenida en el desamparo,
es la hora en que la penumbra se vuelve eterna
y el clamor interno se torna grito amordazado
en la negrura inhóspita.