Poemas. Zona de rompiente. Antonella Paltrinieri Fissore

 

Madre del Mundo

Ayaba ti gbe ibu omi
¡Oh Yemayá que vives en las profundidades del Mar
manifiesta eres en cualquier cuerpo de agua!

Yèyé omo ejá,
madre cuyos hijos son peces,
sé que antes he muerto en tus aguas
sé de tu ira cuando las olas arrasan
cuando te llevas los cuerpos
que luchan por flotar,
aferrados a la vida.

Madre de la hechicería
Madre del Mundo
Señora de la fertilidad, la esterilidad y la locura:
si he de morir de nuevo que sea al abrigo de tu cuerpo,
sagrada Madre,
si he de volver junto a ti y a Olókun,
no habré de quejarme
porque es mi deseo
conocer el secreto que guardan
entre el núcleo de la tierra
y el agua de los océanos,
la palabra escondida
en el espacio vacío de las rocas.

 

Whalien 52

Ciertas formas de belleza me están vedadas:
por más que lo intento,
no consigo pertenecer al micelio que sostiene
otros cuerpos
otras voces
que arrullan los proyectos gestados en el cruce.

No aprendí cómo jugar en equipo
por más que lo intento,
no se acuerdan de mí cuando hacen sus planes
y está bien.

La soledad es un miedo antiguo,
inherente a nuestra especie
pero no solo a la nuestra,
ciertas formas de belleza me están vedadas.

Sin embargo nado a la deriva,
soy como la sombra fantasma de la ballena solitaria
mi canto es distinto en su singularidad absurda
la laringe lastimada por la frecuencia en que allí
se me incrustan las palabras.

Tampoco sé si soy la última de una familia extinta
si sólo me pueden acompañar quienes no tienen carne,
quienes nadan en el más vasto cuerpo de agua.

Soy como la sombra fantasma de la ballena solitaria
el mar es todo mío pero no puedo compartirlo,
canto una canción
una pregunta abierta.

Se aleja de mí una parte
se aleja del mundo,
todo se vuelve un compás eterno de silencio
verde y azul la estela que dejo,
algunas formas de belleza
sí me pertenecen.

dejar al mar venir con su hambre

 

Ostrea

He saboreado la perla creciéndote en la humedad
protegida, dulce, ámbar.

Carne blanda
leche negra.

He quebrado el nácar que te envuelve,
untado mis dedos en las luces de tu piel
me he llenado las palabras del aceite de tu lengua.

Mar y salvia
nervadura y sangre.

He abierto tu tibieza de cobre en dos,
he disuelto la blancura que te hace
contra el filo urgente de esta noche.

 

Seiche

Tengo la mirada desnuda
veo los trazos que me forman,
línea sobre línea sobre línea,
ramales naciendo en los intersticios
glifos que desconozco.

Tengo el espíritu suspendido
habito el aleteo del colibrí dorado
la ínfima vibración de la hoja al nacer,
el hueco fresco de la piedra sobre la arena.

Tengo sal en la boca,
llevo en los ojos el amarillo de la serpiente.

He de aprender a estar nuevamente en mí
ser como lava moviéndose entre los muslos del mar,
danzar alrededor de los silencios.

He de aprender de nuevo a estar en mí
en el oleaje quieto del seiche que ahora es mi cuerpo
balancearme atrás y adelante en esta carne limitada
descubrir cómo lo quieto
puede ser perturbado,
aún en su quietud.

 

Siesta del 25 de diciembre

Es de noche y caigo al agua
parece el embudo de un dique
un mar desconocido
tal vez,
un lago.

Soy una niña pero no me veo como yo.

No sé nadar,
trago agua y la presión del golpe es enorme.

Me hundo desesperada,
pero sin moverme.

Lo único que puedo y quiero hacer
es ver el agua transparente,
ámbar.

No hay nada
ni algas ni peces,
nada en suspensión,
todo calmo y perfecto.

Veo con claridad,
me embelesan los colores reflejados en la luz.

Mi hermano se tira al agua,
me lleva al abismo de piedra
y nos impulsamos.

Me saca de una mano,
mientras patalea con fuerza.

Salimos eyectados varios metros
y caemos a una colina.

Nos espera un gato negro,
húmedo,
pero él no ha caído al agua
y está asustado por nosotros.

Me despierto llorando:
no tengo un hermano,
siento que he nacido.

 

Laberinto

Voy a perseguir tu brillo
en este laberinto de noches continuas.

Comeré de tu festín mientras esté servido,
iré más allá de tu forma humana
sentiré las corrientes marinas que dibujan tus manos.

Voy a encontrar el destello que trasluce tu vientre
el trazo de algodón en tus pestañas,
voy a plantar las semillas del deseo.

Este cuerpo me dice:
guarda tu ilusión bajo la máscara,
que no se te muera.

Palpitaré como un corazón recién llegado,
atravesaré el malecón de tu indiferencia.

Voy a encontrar tu brillo
en este laberinto de noches continuas.

 

Antonella Paltrinieri Fissore (Córdoba, Argentina, 1989). Es poeta, performer, Lic. en Letras Modernas, Tec. en Corrección Literaria y docente nacional de nivel medio. Obtuvo mención en el año 2014 en el IV Concurso Nacional de Poesía: “Taller Latinoamericano de Poesía Fundación Pablo Neruda” [FFyH (UNC) y FPN de Chile]. Fue mencionada nuevamente en el 2015 y algunos de sus poemas participaron de la antología conmemorativa de dicho Concurso, realizada por la Editorial de la FFYH. En el año 2017 publicó su plaqueta Summoning o conjuros para una noche que se avecina, por el Taller Perronautas; y en el 2022 su fanzine Datura Stramonium o una higuera para llegar al Infierno, por el Taller Inalmew. En el 2023 publicó su libro de poesía Mancias, por Halley Ediciones. Ha editado en formato fanzine, plaqueta, en ediciones colaborativas, revistas analógicas y digitales en Argentina, Chile, México y España. Participa activamente en diversos espacios artísticos de Córdoba y desde el 2019 amplía su propuesta a través de la danza, la performance, el videoarte y el collage sonoro.

Una respuesta a “Poemas. Zona de rompiente. Antonella Paltrinieri Fissore”

  1. buenos texto, sobre todo aquellos que no aportan reflexiones
    hay mucha fuerza en sus descripciones, mucha imagen…. por ejemplo «Tengo sal en la boca, llevo en los ojos el amarillo de la serpiente».
    Interesante que usa la poesía para contar historias
    se nota que cada texto ha sido disfrutado

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