Poemas. Carlos Teshcal

 

 

Hoy fui el animal más torpe

 

I

Coronado el más torpe de la tribu. Indomable animal soy, cazador de la noche en plena luna donde devoro mi propio hedor sacrificando mis plumas y la casta de polluelo en pleno sortilegio. Coronado con espinas de mar me vi al espejo frente a la niebla de la ciudad, y busqué a mis otros seres, a mi doble zopilote que vuela sobre las rocas más negras que la edad, pero todo fue un fracaso. Sigo siendo la bestia que surge del fango hasta estallar en la hoguera, y luego servida en bandeja de festín, y la carne me pesa sobre los costados como viejo huracán que hace de su cuerpo una tumba

 

II

Hoy me bebí la ciudad en sorbos, y caminé sobre las avenidas que hacen sus hazañas después de un puñal hambriento que no miente, y las alejé de mis ojos de niño, invocando siempre a la gran pregunta de las horas. Me bebí la ciudad entera y con ellas sus viejas muecas, y besé, y fui también besado, toqué cada muslo y labio florido como ciego que intenta devorar el universo con sus suaves manos hasta llegar a lo más hondo. ¡Soy el último de la tribu! -me dije- porque solo yo podía escuchar mi voz, mientras los postes de un verano anunciaban mi caída bajo las eternas escaleras del infinito

 

III

Han devorado a mi hermano y siento el rechinar de dientes de bestias que no tienen piedad sobre su mortaja. Mamá a secado sus lágrimas en la hornilla, y la vieja plegaria de la abuela se extiende desde lo más profundo de la tierra para beber de su saliva. Han devorado al viejo de las cavernas que inventó el fuego y el ojo de mar en la ciudad de piedras

 

IV

Hoy he vuelto a beber de tu sangre sagrada, ¡oh! indomable tribu que somos en esta terracota ciudad de la mentira, en este festín de hombre donde nacen los más crueles pensamientos y el superhombre de Nietzsche es solo un cuento que pasó por las bibliotecas. Heme aquí, devorado por viejos delirios, mientras bebo mi última cerveza y con un viejo tango me recorre la última célula el recuerdo de mis innombrables amigos

 

V

Hoy ha muerto mi hermano, y no lloro y no grito, solamente guardo entre mis manos su vieja carne machada por auténticos devoradores de hombres que ríen fijamente desde los nuevos edificios de la ciudad. Mañana escucharemos con aleteos de banderas sobre la milpa una vez más la plegaria ante la noche. Hemos vuelto como víboras a cegarnos lentamente. No hay camino, no hay agua, la tribu es sólo una canción de viento que se cuela en los árboles antiguos, y los niños se mesen con sus manos pidiendo nombres para conocer sobre el ayer

 

VI

¿A caso no han visto la sangre que cuelga de las bestias? ¿han sentido el viejo murmullo en las esquinas de las plazas? Son solo nombres que viajan desde el subsuelo. Son nombres y más nombres que surgen como granos, mazorcas y peñones. Hemos asesinado al último de la tribu, y los perros y los hombres con caras de monos han huido a la ciudad de la que su nombre no se pronuncia

 

VII

¿Me habéis acusado de torpe? obstinado regreso al viejo signo de la madriguera. ¡Hay nada que cazar en esta tierra! los hombres han partido con veneno en sus cicatrices y no sabemos si volverán después de la gran guerra. ¿Me habéis acusado nuevamente de torpe? Escucho las cadenas de la eternidad y Dios no ha vuelto su mirada a los viejos signos de la carne

Malévolo y torpe soy entre ustedes, infante del demonio, aprendiz de la palabra y cazador de los silencios, agitador de viejos templos donde la paz agoniza y un viejo zopilote vuela en busca de alegría. Por eso ahora invoco tu eterna plegaria ¡oh gran creador de la noche que agita sus alas para iniciar la alabanza!

 

 

Falsedades del haber

Todos te recibieron con pompas y concertinas anunciando tu regreso. Años atrás desfilaste en cada pensamiento de tu padre hasta llegar a la sonaja de esta noche polvorienta. Pensaron de ti como el hijo perdido; si la noche pudiera callar tu mentira ahora viajarías anunciando el derrumbe de los días plasmados en tus zapatos rumbo a San Salvador, Guatemala o la Ciudad de Los Muertos.

De tanto mentir, la mentira se hizo grande, se hinchó de saliva, y ahora juega contigo bajo el naranjo. Pecador te nombró la iglesia y con ella la sanción extraterrenal. Tus amigos se burlaron de tus asombros por amor a la muerte. Ahora la ley te condena a callar, a resguardar lo que una vez fue un acertijo: el beso.

 

Ritual para un perro muerto

I

Los Perros viajan en verano

irrumpiendo los cielos hasta estallar en una nube.

Los he visto bajar de la montaña como macehuales de la noche

con sus ojos siempre fijos vigilando los caminos sin dueño

hasta saciar sus hocicos de hambre.

 

Hay tanto perro en la ciudad,

y pienso en el aullido perfecto en el fondo de la noche

donde derramaran una lágrima de invierno

 

II

Hay perros en medio de mis ojos,

y me acarician hasta hacerme llorar

y me ladran hasta quedar desnudo con mis pobres huesos

 

Los Perros también viajan por la cintura de las carreteras,

y vuelan hasta el cielo de los perros después de una estampida.

 

III

Hoy he visto el dolor de un perro muerto;

y la lengua también me sangra

y me sangran los oídos

y el corazón

y el rabo que no tengo

y la uña izquierda de mis antepasados en la ceniza del origen.

 

IV

Hoy escuché tu aullido —hermano—

y me hago nuevamente la pregunta,

¿en dónde está nuestra tribu?

¿a dónde se han marchado los viejos signos de la noche?

¿en qué rincón de nuestra edad estará enterrado el asombro?

 

Hoy escuché tu silencio y te vi fijamente a los ojos

en un viejo ritual de Xólotl donde danzábamos

rumbo al camino de fuego

bajo la indomable tribu que somos en medio del lodo.

 

 

Sentencia

 

Busca el beso en el agitado insomnio de la memoria,

en el faisán que viste de fuego el cielo

Busca la carne

la mirada,

el ojo gris sostenido en la pata de un perro,

a quien debemos la iniciación a la muerte

y la vieja plegaria: “no me dejes, no me dejes…”

 

 

Nahual

Hazme el amor en las cenizas,

yo lo haré en el aire,

dame los besos de tu cielo,

cantaré en tu oído eterno

Ponte de rodillas

haz el sacrificio esta noche,

toma mi copa

llena de sangre,

de tu aroma eterno,

toma mis pies

y vuela

 

Carlos Teshcal. El Salvador, 29 de diciembre de 1990. Poeta, editor y pintor autodidacta. Realizó estudios de derecho. Fundador y director de Papalotl Editores. Miembro del Comité Editorial de la Revista Malabar del Ministerio de Cultura de El Salvador. Publicaciones: Antología Poética (Poesía, 2009), Ignominia mortuoria, (Teatro, 2015), Testimonio (Narrativa, 2016), Universos (Poesía, 2016), Designios de Rosa (Crítica, 2020), Ricardo Humano, Un signo en el viento (Crítica, 2020). Inédito Falsedades del Haber (Poesía) e Indomable Tribu (Poesía).

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