Poemas. Suárez Silvana Paola

 

La maldición de los sombreritos

 

Caminan por el sendero

todos los días a las cinco de la tarde.

Dejan huellas en la tierra

pasos de pies grandes y pequeños.

Los pasos son lerdos como

hormigas que hilan una sábana.

Cuando el viento

levanta  sus vestidos

los sombreros vuelan

se enredan en las espigas de maíz.

 

Los rostros miran hacia el norte

se clavan en la mirada curiosa, luego

giran hacia el sur

y buscan los sombreros.

 

Los colocan en sus cabezas

como piezas de encastre y

siguen por la quebrada.

El sendero que al principio

iluminaba una enredadera y un molino

se extingue como una luz de noche.

 

 

La neblina se lleva a los perdidos

 

Es un cuadro donde el tiempo se extiende.

Detrás de su misterio siempre

alguien camina.

Los sonidos desaparecen

la velocidad de los autos es baja.

Es un hombre que viene de un pueblo

se para en medio de la ruta y retrocede hacia los yuyos.

Pasan días hasta que su foto

aparece en los diarios.

Pero nunca nadie vio su rostro.

Hasta que su ropa se deja ver

en el arroyo de un campo.

Sus familiares dicen: “Ahora

podremos dormir en paz.”

 

 

El farol

I

Son ventanas

como un perro rodeado de los días.

Es como si fueran una procesión sin nombre

y el cuerpo no entendiera

de la perfección del tiempo.

-Cuerpo y tiempo descoordinados-

y las ventanas

que mueven sus cortinas

como una invitación al vacío.

 

II

Lo que el balcón oculta

los ojos callan

un hecho es una marca

mientras otros mastican los alimentos del día

él vuelve a salir de la habitación

y se tira del  balcón por undécima vez.

La mesa está rodeada de adornos.

Como  una imagen

arrugada que se repite en tramos.

Las miradas aguardan

lo que el polvo olvida.

 

III

La angustia es el primer

sonido de la mañana

de quién está despierto

y siente el calor húmedo

el sol pegado en las sombras.

Algo así es la cárcel

o un manicomio.

 

IV

El cuadro está

en tu casa abandonada

vos en un rincón

esperás otra cáscara

para calmar el espanto

 

en los días domingos

no hay espejos

el moho cubre las ventanas.

 

V

Salen del pasillo a jugar

y suben a la terraza

con los pies sucios

los mocos pegados en la cara

vos estás en la cama

¿quién mueve los ojos

sin poder sentir la nieve en las pestañas?

 

VI

Año bisiesto

el ojo lleva lo que la mosca muerde

Hay una araña de cemento en el techo,

el viento que entra

por un agujero de la pared

se evapora entre partículas tóxicas.

 

VII

Las ventanas están selladas

las puertas desaparecen

¿Quién entra en la sombra,

se acuesta a tu lado

y te roza la pierna?

Mientras el perro

ladra atado

en tu mente.

 

VIII

En los balcones de tu recuerdo hay:

ropa atada en las paredes,

colores desteñidos,

cáscaras en los pisos.

En el balcón seis:

los amantes desnudos

son una metáfora

de lo que es real

con sus bocas llenas de gusanos.

 

IX

El farol de tu recuerdo

camina por el pasillo

que conduce a la casa de tu infancia

La luz muestra:

una mesa rodeada de extraños,

una rata en la cocina

con cientos de crías.

Luego la luz

se dirige a tu cuarto

sin puerta.

 

X

Cuando la luz se mueve

se ven: las patas de una mesa

rodillas que se rozan

una mano en otra rodilla

un pozo en el piso.

Un cura arrodillado..

 

 

Nave lateral

 

Las puertas no me dejan descubrir quién soy.

Son seis, las he visto desde las escaleras,

se abren en diferentes horarios.

Salen: un hombre gris

y una mujer con un piloto transparente.

Ellos dicen que un niño llamado Noah

vestido con buzo y pantalón azul

los mira con ojos de uva negra.

Cuentan que su rostro es perfecto

y juega a atrapar hormigas

o hace chocolatada con barro.

Además corre por el pasadizo

y a veces olvida un muñeco que tiene

una capa verde.

También abre canillas y el agua

se mezcla con las pisadas de los caminantes.

Veo desde aquí cómo la noche cierra el pasillo

y las puertas desaparecen.

Igual que Noah.

 

 

Noche I

 

Antes de dormir doy vueltas por el patio

veo las estrellas

la luna que cae fragmentada en todos los techos

 

cuando cierro los ojos

un drogadicto se tira de un balcón

 

veo la mañana de la niebla

las casas sin ventanas

niños que duermen al lado de precipicios.

 

Suárez Silvana Paola es poeta y vive en Villa Mercedes, San Luis.

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