Vil dinámica
Hoy quiero escuchar mentiras
jugosas como entrañas y carne rosada
que se desborden ridículas por el filo de tu lengua,
y agonicen unas sobre otras a tus pies
recién paridas por su padre
tus insaciables ganas de ser alguien.
Sé despiadado, vamos, dáñame con fuerza
necesito del veneno y de tus malas prácticas.
Tu pecado es dulce como selva negra
sirope espeso y gasolina en llamas.
Tú te llamas como yo te diga
sin necesidad de preguntarte.
Dame tus palabras, ¡dámelas!
Como confites morados y negros
de un extraño en la calle
en un carro polarizado
que me jala con el dedo
y yo voy para entregarme.
No seas tonto
que este juego es mío
y ya gané
si pensaste
que me dominabas.
Qué aburrido.
Guardo con ternura
una a una tus blasfemias
calcomanías
en la puerta del refrigerador.
¿No te das cuenta?
Me haces crecer
cuando crees
que me maltratas.
Hazme inmensa
sé más potente
enorgulléceme.
Si soy franca
nunca he visto
escena tan patética.
Me amenazaste
con la vida entera,
me lo diste todo
pero fallaste.
Humillado kamikaze.
Viento inmóvil (Editorial Universidad de Costa Rica, 2020)
Enunciación
A R.P.
Un nombre ensaya tomar cuerpo,
pero es éter, se evapora.
Sus rumores no se encuentran
y no alcanzan a emplumarse.
Aquí, en el terreno de lo mundano,
yo creo escuchar vocecillas y súplicas.
Las llamo,
¡Me corresponden!
Son frenesí de luciérnagas
lamiéndome los tímpanos.
Solo yo percibo su sinfonía
caóticamente hermosa.
Vislumbro la fragancia del deseo,
el paraíso se vuelve plástico
bajo mis uñas.
¡Lo toco, lo rasgo, lo pierdo!
Persisto enloquecida.
Después de múltiples intentos
con ojos celestes y turbios
llego a sujetar todas tus notas.
Tu nombre, embrión de ave,
cae de mi boca y me deja
su placenta entre los dientes.
Ya no tiene nada que ver conmigo
surcará peñascos y paisajes.
Descanso
porque finalmente existo
en el mismo mundo
que tu nombre habita.
Llovizna
El silencio se pasea desnudo por el cuarto.
Trato de escribir, pero te pienso.
De un cúmulo de anhelos
se va formando el poema.
Tus rosas cabizbajas
no se mueven,
el agua está turbia.
Los libros de poesía
abiertos en el sofá
quieren verte a los ojos.
Hay demasiadas sillas vacías
pero hoy no me importa
el desorden de las cosas.
El trance de la nevera
comienza a sonar como tu voz.
Las ventanas permanecen cerradas,
aquí no cabe el viento.
Crepitas en el iris
recorres mis vertebras.
Tus dedos rozan mis labios
tu respiración pausa en el cuello.
Mis piernas se abren,
a ver si logran acortar la distancia.
Saco la lengua y su pistilo te llama.
Mis pechos buscan tus manos,
replican su textura
en su relieve de ciruelas.
Las flores palpitan
te estamos esperando.
Hasta que suena el teléfono
y la tarde se quiebra.
María Macaya Martén (San José, Costa Rica, 1991). Su primer libro de poesía, Viento inmóvil, recibe una Mención Especial del Jurado en el Certamen de Poesía 2019 de la Editorial de la Universidad de Costa Rica. En el 2023 una selección de sus poemas obtiene Mención Especial en la 40 edición del Certamen Literario Brunca, organizado por la Universidad Nacional. Ha publicado de forma virtual en diferentes revistas literarias y participado en varios festivales y ferias nacionales e internacionales. Coordina una columna llamada Donde van a morir las flores en Revista Cardenal de México. Es máster en Literatura Comparada de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Se especializó en poesía, en el simbolismo francés y el modernismo hispanoamericano.