Poemas. Elim Dafne Acevedo Barrantes

 

Corriente

Me descamo, no estoy jugando a ser pez,
en mi cama habita el grito del mar, temo que
arrastren todas mis vértebras ahogadas,
Dicen que no hay aletas que aguanten las olas de esta sangre
pero creo tener un incendio bajo el agua, en él, la palabra auxilio no existe.

 

Kunus

Sal, es la noche en que la luna pide auxilio al Orión,
no voltees hacia atrás, solo mirarás los antiguos restos de la Iberia,
piel animal, no te escondas, hemos devorado la tragedia.

 

Desahucio

El óxido con que pintaron esta casa se
me pega a las manos, y cuando intento
lavarlas, aparece una lengua con pelos, el
agua tiene monstruos

Nadie dormirá con esto pegado
No me quedará más que limpiarme con las sábanas, aunque
estén tendidas por el tornado
¡Sé que mi frente se hundirá!

Se me cierran los ojos, y no paran,
caminan por mis venas como si pisaran azulejos
¡No más!
No me convertiré en parte de esta casa, no, el agua sabe
a cuerpo óxido.
Me arde el cuello, y corro al espejo de la sala, solo veo un
grito verde, no lo soporto
Se retuerce como la cucaracha
gigante de mi sueño, donde alguien me llama para decirme
que el olvido luego traerá el rostro de la plaga

Y solo imploro por la caída del sol, y el sol
se duerme en otro sitio
Esperaré la explosión, pero antes haré mi última visita, será
al patio, construiré una casa, esta vez, con mi propia piel.

 

XII

Los llenos de sangre, tierra, ocultos en
los dolores del frío
Los enfermos, bebiendo
el suero de la última sombra

Nos vendamos los ojos con hielo,
fuimos tragados por la víbora de aquel invierno,
escupimos el silencio de las palabras, nos
consumió el veneno

Mi boca ocultó tu cena por todo un año, pero
cuando mi vientre se reventó en el solsticio,
no lo quisiste ver y te dije;
Aquí viene, te niegas
a ver cómo paro tu sangre,
no quieres ver cómo se me desgajan las caderas como
una toronja

Los llenos de fuego, sangre, arrastrando
el grito hasta despertarnos, renacimos en este
incendio para quemar nuestras vértebras.

 

Mudar

Aún me persiguen para sacar el fuego
de mis ojos, pero no tengo miedo, heredé el incendio
con que se hierven estas olas, aún no lo saben.

Llevé mi piel a la arena, no pude evitar incrustarme
el vacío de los corales
Te dejaré el rastro…
Las algas son rojas, no las mires demasiado, aquí debajo
la envidia es una especie.

Me hundo, y no hay quien me sostenga, no pienso
entregarme al rostro de anguila, no lo haré
No permitiré que estos caracoles jueguen a tener mis oídos
Me arrastro, y el grito de este silencio me atraviesa el vientre,
abandono mi piel, aquí sepulto mi sangre.

 

Elim Dafne Acevedo Barrantes nació en Golfito, Puntarenas, el 29 de julio de 1999. Reside en Sabalito de Coto Brus, Puntarenas, Costa Rica. Estudió Bachillerato en Ciencias de la Educación con Énfasis en la Enseñanza del Español en la Universidad Católica de Costa Rica. Fue invitada para participar en la publicación Siete poetas de Costa en la Revista Electrónica de Literatura, Círculo de Poesía. Actualmente, se encuentra preparando su primera obra.

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