Mi madre me mandó a tirar la basura. Caminé por varias cuadras hasta toparme con los edificios que a partir de aquella noche se convirtieron en mi obsesión. Era menor de edad, cara de nada, de inocente no sé siete años. Un hombre se acercó y me dio veinte pesos, corrí al quiosco a comprar caramelos y papas fritas, otro niño de mi edad me pidió que le convidara y no dude y nos hicimos amigos. En este relato mi cuerpo no tiene frío ni sueño no sé exactamente cuántas horas me ausente de casa. Mamá estaba con mis hermanas sin dinero y con hambre. El hombre estaba nervioso me hizo unas cuantas preguntas, dónde vivía y esas cosas, siempre mentí. Tenía miedo que le acusara a mi madre, pero eso no sucedería. La historia del hombre de la bolsa me resultaba mentira ya que este señor no traía bolsa andaba en auto, el frío me irritaba la vista, caminé unas cuadras, pero no di con mi casa.
Me subí a una terraza para mirar desde allí donde me encontraba, y pude ubicarme. No tenía ganas de volver, aunque esa es una sensación que siempre me acompaña siempre quiero huir y no regresar a ningún lugar. Aun no encuentro un lugar seguro donde vivir. El niño me había inspirado confianza lo vi triste y con algunos moretones en los brazos. Yo también tengo moretones, pero en las piernas. Nadie los ha visto, parecen invisibles al principio son muy violetas y después se ponen amarillos. Regresé con mi amigo estaba sentado en el cordón de la vereda ahora vi en sus ojos un brillo aterrador si antes estaba triste ahora estaba extraño. El brillo me inquietaba, eran de lágrimas pegadas con cierta mezcla de tierra. Y parecía que aquello no se borraría nunca.
Suárez Silvana Paola vive en Villa Mercedes, San Luis. Es profesora de Lengua y Literatura. Es poeta participa en talleres de poesía y abiertos de lectura en su provincia además ha publicado poemas en las revistas: “El viento”, de la Ciudad de San Luis. En Kametsa revista de Perú y Revista Montaje de Chile.