Poemas. Ana Belén Jara

 

Poemas pertenecientes al libro Con dos pesos ya no alcanza (Ril Editores, 2024).
Ana Belén Jara

 

*

Alguien escribió tu nombre
al frente de mi casa.
Alguien se olvidó los acentos
y se dejó sueltos los palitos de la L
dubitativo, quizás o
luchando con la aspereza del
revoque de cemento tan
emprolijado.
Yo también me olvido cosas
como cuando deletreo ese error
que te delimita
y concurro
a la primera pronunciación
del vocablo.
Un vocablo en el que entra tu vida
o la vida que yo me imagino con vos
hasta que te desbordás sobre el bloque
y veo cómo te vas tallando
de nuevo
sobre esta piedra.

No amarás.
No olvidarás.
No morirás.
Porque tu nombre
es una grieta
en este muro
que todavía escuece.

 

*

Durar es una palabra pesada
contiene demasiada erre
y arrastra con esta la pregunta
de si durar es un capricho en esta
vida y sí, si esta vida es un capricho en algo que dura
porque derrumbarse
derrumbarse
deja de ser una opción viable
Una cosa no se derrumba. La derrumban, o se queda,
Se queda y la gastan, persiste,
se pierde, se olvida, se deshecha,
hasta que la materia deja de resistirse al cambio definitivo.
Yo te miro y duro lo que dura el dolor de una herida
simple,
fantaseando con la idea de ser el árbol que hace sombra
o un techo hundido haciendo equilibrio para no caer
o una ventana que mira
al cementerio resistirse a la noche
Yo te miro
y ahora que duro
exijo mi
derrumbe.

 

*

Llevo el olor
de los jazmines
en mi pelo avejentado
y enredado por el paso del día.
Puedo ver los nudos que los duendes
me hicieron mientras dormía
y pensaba
que la siesta era tan solo
un impasse en la tarde.
He dejado el pantalón vaquero de un varón
en la ventana
siguiendo el rito de las abuelas
y esperando que al fin se vayan
y dejen de tirar piedritas
a la membrana de la terraza
o de preguntarnos si con la de lana
o la de hierro,
pero se quedan
y me subsisten
nos subsisten
y nos sentencian a verlos cruzar
entre los pies de nuestras camas
hasta el fin
de nuestros días

 

*

Allá voy, recto, directo a tu dulce,
te ves tan brillante, sabrás tan bien.
No puedo romper la fila en la que camino
tengo que seguir y llegar a vos.
No solo te consumo, me llevo
tu gusto entre los dientes
a mi parcela tan concurrida.
Yo sé que sos una trampa,
pero estoy ahí, en hilo,
mostrándole a todos el camino
hacia la muerte.

 

*

Desde que vivimos acá
toda la ropa se pasea por el cielo,
gira en calesitas de tela gastada
de tanto jabón,
juega a tenderse en formas infinitas
y se mueve al gusto del tiempo
y de la tarde.
Hay tanto que cuelga olvidado,
hay tanto que cae olvidado,
tanto que permanece en este jardín
sin nombre y se desintegra.
El hombre que cuida los yuyos
se encarga de recoger las medias
sin pares
y de sentarlas en una esquina a que esperen ser reclamadas.
Yo espero a esas caras anónimas
salir de los bloques contiguos
a levantar las prendas
fantasmales
antes de que algún otro vecino
les vea la fina luz que les bordea
la silueta,
como yo
que le veo escabullirse
de la noche y del rocío
de la pérdida y del reencuentro
Como yo que solo me escondo
cuando lo que pierdo es este rato
en el que una angustia ajena
viene recordarme
que todavía
prolongo el duelo.

 

*

Dormí la siesta sobre
la noche oscura
de un cadáver.
Este, tumbado boca arriba,
cedía calor al suelo pálido,
y se endurecía
tristemente
a la par que sus alas,
ya tiesas,
se deshacían
con el pasar incorruptible
del tiempo.
La bestia
lo había escondido en aquella sombra
una sombra rota que,
debajo de mi cama
se esparcía como la compasión
del animal que no sabe
que desgarrar
alguna vez fue parte
de su naturaleza.
Arriba, sobre la cama que
se hace invisible,
yo exhalo el bochorno
de la tarde que nos adelanta el verano,
y quiebro, como por herencia,
nuestras almas.

 

*

Me convertí,
sin quererlo,
en espectadora
de la muerte.
Allá en la ventana
veo con claridad cómo
un hombre se va
de su oficio.
Duerme cuan
niño recién salido
del vientre materno.
Sus ojos cerrados
engullen la vida
y su boca abierta deja salir
lo que le queda de alma.
Lo veo y creo
que algún dios
está ausente.

 

Ana Belén Jara (Jujuy, Argentina, 1990) es comunicadora social y periodista, especializada en adaptaciones cinematográficas en el género fantástico. Es autora de Con dos pesos ya no alcanza (Poesía, Ril Editores), Cataclysm (Poesía, Cuatro Hojas) y El desalojo de un cuerpo (Poesía, Cronopios). Fue seleccionada en diferentes antologías internacionales de relatos y poesía (Premios Itaú, Rumbos, Literariedad, Aullido, entre otras). Actualmente reside en Toledo y se dedica al análisis discursivo, mientras escribe su primera novela.

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