Reseña teatral: «Sólo los tontos se enamoran», Dirección Claudio Arredondo. Por Miguel Echeverría M.

Para un hombre muy tranquilo, cuidadoso y sano es extraño que tenga una gripe con caracteristicas de bronquitis, más un viernes en la noche porque vivo como quiero sin que nadie se importe de hablar. De todas formas mis ganas de ir a ver teatro superaron mi débil organismo porque iba con una acompañante cuidadora que no voy a mencionar hasta el final.

Es que «Los tontos también se enamoran» tienen una caracteristica de atractivo especial, desde ya con una dirección que involucra al reconocido Claudio Arredondo y un elenco actoral de primer nivel con Ana Luz Figueroa, Begoña Basauiri, Elvis Fuentes y Diego Boggioni, donde destacan por igual los cuatro personajes que son participes o involucrados en la ORS, Oficina de reinserción de solteros, un lugar donde el desenmascarar a las relaciones sentimentales se vuelve un trabajo público.

Es que hablar de algo liviano o mundano como las relaciones de pareja son la excusa perfecta para hablar de las cosas que de verdad nos importan. ¿Y, que nos importa más que el amor? Por extensión de las cosas que nos sepultan emocionalmenten porque lo queramos o no son peor que un susto, amar es de las cosas que más nos importan en el desarrollo de nuestros personajes biograficos. Quizás esa perspectiva industrializada del amor nos escandaliza de alguna forma. No caemos en la posibilidad de que nos encontremos con el impacto transmutador de amar sin necesidad de dejar de ser nosotros mismos. Mutamos, pero no cambiamos. Amamos, adoramos, queremos, encantamos, bailamos, vivimos tan tontos como siempre, pero ya no importa parecer un descerebrado.

Las referencias a Fito Páez, Enanitos Verdes o Ana Gabriel nos hacen ver las cercanías entre las generaciones que parecen muy descontextualizadas por origen, pero que en el presente se exagera la relevacia que tienen de tener tanto en común. El recurso del lugar común o lo «pop» suavizan lo que es un drama que se entremezcla en una comedia moderna. Llena de redes sociales, conflicto de personalidades, diagnosticos e inseguridades.

Finalmente la obra es una odisea por el declarado humor hacia los desamores, una verborrea de los comportamientos antisociales, como «stalkear» y el romantizar las tiernas irrelevancias cotidianas por buscar una aventura amorosa, porque todos terminamos celebrando en la misma fiesta donde nunca bailamos con quién queremos, simplemente disfrutando nuestra existencia por saber si seremos o no encarados. Yo, luego de la obra, me alivié del resfrío luego de una fuerte revelación de mi cuidadora, por lo que tuve de improviso volverme un tonto, vulnerable y asumir que pasaba eso por alto, para no sentir temor al rechazo. Otra vez me hizo el día la que me conoció de noche, antes de la tormenta en el viaje de retorno a nuestra ilusión.

 

 

Por: Miguel Echeverría M.

 

 

 

 

 

 

Para Myriam.

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