Poemas. Luis Martín Cueva

 

Mi casa 
mi casa asentada
en la pereza de la tierra 
detrás de los árboles y los muros,
suspendida en el ojo de un reloj
con el sol brillando por los costados
con los pájaros invadiendo sus espacios
con su silla y su mesa solitarias.
Mi casa con sus relojes de Roma
con sus habitaciones cerradas
y sus cuadros desgastados
con sus paredes intactas 
y su luz amarilla 
iluminando el cielo de todos los días
Mi casa quebrada ante un espejo de agua
recortada por el horizonte
como una sombra trágica 
como una figura atravesada por la noche
Mi casa fermentada por el óxido
devorada por el hastío.
con sus columnas que sostienen el cielo 
con sus ventanas de cáñamo
con sus flores de plástico
             : las vértebras de un caballo
Mi casa cercada por otras casas con similares características: 
con el hombres desnudo
sentado al borde de la cama
con la libélula que naufraga entre brotes de luz
golpeando los cristales y las paredes
anunciando la muerte de la ciénaga.
Mi casa devastada entre ruinas y montones de basura
incendiada por mi propia mano quirúrgica
Mi casa con los cuadros flotando sobre la alfombra
inundada por el vestido azul de mis pensamientos
Mi casa con el musgo creciendo entre las piedras de mi casa
consumida por el agua, orillada al borde de un abismo.

Mi casa enlodada.
Mi casa violentada y arrastrada, 
Mi casa sepultada junto a otras casas.

Mi casa entre torres de fuego
destruida y levantada 
al instante.




Mi padre era una torre muy alta
una tibia sombra en la mañana

Mi padre era fuerte
levantaba sus brazos hacia el cielo
hundía sus letargos en el camino
Así nos protegía de caer fuera de sus límites
y aprendiéramos correr 
              [a montar el sol 
                                             como las aves]
Desayunábamos en silencio 
sobre una mesa rasgada
y cargábamos con su desdicha
el corazón abatido
como un ramillete
impregnado en la solapa
   [el miedo]
ante su presencia, 
consumiendo las horas
y los días del calendario
dejando crecer el musgo
bajo nuestros pies
en medio de las columnas
que se hacían añicos.

Mi padre ayunaba como ayunan lo hombres fuertes
                     [pétreos]
haciendo crujir los maderos
con su desdeñosa figura
 desterrando el color de las hojas
                      [en el verano
arrebatándonos el calor de los árboles
mientras aguardábamos la noche
para contemplar su figura desvanecerse
en las esquinas.

Mi padre era una torre muy alta
sobre la que un día
[una hora]
me lancé
hacia el vacío
y después 
no supe levantarme.



Puedo sentarme

como todos los días
a contemplar la noche
en el cielo
a esperar
que asomen
las hojas violáceas
caer como sangre
hacia un río
y quizá si ahora
espero
hacia el sol
caería
si después miro
a esas aves
hundirse en el horizonte.



Déjame que te hable

de los altos muros

que me rodean,

sobre las colinas

y las torres oscuras

incendiando el horizonte, 

de la casa deshabitada
de sus flores marchitas,
que riego en el verano.



Déjame que te hable 

sobre las marcas en mi piel,

de los cuerpos que deshecho cada día

cuando pienso en vos,

cuando me siento 
a llorar a solas.



Tomo el pan sobre mi mesa

y el sol que se unta en la mañana



Extiendo un manto blanco sobre ella




Dejo cubiertos vacíos,

una taza hervida que se diluye



Cojo flores en el aire, y las devuelvo 



El olor de la noche sigue intacto:

casi no parece que han batallado los demonios de la casa



Cubro las heridas con el manto:

las destierro con azúcar y leche 



‘El hambre no es de ahora’, pienso

y enciendo velas en el día.


La luz se arrincona a una columna

Y no la veo pasar


De pronto…



El pan rueda metros sobre el suelo:

Se caen los cubiertos,

La leche se enciende sobre el manto

                              que yace extendido


Se caen: el azúcar,

         las flores, el vestíbulo

también la noche ha caído

         la mesa, la casa

             Todo se derrumba.


Luis Martín Cueva (Lima, 1992). Magíster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid. Obtuvo el primer puesto en los Juegos Florales en la categoría Poesía de la Universidad Ricardo Palma Ha publicado el libro de poemas “Torre inclinada” (URP, 2018). Ha participado en diversos eventos como Festival Caravana de Poesía (Lima-Arequipa 2017),  Enero en la palabra (Cusco, 2018),  Antifil (Lima, 2018). Actualmente se desempeña como docente universitario e investigador.

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