Poemas. Carolina Kibudi

 

Prehistoria

Un surco
en el vacío

donde la nada
se vuelve traza

en la horda
de los días
por venir.

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Ancestral

Tañen las cuerdas
el eco de desiertos
y soles naranjas.

Las ruinas
de una vieja aduana
custodian
el paso de los vientos.

Devenir
del tiempo
y del agua.

Memoria ancestral
de piedras
angulares.

Vestigio cenital
de huellas
singulares.

Bordes primitivos
del sueño
en su viaje.

Rescoldos antiguos
de ámbar
y jade.
se demoran las esperas.

Donde todo cae,
o todo nace,
o algo
se resuelve
lento
fugaz
inasible
abisal.

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Pedro

De Tafalla, su pueblo natal,
se fue un día Pedro
(Periko, le decían).

Con sus ojos claros.
Con su boina eterna.
Con su tatuaje azul
de mujer lejana.

A cruzar el océano,
a acompañarnos en el crecer,
a llevarnos de su mano
por veredas bañadas de sol,
a dejarnos el recuerdo de su sonrisa
como luz para los días.

De Tafalla, su pueblo natal,
se fue un día.
En un barco
de antes del tiempo.
Con su voz tañida
de jotas navarras.

Arribé al pueblo
una mañana,
a bordo de un tren
cargado de preguntas.

En la estación
me esperaban
abrazos inéditos
pero por mí ya conocidos.

De Tafalla, su pueblo natal,
se fue un día Pedro
(Periko le decían).

Y allí estaba,
con su sonrisa,
después del tiempo,
cuando bajaba del tren
cargada de preguntas
una mañana de sol
a comienzos del verano.

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Fin-principio

Voces salvadas del olvido.
Dibujos de unas manos en el aire.
Huellas que surcaron los desiertos.
Piedras que anidaron otros tiempos.

La muerte eligió quedarse
a la espera de otras soledades.
Inmóvil y silente
como un tren que viaja en la noche.

Mientras las manos,
mientras los cuerpos,
se abren para soltar lo dado,
se dejan atravesar para ser nombrados.

Mientras el agua lapislázuli,
mientras el sueño azul-turquesa,
dibujan en sus cauces
los vestigios que deja un andar.

En la arena
blanca,
vieja,
erosionada,
infinita.

Lo fugaz
imprime en la piel
su sello de fuego.

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De(s)velo

Las calles
vacías
en la madrugada.

La quietud
de los objetos
en esas horas.

Luces prendidas
en la noche,
resistiendo
la mediocridad
del sueño
estipulado,
porque
hay que dormir.

Des-velo,
por la caída
de los velos.

Despertar.

De Devenir 

 

Carolina Kibudi nació en Buenos Aires, Argentina, en 1982. Es poeta, música y psicoanalista. Se graduó como licenciada en Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Desde esos tres artes y oficios que surcan su trayectoria, invita a poner en juego algo de lo que escapa al decir. Anteriormente publicó Lumbre (Barnacle, 2017) y Devenir (Barnacle, 2022).

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