La ciudad de Valdivia tiene un festival hace más de 20 años donde el cine recorre sus universidades, sus calles y canales en el rocío de la mañana, o se oyen sus escenas en el living donde conversan los valdivianos hasta el alba. O en las ferias matutinas o las tardes de paraderos, bares o parques. El cine se vuelve un lugar reiterado de las observaciones, porque el cine nos observa.
Nos saca la foto de manera artística, como si fuese una cámara análoga del siglo pasado, abultando los equipajes de quienes se adentran a este laboratorio de nuevas películas, miniseries o cortometrajes.Toma fotografías con mucha altisonancia pero en los resultados vemos los detalles más reveladores que se nos pueda imaginar. El cine en sus festivales rompe con ese paradigma de mercado que significa acercarse a la pantalla negra por el estreno de las grandes productoras internacionales y de habla anglosajón. El festival comparte un escenario mayor cuando se invitan a realizadores de todo el mundo llegando a problematizar nuestras vidas o dándo un punto de vista, o denunciando una tragedia o enalteciendo algún protagonista.
Las fotografías que se encuentran en esta selección de la montajista Anahí Ortúzar aterrizan al observante en un sitio distinto a la realidad, en el íconico relampagó de un lente que pasó inadvertido, pero estuvo omnipresente en la totalidad de las instancias de participación. El diálogo y la reflexión a posterior de la obra, ensalzan la riqueza del pensamiento y la sensibillidad humana. Nos transportan a lugares donde nunca imaginamos estar, conversando con los creadores que a veces te aclaran una idea, o se dejan seducir por las apreciaciones de los asistentes, en su mayoría valdivianos, jóvenes universitarios o estudiantes del sur, así como asiduos del séptimo arte. Aquí todos somos parte de esta gran fotografía.
Este es un trabajo contra la inmediatez. Es un fotoreportaje que reinvindica el arte en su escencia, la posibilidad de encuadrar una ciudad, un festival de cine y un grupo humano que se propone entrar a la caja negra y saber que al salir no volverá a ser el mismo. El trabajo de investigación sobre el origen y realización del festival, junto con el revelado análogo es el contagotas de un proceso que determina el arte en las formas más sorprendentes. Atraviesa el tiempo mejorando la reflexión sobre el festival y sus expresiones, dándo un mejor resultado visual que le regala a los asistentes un regreso al lugar donde fueron la fotografía en movimiento.
Junto con la consolidación artístico donde la fotógrafa quizo trabajar con una mini cámara point and shoot que era de su abuela, una cámara automática que percutó de forma que la imagen revelada fuera una completa sorpresa para ella, como una suerte de agradecimiento. Anahí trabajó con dos rollos: uno Fujifilm 200 a color con el cuál consiguió dar una naturalidad melancólica a sus capturas y otro, de origen chino, que usó por primera vez logrando experimentar con el efecto del blanco y negro muy contrastado, con pocos defectos visuales para la antiguedad de la cámara empleada. Creando en definitiva una fotografía de calidad de la ciudad, los escnearios, las diversas salas y el público.
Para finalizar queremos agradecer a las y los organizadores del Festival de Cine de Valdivia quienes dieron la oportunidad a nuestro equipo para poder realizar este fotoreportaje y asistir a los diversos largometrajes que se visualizaron en la Región de los Ríos. Por supuesto también a Anahí Ortúzar por su generosidad y talento dispuesto en dar una perspectiva creativa a la cobertura de este evento tan importante en la cartelera cultural chilena.
Equipo Montaje 2024