DISCÚLPAME…
A Pablo Neruda
Discúlpame, si puedes, por mis versos,
Neruda, de mil sábanas poeta,
pues yo no sé escribir cantando al agua,
a aquel frescor primero de la hierba,
igual que tú, en tu Chile de araucarias.
Yo solo sé escribir palabras quietas
en este pueblo donde el viento muere,
volviéndose en las manos fría piedra.
Sucede, sin embargo, algunas veces,
que el corazón procura alguna fiesta,
y salgo a andar alegre y bien vestida,
por el camino y tarde estoy de vuelta.
Me ocurre que me río, que mi risa
igual al llanto mío desespera.
De mi costado izquierdo sale un verso
apasionado y triste que gotea.
Ah… si entonara como tú, Neruda;
sí alzara por los vientos los poemas
mejores de mi vida en dulce nota.
Si el verso hablara a Dios sin una queja.
Sollozo sin su madre, fuego triste,
jardín quemado que no dio violeta,
invierno sin cerilla, espectro frío
es todo lo que tengo por cosecha.
NO VI TU MAR…
No vi tu mar, apenas lo entreveo
en la delgada orilla de mi río.
No caminé como si tú, Neruda,
por calles rectas en Valparaíso.
Mas si supieras, Pablo, cuántos versos
en que nombraste a Chile yo he leído.
De casa en casa recorrí tu pueblo
tocando las veredas de tus libros.
Alegre canto el tuyo porque trae
la lluvia primeriza del estío.
Juntaste con tu voz la voz del hombre
que haciéndose a la mar se ha redimido.
Le diste miel al fruto de la tierra.
Cargaste sobre el hombro los racimos
de las morenas uvas y llevaste
vendimia de dulzura a los caminos.
En tantas ocasiones celebraste
la simple excusa de saberte vivo,
y por vivir mejor te diste, entero,
a compartir con todos rojo vino.
De tanta fama tuya, don Neruda,
de tanta majestad de ser sencillo,
me queda un solo canto, un verso solo,
hojeado sin cesar: el hombre mismo.
ALGUNA VEZ CREÍ…
Alguna vez creí hablar contigo,
Neruda, allá, en tu tierra; tú decías
que la primera música en Parral
fue el soplo virtuoso de la espiga,
y aquel silbido patriarcal del viento
llevando sobre el lomo su familia
de cartas sin destino, de hojarasca,
de lágrimas y páginas escritas.
Contabas que te hiciste compañero
del sol que madrugaba con la brisa.
Sobre la miel y el pasto quebradizo
tendiste la frazada de tu vida.
También contabas que al amor cantando
del hielo liberaste a la poesía.
Jamás te perdonaron los poetas
que honraban las estatuas de caliza,
la musa muerta, la ya fría lágrima
que le quitó el pañuelo a la mejilla.
Jamás te perdonaron los poetas.
Tu nombre fue quemado en una pipa.
Volviste tan alegre de la hoguera.
Naciste nuevamente en tu ceniza.
Una pleamar de estrellas en el norte
levanta cada noche tu poesía.
DE VERSOS ESENCIALES
RESURRECCIÓN
Así razono: las cadenas de las tiranías las rompo,
pues cada hombre cautivo nos arrodilla a todos.
La filosofía es pura cháchara,
no añade un grano de legumbre a tu plato vacío.
La poesía no es nada ante ese faisán
que corteja a la hembra abriendo sus alas con aspavientos.
Camino por la plaza y respiro la abundancia
del aire limpio que mis propios pulmones exhalan.
Celebro que estés vivo, hermano, porque te levantaste
de entre los muertos. Tú eres el Cristo, lo sé.
Los encuentros no deberían acabarse nunca.
Debería ser incesante el reencuentro con el ser amado,
perenne el gozo que sube por nuestras venas al brindar,
eterna la rapidez con que embriaga el vino.
No debería morirse la voz amada que se anuncia,
jubilosa, al abrirse la puerta.
PASOS
Todos caminamos, alguna vez, en dirección a la montaña;
sin embargo, a medida que nos acercábamos, ella se alejaba.
Cuando estábamos a pocos pasos de llegar, volvíamos a estar lejos. Demasiado lejos.
Nos agotábamos.
La distancia se hacía infinita,
aunque habíamos aprendido
todas las formas de la prisa.
Retornábamos cansados a nuestras casas,
repitiendo las mismas palabras: “Mañana volveré a intentarlo”.
Pero otra vez nos vencía la innumerable e impasible arena.
Jamás supimos que ella se reía de nosotros.
Olvidamos las alegres canciones,
aprendimos un silbido triste
que enfriaba nuestros labios.
Solo el silencio nos salvaba.
Cuando supimos que hay un Dios,
nos reímos de la montaña,
soplamos las cenizas de los viejos pasos
y nos sentimos libres.
REINO DE LA PALABRA
Id por todo el mundo y predicad la Poesía
a toda criatura.
No ofrece los cielos,
pero promete el reino de la palabra
a los hombres y las mujeres
que creen en sus promesas.
Sus incontables alas,
sus cascos de caballos,
la llevan con la rapidez del vuelo,
del tropel,
a cualquier sitio.
Es pájaro,
caballería,
mito,
leyenda,
río incontenible,
fuerza humana y divina.
Observa esta poesía. Acaba de salir del fuego,
de las ataduras que la mantenían inmóvil en el silencio.
Está libre de impurezas,
del dominio de las fuerzas superiores
impacientes por opacar su canto.
No podrá el polvo del olvido contra ella.
Sus ojos permanecerán abiertos
aun cuando ya no esté,
para que te mires en ellos,
para que me encuentres
y sepas que te amé sin conocerte,
que si no me buscaste
fui yo quien te busqué.
MENDIGO
No soy digna de que menciones mi nombre
ni de que sepas que escribo versos,
niño que corres de una esquina a otra
con tu ligero cargamento de golosinas.
¿Alguien compra tus caramelos?
No soy digna de que me mires a los ojos,
pero quiero que alguien te lea estos versos
que escribo para ti.
Necesito contar tu historia de gigante minúsculo
atrapado entre el salvajismo nocturno de las calles,
la prisa de los transeúntes
y la indiferencia de los pasajeros de un colectivo veloz.
Nadie ve tu mirada ardiente y triste.
Yo la veo y encuentro en ella
los ojitos de un gorrión asustado.
¡Si supieras! Me entra una pena indecible.
Quiero darte un abrazo fuerte
en nombre del mundo.
Que se caigan, en ese abrazo,
las infinitas y ruidosas monedas
con que se llenan las murallas entre los pobres y los ricos.
POR TI
Por ti me vuelvo medianoche y día.
Te escribo cartas que jamás te llegan,
cartas sin fechas, donde te confieso
que aguardo desde siempre que me quieras.
Nace un rumor de lluvia inesperada,
crece la niebla fría de la espera,
mas no estoy triste. Me subió a los ojos
el estupor fugaz de las violetas.
La moza que yo fui dejó el columpio
y va a tu encuentro, amor, si tú la dejas
imaginar caricias, levantar
la hojarasca escrita y ya muerta.
Desvisto tus silencios, pero te amo
como la noche en calma, sin estrellas.
Déjate amar. Yo solo sé escribir
ruido de hojas pálidas y secas.
GUITARRAS
Mis ojos son dos versos fijos
bajo la sombra de mis largas pestañas.
Por mi sangre corren, presurosas,
las voces convertidas en olas
que arrastran a los ahogados
y devuelven a la playa a los bronceados bañistas.
Mueren los hombres y las mujeres.
Con su muerte enmudecen millones de juramentos,
gritos de alegría y dolor.
Nacen, entre risas y llantos,
los que aguardaron en el vientre de sus madres;
entonces, suben por mi garganta los nuevos cantos
que girarán por el mundo.
Yo voy juntando las palabras olvidadas,
las jamás imaginadas,
las vergonzantes,
las tristes,
las triunfales,
las tímidas,
las temerarias como cuchillos,
las que apenas se mantienen en pie.
Convierto las palabras en esencia,
en este verso pequeño como un beso,
en ritmos que sacuden a los tambores,
en canciones con que despierto
las cuerdas de todas las guitarras.
POESÍA
Hace años que vivimos juntas: las mismas sábanas,
los mismos jadeos,
el mismo susto ante el relámpago que estalla furioso,
el mismo apremio por convertir en palabras las piedras,
todo cuanto permanece mudo.
¿No es, acaso, una infinita mudez el firmamento?
Hace milenios que la poesía y yo somos una sola raíz,
un solo terror,
una sola persona,
sin embargo, nunca termino de conocerla.
Ella halla motivos de risa donde yo me asombro.
Prefiere el espumoso vino; yo, un vaso de agua.
Mi poesía es hombre: camina con pasos firmes,
fuma al caer la llovizna,
lame pieles sudorosas en la oscuridad de las noches,
se enfurece,
pasa el filo del cuchillo por la garganta del ventarrón,
se esparce en las hojas callejeras.
Baja de una moza morena y sube a su caballo negro;
con el empuje del viento abre la puerta
y abre a la mujer tendida sobre el lecho.
Llega a los lupanares con el ardor de una tropa de hombres.
Se viste de traje y entra a una iglesia.
Reincide en las tentaciones y abraza la sombra
de la muchacha que se ofrece en la esquina.
Paga con jazmines y se va deprisa a la vereda de enfrente.
Mi poesía es mujer: sangra,
cuelga violetas de sus cabellos,
se desnuda frente al espejo.
En su rostro se revelan los ojos de millones de mujeres.
Tú también estás en su mirada.
Danza mientras hace el amor.
Grita, desobedece órdenes universales,
impone a viva voz sus propias reglas.
Descifra los enigmas de las constelaciones.
Su canción madrugadora despierta a un pueblo.
Tiene el rostro de una noche constelada.
DELFINA ACOSTA
Yo, Delfina Acosta, poeta de venas largas
como las raíces de los pinos
por las que corre la sangre del universo,
afirmo que no soy ese rostro idéntico al mío
que me mira desde el espejo.
Soy una figura anónima
que camina, deprisa, por las calles,
una sombra mezclada con las otras sombras.
Soy esa dama que se acuesta sobre la hierba
para purificarse con los rocíos de la madrugada.
Y la desconocida que grita,
con la fuerza de la muchedumbre,
contra las injusticias que te hacen, hermano.
Soy el griterío y, también, la plaza amenazada por la lluvia.
En mí caben todos: el desempleado,
la prostituta desnutrida,
el campesino sudoroso,
el adolescente cuyos ojos brillan como la ilusión,
la mujer que esta medianoche
considerará la posibilidad del suicidio,
la joven de mejillas lavadas,
la niña que encuentra gracia en todo.
Soy el tiempo y la vida, pues nunca vuelvo atrás.
PIEDRAS
Soy pueblo.
Cabellera,
huesos,
grito,
viento,
noche valiente,
sombra multiplicada,
estremecido canto
que gira en las calles,
niebla insurgente,
bandera iracunda,
eso soy.
Tengo piedras en las manos
para arrojar contra las ventanas
de las mansiones donde viven
los omnipotentes señores
que te sojuzgan, pueblo.
Vengaré tus noches de angustia,
tus ojeras innumerables,
tus manos frías,
tu rostro pálido,
tu mirada de ceniza.
¡Tengo piedras en las manos!
PLANETA
A veces he soñado que yo fui
un dios indescifrable, un laberinto,
pero al mirar mi escasa sombra hui
de mi inapelable y gris destino.
Acaso soy un raro dios que sueña
con ser mujer, trazar endecasílabos
como estos siete que leyendo estás.
Un dios que se contempla en el frío
espejo y su desnuda boca besa.
Y, sin embargo, solo soy y he sido
Delfina, la que escribe sobre el agua,
la lluvia, el viento, el aire, el mismo olvido.
No quitaré ni añadiré una rosa,
un polvo, un silencio ni un ruido
a este planeta viejo donde tú,
los otros, dios y yo sobrevivimos.
DE LA CANCIÓN QUE NUNCA CESA
Delfina Acosta nació en Asunción, Paraguay. Su infancia y su juventud pertenecen a Villeta, donde hizo sus estudios primarios y secundarios. Donó sus obras literarias a bibliotecas públicas de esta comunidad. Es escritora, periodista literaria y poeta. Miembro del PEN Paraguay, de la Sociedad de Escritores del Paraguay y de Escritoras Paraguayas Asociadas. Cabe destacar que escribe poesías usando endecasílabos, octosílabos y verso libre. Su primer poemario Todas las voces, mujer… ganó el primer premio Amigos del Arte en 1986. Pilar de Asunción conquistó el galardón Mburucuyá de Plata, en ocasión de los juegos florales celebrados para conmemorar el 450 aniversario de la fundación de la ciudad de Asunción. Reunió sus cuentos que obtuvieron premios literarios y menciones honoríficas en el libro El viaje (1990). En 1992 publicó La cruz del colibrí, con prólogo de la poeta Gladys Carmagnola. Romancero de mi pueblo logró el segundo premio Federico García Lorca en 1998. Romancero de mi pueblo está escrito con romances ambientados en Villeta. Lleva el prólogo del crítico literario y poeta Hugo Rodríguez Alcalá, quien escribió: «Este Romancero de mi pueblo podría titularse con exactitud Romancero de Villeta porque Delfina Acosta, oriunda de Villeta es profundamente villetana y se contenta con aludir a Villeta, no al país ni a otras realidades connotadas por la palabra pueblo». Forma parte de los autores publicados en el libro Cuentos latinoamericanos, editado por C.C. Buchner, Alemania, 2009, dentro de su serie Prismas del mundo hispánico, dedicado al aprendizaje del castellano a través del análisis de cuentos de diferentes autores latinoamericanos. Mención de honor Gran Premio Oscar Trinidad, por su destacado Periodismo Literario, en 2001. Versos esenciales, publicado en 2001, honra la memoria del gran poeta chileno Pablo Neruda. El PEN Club de Paraguay otorgó a la obra el primer premio destacando su elevado vuelo lírico y su lenguaje universal en 2002. Querido mío: fue galardonado con el premio Roque Gaona en 2004. Creó y dirigió el Taller de Poesía auspiciado por la Universidad Iberoamericana en 2005 y 2006. Guía del cementerio reúne relatos, apareció en 2009. El club de los melancólicos, que recoge trece cuentos, ha sido publicado en 2010. En 2011 apareció su obra La fiesta en la mar en la Antología Panamericana, editada por la editorial Récord. El antólogo Stéfhane Chao cuenta que el libro reúne los materiales literarios de los mejores autores contemporáneos de América en lengua española, francesa, holandesa y portuguesa. El ayer que vuelve ha sido publicado en 2012. Versos para este planeta vio la publicación en 2012. Versos de amor y de locura fue distinguido por el PEN Club de los Estados Unidos con el prestigioso premio Edward y Lily Tucker, para la literatura paraguaya, en 2012. La luciérnaga alegre obtuvo Mención Honorífica Premio Municipal de Literatura 2016. Cuentos rojos y negros, 2018, recoge siete cuentos. Carlitos y el hada Mente Sana, libro de literatura infantil, apareció en 2018. En 2020 dio a conocer Poemas desnudos, presentado en el IV Encuentro de la Literatura Hispanoamericana en el Instituto Cervantes de París. Ese mismo año publicó una obra narrativa en la antología internacional Un autor, un relato. En 2021 publicó El jardín azul. Dicho texto recoge cuantiosos cuentos y poemas. Sus poemas y cuentos figuran en numerosas antologías nacionales y extranjeras. Fue columnista y redactora de crítica literaria del Suplemento Cultural del Diario ABC Color. Sus obras han sido traducidas al portugués, francés, holandés, italiano y alemán. La Junta Municipal de Villeta, a través de la resolución 69/2021 del 8 de marzo, la declaró Hija Dilecta de Villeta, con base en los méritos personales que concurren en la mencionada referente cultural. Es directora ejecutiva de la revista digital Poesía y Métrica, comprometida con la difusión internacional de poesías de autores de habla hispana. En 2022 apareció el poemario La canción que nunca cesa, con prólogo del escritor y narrador Javier Viveros. Toca timbre fue publicado en 2023. El hombre gallo ha sido publicado en 2024. Cuentos para leer cuando llueve apareció en 2024. Sus obras teatrales A donde el viento me lleve y Los fantasmas de Pedregosa fueron publicados en un libro en 2024.Obtuvo el Primer Premio Municipal de Literatura 2024, por su poemario La canción que nunca cesa.