Anoche soñé con ella otra vez, con su aspecto majestuoso y felino, con el salvajismo y suavidad de su pelaje manchado; con las cuentas de piedra de arroyo que ornamentan su feroz cuello surcado por las hendiduras que la dejan respirar en profundidades acuáticas. Pero, sobre todo, con aquello que no he conseguido apartar de mi pensamiento: la cristalina piedra de arroyo que corona su frente.
Se me ha aparecido muchas veces en mi sueño, viene a mi conciencia onírica con toda lucidez. Cuando viene entiendo que se trata de un sueño, pero me siento tan consciente que parece más real que cuando despierto.
Sueño con una caminata en soledad por la selva, a medida que avanzo por la espesura de la naturaleza, se hace evanescente la figura impresionante y edénica de un manantial. Y es ahí donde habita ella, o más bien, es el manantial el que en ella habita. En mi sueño ella me llama y me hace dueña de sus aguas, me viste con sus ropas y entrega a mi voluntad las noches de fertilidad de todo cuanto vive en la tierra. De jaguareté pasa a convertirse en mujer y me enseña las danzas sagradas. Aunque yo pienso que todo esto ella me lo enseña, hay algo que siempre me dice: «Todo lo que te he mostrado es obra de tu creación».
Las horas que no dormía, no conseguía pensar en nada más que en mis extraños sueños, hasta que comprendí que estaban vinculados con mis antepasados. Yo soy Analiria, provengo del linaje de los guaraníes, los guardianes del Yvy Marae’ỹ, la tierra sin mal que ha sido buscada hasta los confines de Abya Yala.
En mi sueño de anoche, atravesé la selva en la densidad de la noche, no durante el día como las anteriores veces. Cuando el manantial se mostró ante mí, la mujer jaguareté me recibió con júbilo una vez más, y por primera vez se presentó con su nombre: «Ysyry, jefa del clan espiritual de las aguas» y se inclinó ante mí, haciéndome saber que estaba a mi custodia, al igual que todo el reino de las aguas. Visualicé un precioso resplandor en la joya de su frente, un destello azul titilaba inquieto, y le pregunté por qué. «Porque hoy la luna quiere», me dijo, y elevando mi vista al cielo vi que se extendía un plenilunio, brillante como nunca. Sentí aquel resplandor cual si fuese mi propia luz. Fue entonces que un fuerte dolor en el vientre me despertó, y era aún de madrugada. Esa noche fue la primera vez que sangré.
Araí Lazarte. Nacida en Asunción, el 27 de junio de 2003. Periodista en formación, estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Asunción, amante de la literatura y artesana ocasional. Con el periodismo sueña con transformar la realidad, y con la literatura, anhela retratarla. Arai Lazarte es el seudónimo con el que Fiorella Mendoza sella su identidad artística y literaria; con un apellido que perteneció a sus ancestros y la palabra «nube» en guaraní. Desde su infancia, desarrolló su sensibilidad artística, comenzando por artes manuales y artesanía, más tarde experimentando con la música, hasta que conoció a la literatura y decidió casarse con ella. Fue en la palabra escrita donde encontró su verdadera pasión, abrazando especialmente lo fantasioso. Aunque aún está en un proceso de autoexploración en su escritura y perfeccionando su amor por las letras, se considera una prosista lírica que disfruta de retratar realidades sociales y culturales, así como introspectivas, a través de las narraciones.