PRIMIGENIO
Reconozco en mí la melancolía y el sosiego en las primeras bocanadas de aire
que sin trazar plan alguno me transportan a la primitiva apertura de párpados.
Quiero sentirme ser naciente libre de la comprensión y del raciocinio.
Quiero sentirme.
Injerto este soplo de atmosfera desocupada cuando me hallo
fuera del entorno y del perímetro de mi linealidad corpórea,
atravieso el plano dimensional solo para descubrir y permitirme no ser nada.
Una visceralidad de estructuras moldeadas en el suelo se siente representadas conmigo
y me transforman y dibujan en dimensiones aparentemente irreconocibles.
Porque la mirada es limitada, pero el alma reside en cada espacio
aunque sea el mismo espacio el que la perimetra, tampoco quiere entrar en razón,
así como no lo hace el agua cuando erosiona a la roca en la vereda.
Anhelo cuando la roca era más grande de lo que es ahora
hogaño, pequeñas migajas de piedra se arrastran por el agua
sin ningún tipo de vía, buceando por el interior
de una creación sutilmente atractiva.
Tanto, que con aquellos fragmentos corre mi alma,
y cuando salgo fuera de la esfera, la veo.
Al alma.
Es amiga de las piedras y del agua, confluye con el aire que la arrastra
y desplaza hacia un lugar de aprendizaje, sale de la comodidad donde
por un momento acaba jugando con los peces que un día fue.
Y será.
Marina Castilla (Córdoba, 2001). Experimentadora del movimiento alimentada de las letras, las mismas que siempre exhalaron sonidos que siguen vibrando en el aire. Ha cultivado su amor por las artes a través de una formación diversa en múltiples disciplinas. Su recorrido incluye estudios en teatro, escritura y danza contemporánea. Actualmente, es estudiante de cuarto año en Arte Dramático, especializándose en interpretación textual. Por esto, cada una de esas ramas se ha convertido en hogar. Encima de ellas no se puede mentir, solo hay permeabilidad y transparencia. Verdad.